La felicidad es quizá el deseo más universal y también uno de los más escurridizos para los científicos. Es una cuestión que ha ocupado a pensadores de todos los tiempos, pero sobre la que la ciencia ha intentado en las últimas décadas aportar datos, análisis y conocimientos nuevos. 

Hoy la ciencia sabe que la felicidad, o los sentimientos de satisfacción y la sensación de bienestar, dependen tanto de factores internos como externos, y que uno de esos factores internos es la química de nuestro cerebro, que se ve afectada por los niveles de determinados neurotransmisores. 

Las hormonas de la felicidad y las hormonas del estrés

La serotonina, la dopamina, las endorfinas y la oxitocina se conocen como las hormonas de la felicidad. Estas hormonas se liberan al sistema nervioso cuando experimentamos placer o sentimos alegría y pueden producir incluso sentimientos de euforia y enamoramiento. Algunos pueblos parecen tener en su filosofía y estilo de vida, como en el caso de los noruegos y su filosofía kos, algunas de las claves para favorecer esos sentimientos en el día a día y tal vez por eso consiguen siempre estar en los primeros rankings de felicidad según los estudios.

Por otro lado, tenemos hormonas relacionadas con el estrés, como el cortisol, que se genera cuando nos enfrentamos a situaciones difíciles física o emocionalmente. Los niveles de estos neurotransmisores influyen tanto sobre nuestro estado de ánimo como sobre el buen funcionamiento de nuestro organismo a múltiples niveles.

También parece que hay consenso sobre algo que muchos pensadores dijeron ya: que la felicidad no es un destino sino un camino, y como diría el poeta, que el camino se hace el andar

Una cosa y otra están relacionadas. Paso a paso, introduciendo pequeños cambios en el estilo de vida, como la alimentación, el ejercicio o la meditación, podemos ayudar a nuestro cuerpo a producir más hormonas de la felicidad. 

Y de todos esos pequeños cambios que podemos adoptar para ser más felices, y a su vez cuidar de nuestra salud, hay un hábito muy efectivo y sencillo avalado por los estudios que podemos incorporar a diario. Es un hábito que no cuesta nada y que, además, resulta muy agradable.

Diversos estudios demuestran que ese hábito, que promueve el contacto físico y es fundamental para alimentar el apego, tiene beneficios tanto para nuestra salud física como para nuestra salud mental y que su práctica se relaciona con un aumento de las hormonas de la felicidad

También hay estudios que revelan que cuando ese hábito no forma parte de nuestras vidas, su ausencia puede reflejarse en un aumento de nuestros niveles de cortisol y en una disminución de nuestros niveles de algunas de las hormonas relacionadas con el bienestar.

el APEGO Y el CONTACTO FÍSICO son importantes para la FELICIDAD

El contacto físico, a través de caricias, pequeños gestos, abrazos o masajes, es tan necesario para la salud física y mental como el alimento. Hoy se sabe que el contacto piel con piel tras el parto, por ejemplo, no solo aumenta la supervivencia de los bebés prematuros y favorece el vínculo con la madre, sino que mejora las habilidades cognitivas y ejecutivas de los recién nacidos.

Si la intimidad de ese contacto piel con piel se mantiene en la infancia de otras formas, con besos, abrazos y una relación cálida, la salud mental, la autonomía y la autoestima del niño y también de la madre se fortalecen.

Durante la pandemia pudimos comprobar también cómo la falta de contacto social y físico se tradujo en un aumento de los problemas de salud mental. Un estudio reciente realizado en Alemania comprobó que las personas con menor contacto físico durante el confinamiento presentaban niveles de cortisol más elevados y niveles de oxitocina más bajos.

La importancia del vínculo afectivo fue establecida ya en 1958  con la Teoría del Apego desarrollada por el psicólogo Harry Harlow y el psicoanalista John Bowlby, que estudiaron el comportamiento de niños que se quedaron huérfanos tras la Segunda Guerra Mundial.

Harlow había realizado un experimento con monos que está también en la base de esta teoría. Los monos vivían con dos madres, una de alambre que llevaba un biberón y una que no alimentaba pero que estaba hecha de un fieltro muy suave al tacto. Los monos se acercaban a la madre del biberón para comer, pero luego se acurrucaban junto a la madre de fieltro.

En un momento dado, se introdujo en la jaula un estridente oso mecánico que tocaba un tambor y, ante el estrés, los monos buscaron refugio en su madre de fieltro despreciando el biberón. Harlow concluyó que la alimentación no fundamenta el amor, sino que existe una pulsión primaria basada en la ternura del contacto.

Estudios posteriores han demostrado que el contacto físico no solo es fundamental en la primera infancia sino que tiene beneficios a lo largo de toda la vida, tanto para la salud física como para la salud emocional y mental.

El hábito que ayuda a la felicidad y la autoestima

Los abrazos son una gran forma de favorecer ese contacto físico tan necesario para niños y adultos. No solo resultan agradables sino que permiten expresar con nuestro cuerpo, sin necesidad de palabras, sentimientos de afecto, apoyo, consuelo y alegría.

Pero, sobre todo, tienen beneficios para la salud que se reflejan en nuestros niveles de bienestar y nos ayudan a sentirnos más felices. La clave está en las hormonas que se liberan cuando abrazamos o nos abrazan.

Son varios los estudios científicos que refrendan la recomendación de incluirlos en nuestro día a día como medida para cuidar de nuestra salud mental y sentirnos más felices. Demuestran que abrazar puede mejorar el estado de ánimo, disminuir el estrés, fortalecer el sistema inmunitario e incluso alargar nuestra vida.

la magia está en las hormonas que se liberan con los abrazos

Una de las hormonas que se libera cuando nos abrazamos es la oxitocina. Esta hormona se genera en el cerebro y a veces se la llama "hormona del amor", pues favorece los vínculos en el ser humano y otros mamíferos, y desempeña un papel esencial en la sensualidad, la afectividad y la sexualidad. Es la hormona que se genera para facilitar el parto y la posterior vinculación de la madre con el bebé. 

Otras formas de aumentar nuestros niveles de oxitocina, aparte de los abrazos, es a través de los masajes, los mimos, el contacto con el agua, las risas e incluso el contacto con la naturaleza y los animales.

Durante los abrazos aumentan también las endorfinas, hormonas relacionadas con el buen humor y a las que se atribuyen propiedades analgésicas.

Otra hormona de la felicidad que producimos al abrazar es la serotonina, que favorecen los sentimientos de satisfacción, mejora nuestra capacidad para soportar la tensión diaria y es esencial para fabricar melatonina, la hormona del sueño. Su déficit se ha asociado con alteraciones del estado de ánimo, el apetito y el sueño. En cambio, unos niveles altos favorecen la calma, la paciencia, el autocontrol, la sociabilidad, la adaptabilidad y la autoestima.

cómo mejoran los abrazos el ánimo y el bienestar

La oxitocina generada durante el abrazo fomenta sentimientos de confianza, seguridad, conexión y felicidad a la vez que reduce los niveles de cortisol, la hormona del estrés.

Al mismo tiempo, la oxitocina potencia los efectos de las endorfinas que también se liberan durante el abrazo.

Menor sufrimiento psicológico

Según la Universidad de Oxford, la necesidad de abrazarse es una evolución de la necesidad de acicalarse en los primates. Cuando los primates tocan el pelo de sus crías para eliminar suciedad que se haya podido quedar acumulada, el efecto es el de un pequeño masaje que estimula un tipo específico de neuronas que se encuentran en la piel cubierta de pelo. Las neuronas estimuladas por ese roce suave y lento activan la liberación de endorfinas, lo que favorece la relajación y el buen humor y reduce la sensación de dolor.

Los investigadores de Oxford comprobaron en imágenes del cerebro que acariciar la espalda suavemente, como hacen los monos cuando acicalan a sus compañeros, produce una descarga enorme de endorfinas. Los abrazos, que se suelen acompañar de pequeñas caricias y palmaditas en la espalda, incluso de roce del pelo, poseen un efecto similar.

Como las endorfinas se producen en las mismas regiones del cerebro que las sensaciones de dolor físico, dicen los investigadores, también pueden aliviar el sufrimiento psicológico y de ahí que un abrazo resulte tan reconfortante cuando alguien está llorando.

Menores niveles de estrés

El efecto de los abrazos sobre hormonas como la oxitocina, las endorfinas y la serotonina se reflejan en una mejor capacidad para hacer frente a las tensiones diarias. Un estudio muy reciente de la Universidad de California comprobó, sin ir más lejos, que las personas que reciben más abrazos durante el día presentan una respuesta del cortisol al despertar mucho más baja. Esto quiere decir que el cortisol, que normalmente aumenta por la mañana una hora después de despertarnos, lo hace con más moderación. Las personas sometidas a mucho estrés suelen tener una respuesta del cortisol al despertar más alta.

El hallazgo dio pie a los investigadores para recomendar que no dejemos los abrazos solo para las relaciones sentimentales.
 

Menos tensión y ansiedad ante el conflicto

Si alguna vez te has abrazado con una persona después de discutir, quizá hayas notado que te sientes mejor y te resulta más fácil volverte a relacionar con esa persona con normalidad. Pues bien, el abrazo no solo te está ayudando a sentirte y relacionarte mejor en ese momento sino también durante las horas e incluso días siguientes

Así lo demostraron investigadores del Departamento de Psicología de la Universidad  Carnegie Mellon de Pittsburgh. En su estudio, publicado en la revista PLOS ONE , comprobaron que abrazarse después de un conflicto personal atenúa los sentimientos negativos y la pérdida de afecto hacia la otra persona y ayuda a reparar el vínculo. También favorece un mejor estado de ánimo y reduce la ansiedad generada por el conflicto. Los efectos fueron comprobables tanto en el día mismo del conflicto como al día siguiente y no hubo diferencias entre hombres y mujeres.

Vivir más años y con mejor salud

Según otro estudio llevado a cabo también por investigadores de la Universidad Carnegie Mellon, las personas que reciben más abrazos tienen menos probabilidades de enfermar por una gripe u otras causas o, si enferman, lo hacen con síntomas más leves. Esto puede ser debido a la disminución del estrés favorecida por los abrazos. 

Otro estudio canadiense reciente, que analizó la percepción de los niveles de salud que tenían más de 20.000 canadienses mayores de 65 años en relación al volumen de abrazos al que habían tenido acceso en sus vidas, demostró que las personas que tenían acceso a dar y recibir abrazos "todo el tiempo", "casi todo el tiempo" o "a veces" afirmaban tener niveles de salud  significativamente mejores que los que no solían tener acceso a ellos.

ayudan a SOCIALIZAR, un pilar de lA FELICIDAD

Los abrazos también pueden favorecer la cooperación, la generosidad y la gratitud, que son valores esenciales para una convivencia armoniosa y una vida social favorable.

En el Estudio sobre Desarrollo Adulto , el estudio científico más amplio sobre la felicidad que se ha llevado a cabo hasta la fecha, de la Universidad de Harvard, que en varias décadas lleva analizados los niveles de felicidad de más de 700 jóvenes, los investigadores sostienen que la calidad de las relaciones que uno tiene es un factor determinante para considerarse feliz. Las personas más vinculadas a sus amigos y su familia viven más, disfrutan de mejor salud y cumplen más sus objetivos vitales.

Cómo ha de ser el abrazo para ser más efectivo

Hay diferentes formas de abrazarse y no se abraza igual en una relación romántica que en una relación de trabajo o en un momento en que se intenta consolar a alguien que pasa por un mal momento. Pero un estudio de la Universidad de Londres y la Universidad de Bristol publicado en la revista Acta Phychologica se fijó en cómo ha de ser el abrazo para resulte más placentero e incrementar sus efectos. Los investigadores concluyeron que los abrazos más agradables son los que se realizan cruzando los brazos, ejerciendo una presión media, y duran entre 5 y 10 segundos.