Los caminos que nos llevan al inconsciente no son siempre los más directos. Tampoco lo fue el que me llevó a profundizar en un concepto japonés, el boketto, que tiene mucho que aportarnos en estos tiempos en que apenas nos permitimos dejar a la mente vagar sin expectativas ni objetivo alguno. 

La cosa fue de la siguiente manera. El otro día tuve una conversación con mi hijo, una de esas en las que acostumbro a aprender más de lo que trato de enseñar. Suele ocurrir cuando escuchamos con atención a los más pequeños, sin duda son capaces de regalarnos las lecciones más grandes. 

Hubo un momento en el que mi hijo me preguntó la razón por la que todos los niños iban al cole. Yo, confiado, respondí: «Porque aprender es muy importante. Por eso es obligatorio».

Él movió los labios, como quien mastica un golpe definitivo. Al fin, contestó que si era tan importante no entendía por qué los mayores no lo hacíamos. Por qué no seguíamos estudiando.

Si hubiésemos estado jugando a los barcos me hubiese ganado. Tocado y hundido. Él tenía razón.

Entrar en trance en el día a día: ¿por qué no?

Por suerte, hace tiempo que sospecho que cuando dejamos de ser niños es importante seguir formándose. Formarse para transformarse. Para mí es la única forma o, como mínimo, la única que yo conozco.

Por eso sigo estudiando, continúo con el afán de transformarme, de adquirir y asimilar nuevos conocimientos que me den pistas acerca del mundo que me rodea y, por supuesto, de mí mismo.

Con esta actitud empecé mis estudios acerca de hipnosis eriksoniana y, debo confesar, que me atrapó casi desde el primer momento. No quiero entrar aquí en detalles, habrá tiempo en otro artículo para profundizar. Pero sí quiero compartir dos cosas.

  1. La primera es que todos entramos en trance hipnótico muchas más veces de las que somos conscientes, valga el juego de palabras.
  2. La segunda es que esos estados son muy saludables. Porque en esos momentos danzan el consciente y el inconsciente. Es allí donde, por decirlo así, somos capaces de llevar aire y respiración a esos lugares profundos y recónditos que habitan en nosotros.

    Boketto o el arte de perderse lejos: una puerta al inconsciente

    Esos momentos de trance, seamos sinceros, tienen mala fama, como mínimo en nuestra lengua, donde estar en Babia o pensar en las musarañas, por ejemplo, no es nada bueno. No es así.

    En otras culturas, como por ejemplo en Japón, existe el concepto Boketto, que hace referencia a esa mirada que se pierde en la distancia. Es equivalente a soñar despierto, a perderse con la boca abierta y estar lejos, muy lejos de donde estás. Un viaje sin moverse de sitio.

    Esa mirada que hace equilibrios en el horizonte, que danza en otro mundo, es absolutamente poética e inspiradora. Es una mirada muy eriksoniana, auto-hipnótica. Una mirada que nos aleja de lo cotidiano y nos conecta con los sueños. Que se pierde en la lejanía porque está entrando en diálogo con nuestro subconsciente.

    Es por eso por lo que debemos usar nuestro propio Boketto para liberarnos de lo racional y lo posible. Para dejarnos mecer en el no pensar en nada concreto. Como quien flota en el mar sin más y siente que su cuerpo, sin peso, se relaja. Ingravidez de pensamiento. Sin peso.

    Soñar despierto para hacer realidad los sueños

    A veces, el día a día, las rutinas y las normales y constantes preocupaciones de lo cotidiano nos someten. Nos pesan. Nos anclan demasiado a lo real. Nos impiden avanzar. Y si bien no estoy en contra de lo real, sí que es cierto que los seres humanos no estamos hechos exclusivamente de realidad.

    También estamos hechos de sueños. De fantasías. De cosas poco concretas. Somos concentración, pero también dispersión. Somos luz y sombra. Lluvia y sol. Somos, como ya sabía Heráclito, una lucha de contrarios. Eso nos hace ricos. Eso nos empuja hacia delante.

    Por eso, cuando estamos en esa mirada, en ese Boketto, estamos dando alas a esa parte onírica. Soñar con los ojos abiertos es tan importante como concentrarse cerrando los ojos. Sí, hay miradas que se pierden en la lejanía, porque entran en contacto con esa parte subconsciente que tenemos olvidada, apartada. Y es sana. Me atrevería a decir, incluso, que es sanadora. Porque en ese espacio es donde, según Erikson, reside una fuente poderosa de conocimiento.

    Es allí donde se esconden las herramientas que necesitamos para construir y levantar nuestros sueños. Y, de la misma manera que, como le decía a mi hijo, es obligatorio estudiar y aprender, también debería ser obligatorio, como mínimo una vez por semana, regalarnos ese espacio en el que crecer. Creer. Soñar.