Los problemas digestivos son muy habituales y los padece de forma esporádica o crónica gran parte de la población. Cuando ocurren puntualmente y se localizan en el aparato digestivo, es fácil descubrir el alimento que ha causado el trastorno. Sin embargo, cuando las molestias no surgen de manera inmediata y afectan a otros órganos o sistemas, es más difícil saber si hay algún alimento relacionado o se debe a otras causas.

Curiosamente, muchas personas padecen intolerancia a alimentos que forman parte de su dieta habitual y ni siquiera sospechan que sean el origen de sus problemas.

Alergia o intolerancia a los alimentos

No son conceptos sinónimos. Existen diferencias muy importantes entre una respuesta de tipo alérgico y una intolerancia, como lo son, en consecuencia, la prevención y las terapias.

En las alergias, el alimento provoca una reacción prácticamente inmediata del sistema inmunitario. Las inmunoglobulinas E (IgE) son las responsables de este proceso y su aumento se puede descubrir en un análisis de sangre. Para que se produzca, ha de existir una memoria inmunitaria, es decir, en el primer contacto con la sustancia no hubo reacción, pero se formaron inmunocomplejos que reaccionarán en los siguientes contactos, pues el sistema inmunitario ya tiene catalogada esa sustancia como extraña y peligrosa.

Es suficiente con una pequeña cantidad del alimento alergénico para que se produzca una respuesta inmunitaria, que puede amenazar la vida si se produce el denominado shock anafiláctico.

Las intolerancias son reacciones adversas a alimentos, pero no se produce una respuesta inmunitaria con aumento de las inmunoglobulinas IgE. Los alimentos que provocan más problemas son la leche y sus derivados, los tomates, los frutos secos y el trigo, pero cualquier alimento puede causar una intolerancia.

En la mayoría de los casos, la intensidad de la respuesta de intolerancia es proporcional a la cantidad de alimento ingerido. Las intolerancias pueden ser debidas a la carencia de enzimas necesarias para la digestión del alimento –como es el caso de la intolerancia a la lactosa, el azúcar de la leche de origen animal– o por un trastorno digestivo, como un mal estado de la pared intestinal o de la microbiota.

Sustancias precursoras de las intolerancias alimentarias

Según un estudio publicado en la revista científica Nutrients, se estima que las intolerancias alimentarias afectan aproximadamente a un 20% de la población. Sus síntomas son muy variados, por lo que es difícil detectar el origen y establecer un diagnóstico.

Parece ser que una de las principales causas es la deficiencia o la baja actividad de determinadas enzimas, lo que hace que el organismo no pueda asimilar o digerir correctamente un alimento. Las sustancias que provocan más intolerancias, con un porcentaje de afectados que va en aumento, son:

  • Fructosa: Es un monosacárido presente en muchos alimentos como las frutas, la miel y muchos ultraprocesados. La intolerancia puede derivarse de una malabsorción por déficit de transportadores de fructosa en el intestino delgado, o por mutación del gen ALDOB, que codifica la enzima hepática fructosa-1-fosfato aldolasa. En el primer caso, el problema está en una mucosa dañada debido a una enfermedad inflamatoria intestinal (EII), a la celiaquía o por sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado (SIBO). En función de la causa, la intolerancia podrá ser revertida. Si es por deficiencia enzimática, el origen es genético e irreversible y la dieta deberá estar exenta de fructosa, sacarosa y sorbitol. En el caso de que la intolerancia a la fructosa esté asociada a una celiaquía, habrá que tratar esta condición con la dieta sin gluten.
  • Lactosa: Es el principal azúcar de la leche y sus derivados. Se degrada en el intestino delgado gracias a la lactasa, una enzima que la descompone en dos moléculas sencillas: la glucosa y la galactosa. A medida que crecemos, y especialmente a partir del final de la época de lactancia, disminuye la producción de esta enzima, lo que propicia la aparición de este tipo de intolerancia. Se calcula que hasta el 80% de la población la tiene, aunque depende mucho de la zona geográfica.
  • Sacarosa: Es el azúcar común, un disacárido compuesto por fructosa y glucosa. La enzima que lo metaboliza es la sacarasa, y su déficit provoca los problemas derivados de cualquier otra intolerancia alimentaria.
  • Gluten: Hay que distinguir entre la celiaquía y la intolerancia o sensibilidad al gluten no celiaca. En el primer caso, se trata de una enfermedad autoinmune de efectos devastadores si no se diagnostica a tiempo y se elimina el gluten de manera definitiva, mientras que en el segundo, la causa probable es un déficit de la enzima dipeptidil peptidasa-4 (DPP- 4) y presenta síntomas más difusos.
  • Histamina: Está causada por déficit de la enzima DAO, encargada de eliminar en el intestino la histamina de los alimentos. Eso hará que pase a la sangre un exceso de esta molécula altamente inflamatoria y provoque múltiples síntomas sistémicos.

Evitar los tóxicos que inflaman

A través de la alimentación introducimos en nuestro cuerpo una gran cantidad de sustancias extrañas, como pesticidas, herbicidas, aditivos... y también plásticos, hormonas, metales pesados y fármacos.

Se trata de moléculas que provocan inflamación y daño en las células. Su efecto no es inmediato, pero poco a poco desequilibran el organismo. Estos «venenos» en pequeñas dosis interaccionan con nuestras enzimas y acaban produciendo desequilibrios que son la antesala de múltiples intolerancias.

Es importante que la alimentación sea lo más natural posible, libre de ultraprocesados con largas listas de ingredientes desconocidos y aditivos.

Dieta de eliminación para detectar intolerancias

Si a pesar de llevar una dieta basada en productos naturales y de haber eliminado los alimentos ultraprocesados continúan los síntomas probables de una intolerancia alimentaria, es habitual que el dietista recomiende realizar una dieta de eliminación. Para ello, es recomendable realizar una lista de los alimentos que se consumen a diario o con mayor frecuencia. De esta lista, los alimentos que resulten sospechosos se eliminarán de la dieta habitual por un periodo de tiempo, normalmente unas tres semanas.

Si desaparecen los síntomas, se vuelven a reintroducir uno a uno y se van controlando los síntomas para detectar una posible reacción. De esta manera se puede, incluso, determinar la cantidad máxima tolerada de esos alimentos, siempre que se trate de una intolerancia.

En el caso de las alergias, se deberá excluir totalmente y de forma permanente. Por el contrario, las intolerancias pueden resolverse siempre que la causa sea un desequilibrio de la microbiota, un exceso de toxinas u otra circunstancia que se pueda revertir mediante un tratamiento adecuado.

Cómo afectan el estrés y el estilo de vida

El estilo de vida tiene una gran influencia en el funcionamiento del sistema digestivo. El descanso y el equilibrio emocional son fundamentales, pues el estrés produce una disminución de la secreción de jugos gástricos y una hipermotilidad del colon.

Si se añade una dieta desequilibrada y basada en ultraprocesados, aumenta el riesgo de sufrir molestias similares a las causadas por las intolerancias y las alergias. La experiencia clínica muestra que muchas patologías digestivas están estrechamente relacionadas con el estrés crónico.

Test del aliento

Es una prueba para evaluar intolerancias, malabsorción o sobrecrecimientos bacterianos en el intestino delgado (SIBO) después de la administración de un azúcar: lactosa, fructosa, sorbitol o lactulosa. Consiste en estudiar los niveles de hidrógeno y metano en el aire espirado.

La duración de la prueba es de unas tres horas y la preparación previa es fácil. Durante cuatro semanas antes no se pueden haber tomado laxantes, antibióticos ni probióticos. No se recomienda hacerlo después de una limpieza intestinal.

Ayudas naturales para una buena digestión

  • Enzimas digestivas: Los complementos que ayudan a procesar correctamente los alimentos reducen o previenen los síntomas causados por las intolerancias. Destacan las enzimas, cuya deficiencia puede dar lugar a que los alimentos permanezcan en el intestino más tiempo del debido o a que sean parcialmente digeridos, lo que provoca náuseas, hinchazón, dolor abdominal, diarrea o estreñimiento. Dosis: un comprimido enzimático con cada comida.
  • L-metionina: Es un aminoácido que interviene en las funciones hepáticas de desintoxicación. Ayuda especialmente a eliminar la histamina. Se recomienda ingerirlo con un complejo de vitaminas B. Dosis: 500 a 1.500 mg diarios.
  • Molibdeno: Es un oligoelemento esencial para el funcionamiento de muchas enzimas. Trata y previene la intolerancia a los sulfitos, muy utilizados por la industria alimentaria. Dosis: 45 mcg diarios.
  • Probióticos: Las bacterias beneficiosas, como los lactobacillus y las bifidobacterias, ayudan a controlar las colonias patógenas que provocan una malabsorción de los nutrientes. Dosis: de 1.000 a 5.000 millones de microorganismos al día.
  • Rábano negro: Estimula la producción de ácidos biliares, necesarios para la correcta asimilación de las grasas y de las vitaminas liposolubles. Dosis: 10 ml de extracto diluido en un vaso de agua antes de comer.

Infusión digestiva para la intolerancia

Los gases y retortijones que a menudo se asocian con una intolerancia pueden aliviarse si después de comer se toma una infusión de plantas digestivas como las que te proponemos.

  • Preparación: Calienta 200 ml de agua y apaga el fuego antes de que arranque a hervir. Echa una cucharada de flores de manzanilla, una rodaja de jengibre y unas hojas de menta fresca. Deja reposar 5 minutos y cuela la infusión.
  • Manzanilla: Se utiliza para desinflamar el estómago y el intestino.
  • Menta: Estimula los jugos gástricos y es antiespasmódica.
  • Jengibre: Actúa como antiséptico, además de contener enzimas que facilitan la digestión.