Las cerezas de temporada son un manjar breve. En los meses de verano tenemos la suete de encontrar en todos los mercados muchas variedades de cerezas. Para que te duren lo máximo posible es importante saber conservarlas de manera correcta.
Cómo elegir y conservar las cerezas
Las cerezas están en su mejor momento cuando muestran en el árbol un tono rojo intenso y la pulpa es firme y crujiente. Por eso, si tenemos oportunidad, en el mercado elegiremos las que muestren un color atractivo y un aspecto limpio, sin manchas ni imperfecciones. Es la señal de que son muy ricas en antocianinas y en ácido elágico con propiedades antioxidantes.
Un rabito verde y liso también es síntoma de frescura, al igual que la piel brillante. Fíjate que en el hoyito no haya moho ni podredumbre.
Consumidas en este punto son una auténtica inyección de salud: con sólo 60 cal por 100 g, las cerezas ayudan a adelgazar, son ricas en vitaminas A y C, y en ácido fólico, la vitamina que necesitan especialmente las mujeres embarazadas para garantizar el desarrollo correcto del sistema nervioso del niño.
Conservarlas en la nevera
Cuando podemos encontrar cerezas a buen precio podemos disfrutarlas en el instante, pero tenemos qué saber cómo se conservan en mejor estado para que no se nos estropeen. Lo primero que hay que hacer es no quitarles el rabito, para que no se resequen ni pierdan demasiados nutrientes.
Con sus rabitos, sin lavarlas y sin taparlas, en una bandeja de cristal, acero o cerámica mejor que de plástico, las cerezas se mantienen perfectamente en el frigorífico durante 2 o 3 días. A partir de ese tiempo empiezan a perder cualidades, pero pueden aguantar sin estropearse hasta 2 semanas.
Hacer compotas o confituras
Si en este tiempo no consigues consumirlas, siempre te queda la solución de realizar una compota o una confitura. De esta manera podrás comerlas durante el resto del año y recordar el verano en, por ejemplo, pleno invierno.
Congelarlas
También puedes deshuesarlas y congelarlas. Para ello ponlas en un colador y lávalas debajo del grifo de agua fresca. Luego sécalas bien con papel absorbente. Una vez secas, ponlas en una bolsa o un táper y congélalas. Las cerezas congeladas son, tal cual, sin descongelar, perfectas para smoothies helados de verano, por ejemplo.