El término “Síndrome de la amapola alta” o “Síndrome de alta exposición” hace referencia a una situación en la que la persona que sobresale del grupo por su eficiencia, comienza a recibir miradas de desaprobación y rechazo por parte de sus compañeros. 

Esta situación, que puede presentarse en cualquier entorno (escolar, laboral o familiar), puede llegar a derivar en un verdadero acoso, dejando en la persona afectada graves secuelas psicológicas. 

Cortar a quien sobresale, el críptico mensaje de Trasíbulo

Cuenta la leyenda que un rey envió un mensajero para pedir consejo a Trasíbulo, tirano de la ciudad de Mileto, sobre cuál era la mejor manera de mantener el control sobre su reino. Trasíbulo, en lugar de responder directamente, comenzó a caminar entre los trigales. Mientras avanzaba, cada vez que encontraba una espiga más alta la cortaba y la arrojaba al suelo, sin decir una sola palabra.

Cuando el mensajero volvió, le explicó a su rey el extraño comportamiento que había tenido Trasíbulo. Inmediatamente, el monarca comprendió que debía eliminar a todo el que resaltará por encima de los demás, ya que solo acabando con los mejores, conseguiría que su poder no fuese cuestionado.

Más recientemente, ya en el siglo XX, se popularizó en Australia y Nueva Zelanda el término Tall Poppy Syndrome o "Síndrome de la amapola alta", que hace referencia a la tendencia a criticar, despreciar y/o derribar a las personas que destacan, de algún modo, sobre la media. La idea de fondo es la misma que la del tirano Trasíbulo: igualar a la baja, eliminando a quienes sobresalen para mantener la uniformidad del grupo. 

Un síndrome que se promueve desde la infancia

Podemos ver ejemplos del síndrome de la amapola alta desde las primeras etapas del sistema educativo. El alumno que destaca puede despertar las envidias de otros compañeros y si, además, el niño se atreve a corregir al profesor cuando éste se equivoca, el rechazo se multiplicará. 

En el mundo laboral, también es frecuente encontrar el desprecio de los compañeros cuando uno comienza a destacar. En muy poco tiempo, aparecen las envidias, las burlas y, hasta el acoso, por su responsabilidad o su eficacia. 

En el fondo, la persona que es más responsable o más eficiente despierta las iras o envidias de los demás, porque representa un espejo en el que pueden ver reflejada su propia mediocridad. En lugar de aprender de él y motivarse para mejorar, optan por atacarlo y menospreciarlo. 

Efectos negativos en la persona que lo sufre

Por muy fuerte o resiliente que sea una persona, resistir a la presión social resulta muy complicado, por lo que pueden acabar presentándose efectos secundarios indeseables. Algunos de ellos pueden ser: 

Pasar desapercibida para no destacar

Como consecuencia del acoso, puede darse un efecto rebote frente a la presión social: la persona más válida de la empresa comenzará a disimular sus habilidades para no destacar y no seguir recibiendo el maltrato.

A su vez, esta actitud puede conllevar una disminución de su rendimiento y una pérdida de oportunidades de desarrollo profesional.

Sensación de aislamiento

No quieren destacar, pero tampoco son integradas en el grupo, por ser diferentes. Como consecuencia, terminan reduciendo las relaciones sociales dentro de la empresa, lo que puede afectar a su equilibrio emocional.

Depresión

Ocultar las propias capacidades requiere un esfuerzo, y esto no es inocuo. Con el paso del tiempo, la persona puede llegar a sufrir apatía, desgana en su trabajo, pudiendo derivar en depresión. La falta de reconocimiento y la presión constante pueden afectar a su salud mental.

Consejos para sobrevivir al síndrome de la amapola alta

A terapia suele acudir la víctima de las envidias, es decir, la amapola alta que quieren cortar. Estos son algunos de los temas que trabajamos para empoderar y reforzar la autoestima:

  • Mantenerse firme. Recuerda que no eres tú quien tiene un problema, sino ellos. Si consiguen cambiarte, habrán logrado su objetivo. Si se quejan o te insultan porque eres demasiado eficaz, ellos son los que deberían esforzarse por mejorar.  
  • Reforzar la autoestima. Debes recordar constantemente tu valía y tu capacidad. Reconocer tus logros y valorar tu trabajo es esencial para no perder la motivación. Busca el apoyo de personas que valoren tus habilidades y te motiven a seguir creciendo.
  • Cambiar de trabajo cuando sea necesario. Busca el cambio, dentro o fuera de la empresa. En casos extremos, muchas personas con las que he trabajado en terapia han dado vuelcos importantes a sus carreras. Para evitar tener que soportar la presión de los mediocres, se han marchado y han acabado encontrando un entorno laboral donde realmente se las reconocía y se las valoraba.

No tengas miedo de explorar nuevas oportunidades que te permitan desarrollarte plenamente y ser reconocida por tus méritos y tu esfuerzo.