A veces, la vida nos pone frente a elecciones que parecen simples, pero que definen nuestro camino. Uno de esos momentos claves llega cuando debemos elegir entre dos opciones que, pese a parecer similares, son muy diferentes: ¿brillar o iluminar? Por supuesto, nadie te va a poner literalmente ante esta dicotomía, pero has pasado por ella más veces de las que puedas imaginar a lo largo de tu vida. Y no es un dilema menor.

Mientras que brillar está ligado al reconocimiento y la admiración, iluminar es un acto inspirador, deja una huella positiva en quienes nos rodean. Esta distinción, explica Mario Alonso Puig en una de sus muchas conferencias, es fundamental. Porque de ella depende que encontremos la plenitud en un mundo tan acelerado como el nuestro.

Iluminar desde la esencia

“El mayor error que creo que las personas cometemos”, explica el experto a aquellos que se muestran dispuestos a escucharle, “es el momento en el que uno elige brillar por encima de iluminar”. Es decir, ese instante en el que preferimos el éxito individual al impacto positivo que podemos generar sobre otros. “Nosotros estamos aquí para ayudarnos unos a otros, para vivir en armonía, para ser personas que realmente podamos vivir en plenitud”.

Esta idea de Mario Alonso Puig, lejos de ser solo filosófica, tiene raíces profundas en la ciencia y la experiencia humana, y apunta una verdad transformadora: nuestra verdadera felicidad está vinculada al bienestar de los demás.

Puig insiste, por tanto, en que “lo mejor que podemos dar no es lo que tenemos, es lo que somos”. Pero ¿qué significa esto en la práctica? Significa vivir desde nuestra autenticidad, alienados con nuestros valores y centrándonos en cómo nuestras acciones afectan a quienes nos rodean.

Iluminar, según el cirujano, no es una tarea que dependa de circunstancias externas, sino de nuestro estado interno. “Yo no puedo contribuir desde la desesperanza. Yo solo puedo contribuir si, a pesar de las circunstancias, mantengo la ilusión, la serenidad y la confianza.” En otras palabras, cuidar de nuestra propia estabilidad emocional es el primer paso para ser una luz en la vida de los demás.

La ciencia de la bondad y la conexión humana

Lo curioso de todo esto es que, por más emocional o espiritual que pueda sonar, en realidad son ideas que la neurociencia respalda. La bondad y los actos en los que contribuimos a los dem��s, generan cambios positivos en nuestro cerebro. La hormona oxitocina, conocida como “la hormona del amor”, juega un papel crucial en este proceso. Los estudios demuestran que la oxitocina, además de fomentar la conexión social, reduce el estrés y mejora la salud cardiovascular.

El Dr. Richard Davidson, un referente en neurociencia afectiva, afirma que la bondad puede entrenarse y que practicarla transforma nuestro cerebro. Por ejemplo, ciertos ejercicios, como la meditación compasiva o simplemente mostrar gratitud, fortalecen la neuroplasticidad de nuestro cerebro. Es decir, su capacidad de adaptarse y cambiar.

¿Y qué ocurre cuando somos bondadosos? Según investigaciones recientes, ayudar a alguien eleva nuestros niveles de felicidad y nos hace más resilientes frente a los desafíos diarios. Algo tan sencillo como escuchar activamente a un amigo o dedicar tiempo a ayudar a alguien, puede desencadenar una cadena de emociones positivas que benefician tanto a quien da como a quien recibe.

La felicidad como camino compartido

“Nosotros estamos aquí para ayudarnos unos a otros”, asegura Puig, “todo ello desde el servicio a los demás y mediante nuestra entrega. La felicidad, según él, no es, por tanto, un objetivo individual, sino una experiencia compartida que florece cuando nos enfocamos en los demás.

Pero iluminar no tiene por qué ser algo complejo o grandioso. Puede empezar con acciones cotidianas que, aunque simples, pueden tener un gran impacto en tu vida.

  • Mostrar gratitud sincera. La clínica Mayo, como ha explicado Puig en varias ocasiones, demostró que la gratitud mejora la capacidad cardiovascular. Agradecer genuinamente a alguien, ya sea por un favor, una conversación o su mera presencia, puede transformar su día y también el tuyo.
  • Escuchar activamente. Dedicar tiempo a escuchar sin juzgar o interrumpir es una poderosa forma de conectar con los demás. Además, en momentos de crisis, es lo mejor que podemos hacer para ayudar a quien lo necesita.
  • Sé generoso con tu tiempo. Ayudar a alguien con una tarea, compartir un consejo o, sencillamente, ofrecer apoyo moral, puede marcar la diferencia en tu vida y en la de quienes te rodean.
  • Cultiva la esperanza. Para cuidar a los demás, primero debes cuidar de ti misma. Y para Puig, la mejor forma de hacerlo es cultivando la esperanza y la serenidad. Trabajar en tu propio bienestar te permitirá ser un pilar (o un faro, para continuar la metáfora de la luz) en la vida de los demás.