Howard Gadner, psicólogo que desarrolló la teoría de las inteligencias múltiples, dijo que “el propósito de la educación es lograr que las personas quieran hacer lo que deben hacer”. Aplicado al campo de las relaciones, es fácil ver cómo algunos hábitos que nos han inculcado desde pequeños (dar las gracias, pedir las cosas por favor, dirigirnos con respeto hacia los demás) no es solo lo correcto, sino que también nos permite construir vínculos más saludables con los demás.
En su teoría de la inteligencia múltiple, Gardner aseguraba que la inteligencia interpersonal (la capacidad de entender y relacionarse eficazmente con los demás) es esencial para llevar una vida plena. Y los buenos modales son, sin duda, una herramienta que facilita mucho estas interacciones. Pero, por desgracia, no todos pueden hacer alarde de cierta clase y educación. Y estas son las frases que los delatan a simple vista, según los psicólogos.
Es lo que hay
Seguro que alguna vez has tenido la mala suerte de escuchar esta desagradable frase. Le comunicas a alguien que no estás satisfecha o cómoda con determinada situación, y por toda respuesta obtienes un “pues es lo que hay”, que es lo mismo que decir “no pienso mover un dedo por cambiar esto que te molesta”.
Esta frase denota una clara resignación, pero no la resignación sabia del que acepta lo inevitable, sino la perezosa del que ni siquiera lo intenta.
Según los psicólogos, quienes recurren a esta expresión están haciendo gala de una evidente falta de empatía. Además, esta forma de comunicarse puede indicar que estamos ante una persona que evita involucrarse emocionalmente en situaciones complejas o incómodas. Es una barrera que dice “no me importa lo suficiente como para buscar una solución”. Y cuando alguien la usa con frecuencia, es probable que se trata de una persona poco comprometida en sus relaciones.
No es mi problema
Prima hermana de la anterior, esta frase suena como un portazo en la cara. Es una forma de desentenderse por completo de cualquier responsabilidad o vínculo emocional, algo que no hacen las personas educadas y con clase. Porque la clase poco tiene que ver con el nivel de ingresos, es una cuestión de modales y empatía.
Los expertos señalan que quienes la emplean con frecuencia suelen tener dificultades para desarrollar relaciones empáticas. Proyecta una actitud fría, poco colaborativa y, en muchas ocasiones, marcada por el individualismo. Es la frase estrella de quienes creen que la vida es un “cada uno a lo suyo”.
Te lo dije, siempre tengo la razón
Todos hemos sentido la tentación de decir algo parecido en algún momento de nuestra vida, pero los psicólogos aseguran que nada genera más tensiones en una conversación que alguien empeñado en tener siempre la última palabra. ¿Qué ganamos realmente con esta frase? Nada, solo poner al otro en una incómoda situación. Por eso, quienes saben comportarse con respeto y educación hacia los demás, la evitan.
Decir, a la ligera, que siempre tienes la razón no es solo un acto de soberbia, es también un intento de imponer la perspectiva propia sin margen para el diálogo. Según los psicólogos, este tipo de frases suelen ser utilizadas por personas con una baja tolerancia a la crítica y una necesidad casi patológica de validación constante. Hablar con alguien así puede ser como chocar contra un muro.
No me importa
Hay muchas cosas en el mundo que no te importan, es comprensible. Pero decirlo a viva voz frente a alguien que te cuenta algo que le preocupa es un claro signo de que no tienes modales. Lo que transmite es un profundo desinterés por las emociones o necesidades del otro.
Los psicólogos explican que esta expresión es típica de quienes tienen ciertas dificultades para conectar emocionalmente con los demás. Más allá de lo que puedan decir sus palabras, lo que de verdad comunican es que no eres importante para ellos. Y una frase así puede ser devastadora en cualquier tipo de relación.
Así soy yo
Esta frase tan corta suele venir acompañada de un:y si no te gusta, lo siento. O de una versión mucho menos elegante. Puede que te baste con leerla para imaginar el tono desafiante de quien suele decirla, como si se tratase de un escudo infalible contra cualquier sugerencia o crítica.
Según los expertos, quienes recurren a esta frase están demostrandouna increíble falta de disposición para reflexionar sobre su propio comportamiento y cómo este afecta a los demás. Es una forma de decir, sin tapujos, que no piensas cambiar, aunque reconozcas que lo que haces está mal. Y es una actitud que puede resultar muy frustrante para quienes buscan una relación basada en el crecimiento mutuo.
Eso es una tontería
Si alguna vez te has dicho esta frase maldita, te habrá dolido volver a leerla. Porque quien dice esto no solo demuestra ser un maleducado,sino que además revela que probablemente no sea muy buena persona. Descalificar las emociones o ideas de alguien tildándolas de tonterías es una estrategia (nada) sutil para invalidar al otro.
Esta frase, explican los psicólogos, denota una falta de sensibilidad y empatía estratosférica, y suele ser utilizada por personas que buscan evitar conversaciones profundas o que no tienen interés en escuchar perspectivas diferentes a las suyas. Eso, en el mejor de los casos. En el peor, podemos estar ante un grave caso de gaslighting.
No tengo tiempo para estas cosas
Aunque a primera vista pueda parecer una excusa válida, decirle a alguien que “no tienes tiempo para esas cosas” es una forma descortés de minimizar lo que siente el otro. Parece una solución elegante, pero no lo es. Es una falta de educación y respeto hacia el otro. Es diferente comunicar la otro que estás ocupado en este momento, y por tanto no puedes atenderle ahora mismo, que despreciar lo que le sucede con esta frase.
Según los expertos, esta oración transmite una falta de interés que, con el tiempo, puede erosionar la relación. Advierten, de hecho, que quienes usan esta expresión con frecuencia suelen priorizar solo aquello que los beneficia directamente, sin tener en cuenta las necesidades o intereses de los demás.