En Japón existe un concepto estético llamado wabi-sabi. Se basa en la idea de que la belleza es simple, y se encuentra en lo imperfecto, en lo transitorio. Es de esta corriente estética de la que surge el kintsugi, una técnica japonesa tradicional que consiste en reparar objetos de cerámica rotos, uniendo las piezas son resina mezclada con polvo de oro, plata o platino.

La idea tras la técnica es no ocultar las grietas o las imperfecciones, sino resaltarlas, transformando aquello que se había roto en algo nuevo, aún más bello. Cada fractura, embellecida con oro, cuenta una historia de resiliencia y transformación. Esta filosofía es aplicable a muchos aspectos de la vida, puesto que todos tenemos heridas y cicatrices (físicas y emocionales) que cuentan nuestra historia, enriquecen nuestras experiencias y fortalecen nuestras relaciones.

La felicidad del kintsugi

Una de las principales causas de la infelicidad reside en la incapacidad de aceptarnos tal y como somos. De querernos, integrando nuestras virtudes y defectos, sin sentirnos más o menos que nadie. Entender y aceptar nuestras contradicciones, heridas y fallos es esencial para ser felices, y en esto, el kintsugi puede ayudarnos en gran medida.

El kintsugi nos enseña que, al igual que la cerámica rota, nosotros también podemos pasar por momentos que nos rompen o nos hacen sufrir en la vida. Pero en lugar de ver esas experiencias como algo que debe ser negado, reprimido o escondido, podemos abordarlas como oportunidades para crecer y fortalecernos. Cada cicatriz emocional, cada imperfección, puede ser un elemento que nos enriquece, nos aporta sabiduría, nos enseña a ser resilientes y nos ayuda a apreciar la vida.

Lo mismo sucede con las imperfecciones, los defectos. Aceptarlos no significa resignarnos a ellos, sino aprender a integrar estas máculas en quienes somos, y verlas como señales de superación, en lugar de como debilidades. En este proceso, podemos crear una nueva versión de nosotros mismos. Una cuya felicidad no depende de la perfección, sino de la aceptación.

Repara tu propia cerámica

Para aplicar el kintsugi de forma práctica a tu vida, debes imaginarte a ti misma como una cerámica rota. El oro que cubrirá cada una de las heridas metafóricas de tu vida te ensalzará, te hará más fuerte. Para ello deberás:

  • Aceptar tus fracturas. Haz una lista con todos aquellos momentos y experiencias que te “rompieron” y señala las cualidades que aprendiste de estas vivencias. Aprecia lo que has ganado, el valor que te dieron. Cada cicatriz, cada momento vivido, es un testimonio de tu resiliencia.   
  • Transformar tus experiencias. Ante cada dificultad que has vivido o vivirás en tu vida, busca la lección. Pregúntate que has aprendido de ello. Nada nos sucede por azar, y puede que si estás en un punto complicado de tu vida debas sacar una importante lección de ello, para no repetir los acontecimientos en un ciclo sin final. Esto implica dejar de huir, aceptar nuestra responsabilidad, y cambiar. Transformarnos.
  • Practicar la vulnerabilidad. No eres perfecta. No eres de piedra. Tienes grietas, como todos, y no debes ocultarlas. Mostrarte ante los demás tal y como eres, vulnerable y, en ocasiones, frágil, te ayudará a fortalecer tus vínculos. También descubrirás que, al igual que tú, todos portan cicatrices y defectos. Aceptarlos y apoyar a quien los muestra también te ayudará a aceptar que todas estas imperfecciones son la esencia de la belleza, de la fortaleza.

 

El kintsugi en las relaciones

Para ser felices, necesitamos nutrir y cuidar de nuestros vínculos. La esencia de la felicidad reside ahí, en el punto en el que conectamos con otros y sabemos que estamos vivos. Y el kintsugi nos enseña una valiosa lección al respecto.

En este mundo en el que todo es rápido, de usar y tirar, prescindible, el reciclaje cobra una importancia total. Y no solo en lo tocante al ecologismo. Es importante que aprendamos que las relaciones más valiosas son aquellas que tienen heridas, que han pasado por momentos complicados, pero han sabido repararlos con oro.

Para ello, en primer lugar, debemos deshacernos del cuento de hadas y del "felices para siempre". En las relaciones personales, las fricciones, las discusiones e incluso las dificultades externas, son normales. Y rechazar a una persona o alejarnos de ella solo porque las cosas se pongan complicadas no nos hace ningún bien.

Cabe puntualizar que no estamos hablando de vínculos tóxicos ni basados en conductas violentas o de malos tratos. Hablamos de aquella amiga con la que discutiste y no solucionaste las cosas, de esa pareja que, tras acabar el periodo de luna de miel (los primeros meses), acabaste dejando de ver porque ya no era todo perfecto. Hablamos de esos vínculos que dejamos morir porque parece demasiado esfuerzo repararlos.

Repara tus vínculos

Si haces el esfuerzo de verte a ti misma como una cerámica, las personas que han formado parte de tu vida son piezas de ese todo que conformas. Y por eso es importante que repares tus vínculos con el mismo cariño con el que te reparas a ti misma. Para ello, integra en tu vida estos conceptos del kintsugi:

  • Acepta las imperfecciones. Cada desacuerdo puede ser una oportunidad de conocer mejor a la otra persona, de entender sus puntos de vista y profundizar en la conexión. No evites los problemas, enfréntalos con una mentalidad abierta y sincera curiosidad por el otro.
  • Repara las grietas con empatía y honestidad. Cuando surge un conflicto, un quiebre en la relación, debes repararlo con empatía y honestidad. Escucha de forma activa al otro y comunica de forma abierta lo que sientes, lo que necesitas. Reconoce y valida las emociones del otro, porque así podrás curar el vínculo. Acepta también lo que tú misma sientes, y no temas decirlo en voz alta.
  • Fortalece por medio de la vulnerabilidad. El oro en las piezas del kintsugi las hace más bella. Lo mismo sucede con los vínculos. Permite que los conflictos generen en tus relaciones mayor confianza y complicidad.  Abraza las cicatrices emocionales, permítete mostrarte vulnerable y reconstruye la relación con un propósito. El de salir más fuertes y con una conexión más profunda.
  • Cambia la narrativa. No cuentes la historia de aquella época en la que no dejabas de discutir con tu pareja, sino la de cómo conseguisteis superar un conflicto complejo y humano, que os hizo conoceros mejor, que os ayudó a conectar a un nivel más profundo. Las dificultades que pasasteis no es algo de lo que debas avergonzarte. Al contrario, haberlo superado es motivo de orgullo, incluso si la relación cambió tras el conflicto.