EI ser humano refleja el transcurso de las estaciones de la misma manera que las plantas adaptan su vida a ellas.  Busca la calma y el recogimiento en otoño, en invierno se repliega sobre sí mismo, en primavera se despereza y busca el contacto con los demás y con la naturaleza... Y en verano desea expresar toda su vitalidad: además, este es física y psíquicamente el momento culminante del año. 

Los meses de más calor son los más propicios para el disfrute de la naturaleza y los espacios abiertos. Es en esta época cuando más fácilmente se abandona el refugio hogareño, porque uno se siente a gusto con el cielo por techo. Los horizontes vitales se amplían en todos los sentidos: se está abierto a nuevas experiencias, se viaja y se busca la compañía de los amigos. 

Para la naturaleza, el verano es la estación de crecimiento y maduración, y también lo es para las personas. El cuerpo realiza con cada paso de estación un esfuerzo para reorganizarse. Los cambios que ocurren en el exterior tienen su contrapartida en su interior.

Si la alimentación, la actitud y el comportamiento en general se armonizan con la estación que se vive, el cuerpo conserva el equilibrio y permite su disfrute. Sin embargo, si se pasan por alto las sutilezas de la necesaria adaptación pueden aparecer problemas de salud, más o menos molestos, a corto o medio plazo. Por eso conviene colaborar conscientemente con el cuerpo, hacer lo que esté al alcance para que fluya en el mismo sentido que lo hace la naturaleza.

 Alegría, ejercicio físico, gusto por el contacto con la naturaleza, alimentación ligera pero nutritiva, son, en definitiva, las claves para que el verano sea una experiencia positiva para el cuerpo y para la mente. 

La medicina tradicional china (MTC) es quizá la que ha estudiado con más profundidad el efecto del transcurso de las estaciones sobre el organismo. Aquí recogemos sus recomendaciones para adaptarse al verano y disfrutarlo al máximo.

Las estaciones o 5 movimientos de la vida según la MTC

La MTC observa en la vida cinco movimientos o estaciones (nuestras cuatro estaciones más el verano tardío). Estos movimientos describen un ciclo completo de energía. Para que el ciclo no se desequilibre es importante canalizar bien la energía de cada estación.

Se reflejan tanto en el transcurso de las estaciones como en la vida de cada persona y se corresponden con cinco elementos: agua, fuego, madera, metal y tierra. Cada elemento tiene una serie de correspondencias relacionadas con el mundo natural y el cuerpo humano.

Asimismo, cada sabor ejerce de freno para el órgano situado dos posiciones más adelante, por eso, no se debe abusar de ninguno.

A continuación, se resumen las características más destacadas de cada estación:

LA PRIMAVERA 

  • Se caracteriza por la creatividad y el sentido crítico.
  • Es momento de depuración, y se asocia al hígado y a la vesícula biliar.
  • Se deben tomar alimentos ácidos y refrescantes (cítricos) que alivian la tendencia a la cólera, la emoción predominante.

EL VERANO

  • La creatividad de la primavera lleva al calor del verano, simbolizado por el fuego. Es la estación de la alegría y el compañerismo.
  • Se asocia al sabor amargo, que estimula el corazón y el intestino delgado. Pero sin abusar, ya que su exceso puede afectar a los pulmones.

FINAL DEL VERANO 

  • Se corresponde con la tierra, sobreviene un sentimiento agridulce. Es la estación de la reflexión, de tomar conciencia de nuestra situación íntima.
  • Se aconseja tomar alimentos de sabor dulce pero moderado (manzanas, arroz, legumbres) que benefician al bazo y al estómago.

EL OTOÑO 

  • El otoño brinda el conocimiento. Puede haber temor porque se acerca el final del ciclo anual. Se corresponde con los pulmones y la inspiración, y se asocia a un estado de melancolía o tristeza.
  • Los sabores picantes ayudan a compensar ese estado. Pero en dosis moderadas, ya que su exceso puede perjudicar al hígado.

EL INVIERNO

  • Se corresponde con el agua. En el cuerpo se asocia a los riñones y la vejiga. Es tiempo de frío, hibernación, incluso de muerte. Pero también de sabiduría y escucha.
  • Se asocia al miedo, una emoción que puede tener su origen en una insuficiencia del riñón. Este órgano se estimula con alimentos salados.

pasos para vivir en sintonía con el verano 

Así pues, el verano está regido por el fuego, el elemento que resume las propiedades del calor, del sol. En el cuerpo, el órgano que está regido por el fuego es el corazón: a través de la sangre, que distribuye nutrientes y oxígeno por todos los tejidos, proporciona energía a rebosar. Además, se está más dispuesto que nunca a invertirla en el exterior, moviéndose o relacionándose. 

1. cultiva la Apertura y el espíritu de aventura

Al mismo tiempo, el verano es el momento de máxima apertura, de mayor predisposición para dejarse invadir por las sensaciones. El elemento fuego produce entusiasmo, vitalidad y energía. Por tanto, es la época del año adecuada para la diversión y la aventura, para la alegría y el atrevimiento. 

Es normal y recomendable que en verano se muestre un carácter más extrovertido que en invierno. Si no es así, si se continúa dominado por la seriedad o la tristeza, es síntoma de desequilibrio y habría que hacer lo posible para remediarlo. 

La alegría también se acompaña de una sensibilidad emocional especial. Por ello, el verano es propicio para tomar conciencia de la vida sentimental, para conectar el corazón con la mente. Se siente la necesidad de liberar las emociones e integrarlas en la vida. 

Esta realización emocional puede suceder en cualquier momento y lugar si se cultivan las circunstancias: en solitario, mientras se observan las estrellas, o en compañía, junto al fuego, en una playa bajo la luz de la luna.

2. Presta atención al corazón

El corazón regula el funcionamiento del sistema circulatorio. En verano, al estar más activo, favorece la realización de ejercicio físico. 

Sin embargo, la actividad del corazón puede asociarse a un aumento de la tensión arterial. Por esta razón las personas con tendencia a sufrir este problema deben extremar las precauciones: reducir la presencia de sal y grasas saturadas en las comidas, no fumar, ni beber alcohol ni café, descansar, evitar situaciones tensas y realizar ejercicio moderado.

3. ¡muévete!

El verano es la estación más favorable para la práctica del deporte. Las excursiones por el campo, la natación, la bicicleta y los juegos en grupo son algunas posibilidades. En las actividades deportivas es tan importante el ejercicio físico en sí como la diversión, la relación con los compañeros y el contacto con el aire y el sol. 

Es frecuente que algunas personas se sientan agobiadas por el calor y no les apetezca moverse. La desidia puede estar motivada por alguna razón de fondo que conviene investigar, pero en general hay que vencerla con fuerza de voluntad y ponerse en marcha. Quizá para su sorpresa puedan comprobar que el ejercicio contrarresta poco a poco el cansancio inicial y va aumentando el nivel de energía. 

Por otra parte, el ejercicio reduce el sobrepeso y aumenta la flexibilidad de los músculos y de las articulaciones. Vale la pena disfrutar de la sensación de bienestar que sobreviene incluso después de quedar cansado. 

Algunas recomendaciones a la hora de hacer ejercicio en verano:

  • La actividad física ha de ser lo suficientemente intensa como para que provoque sudor, pues éste sirve para eliminar toxinas a través de la piel. Así se ayuda al hígado y los riñones en sus funciones depuradoras.
  • En verano, las personas saludables y activas debieran realizar por lo menos una hora diaria de ejercicio: 30 minutos de un deporte vigoroso, 15 de ejercicios suaves y 15 de estiramientos. Por supuesto, el tiempo dedicado al ejercicio físico se puede alargar en función de la preparación de cada cual. 
  • En las sesiones de ejercicio conviene incluir un tiempo para caminar descalzo sobre la arena, la hierba, la madera, la tierra... Este masaje sobre los pies produce un estímulo sobre las terminaciones nerviosas que beneficia a todos los órganos y sistemas del cuerpo. 
  • En cualquier caso, es muy importante beber una cantidad de líquido suficiente para recuperar el que se pierde a través del sudor y evitar la deshidratación (un mínimo de litro y medio). Antes de empezar una sesión de ejercicio conviene beber uno o dos vasos de agua. Y, mientras dure la actividad, se aconseja ir bebiendo cada 15 minutos. 
  • Además de agua se puede beber "suero de verano": se prepara con un litro de agua, el zumo de dos limones, una cucharada de azúcar moreno o miel, una pizca de sal marina y otra de bicarbonato. Este suero, que también es útil para combatir las diarreas estivales, sirve para recuperar los minerales que se pueden haber perdido por la transpiración. 
  • Sudar es indispensable para que el cuerpo mantenga una temperatura fresca. Este mecanismo de termorregulación se favorece vistiendo ropa ligera y muy holgada o, mejor aún, dejando en contacto con el aire la mayor superficie de piel posible. 
  • También es muy recomendable cubrir la cabeza con una gorra o un pañuelo de algodón de color claro para evitar que se produzca una insolación. 
  • Por la misma razón hay que huir de las horas de mayor incidencia solar (entre las 12 y las 16 horas). Las primeras horas de la mañana y las últimas de la tarde son las más indicadas para practicar cualquier actividad deportiva, sobre todo si el ejercicio es intenso y no es posible resguardarse del sol directo.  Hay que dejar de hacer ejercicio si se tiene mucho calor, cuesta respirar o se sienten palpitaciones.

4. Cuida tus intestinos para evitar Trastornos intestinales 

Además del corazón, la medicina tradicional china afirma que el fuego de verano rige también el intestino delgado. Cuidarlo puede prevenir las molestias más frecuentes, como las diarreas o las gastroenteritis, que suelen deberse a una alteración de la flora intestinal.

El intestino delgado es esencial para una buena asimilación de nutrientes. Para que funcione correctamente debe gozar de una flora equilibrada y permitir que los alimentos circulen a la velocidad adecuada.

El calor, la deshidratación, los antibióticos y los alimentos mal conservados son las causas más frecuentes de las alteraciones digestivas.

El tránsito intestinal y la digestión en general se favorecen no mezclando demasiados alimentos. Hay que evitar ingerir aquellos a los que no se está acostumbrado y comer a deshoras.

La alimentación tiene que proporcionar la energía suficiente para desarrollar todas las actividades que deseamos sin "calentar" demasiado el cuerpo. Es decir, los alimentos tienen que ser energéticos pero frescos y ligeros.

La dietética china recomienda para el verano el sabor amargo, con verduras como la endibia, el apio, la lechuga y el rábano.

Por fortuna, la naturaleza ofrece un surtido generoso de frutas, verduras y hortalizas. Son los ingredientes básicos ideales: desde que empieza el día se puede recurrir cada pocas horas a los vasos de zumos naturales y a las piezas de frutas refrescantes para mantener alto el nivel de energía.

5. adapta la alimentación al calor

Cualquier fruta resulta apetecible pero las más indicadas son las que contienen gran cantidad de agua, betacaroteno y vitamina C, como el melón, la sandía, el albaricoque, el kiwi y la papaya.

Los zumos y licuados son una magnífica manera de aprovechar al máximo los nutrientes que contienen.

Las frutas se digieren bien a cualquier hora, en cambio es recomendable reservar las verduras y hortalizas para la comida y la cena.

La alimentación diaria se completa con raciones de pan, arroz o pasta integral en ensaladas frías, algunas semillas, frutos secos y yogur. 

Si se realiza un ejercicio físico intenso es necesario abastecerse de energía mediante los hidratos de carbono de absorción lenta (según la medicina china, el arroz integral y el mijo están especialmente indicados para alimentar el fuego del verano).

No es un buen momento para sobrecargar el hígado, principal órgano desintoxicador del cuerpo. Por eso hay que tener cuidado con los fritos y los platos preparados, ricos en aditivos.

También se deben moderar las cantidades y dejar que el cuerpo repose dos horas tras las comidas, especialmente después de la cena.