Lo que muchos llamamos intuición no es, en realidad, nada más que la forma en la que nuestro cerebro interpreta, incluso a nivel inconsciente, conductas y situaciones que nos escaman. La psicología lo llama “intuición social” o “percepción social”, y es eso que sientes cuando acabas de conocer a alguien y por más amable que parezca… No te parece alguien de fiar.
Es un superpoder evolutivo de nuestro cerebro. Es capaz de procesar señales no verbales, comportamientos que parecen inocentes a simple vista, matices en la comunicación, expresiones faciales y hasta el tono de voz, que nos indica que algo va mal con esa persona. Y si quieres confirmar tus sospechas… Estas son las diez señales indiscutibles que, según la psicología, indican que una persona aparentemente amable no es buena persona.
Te hace sentir culpable
¿Sabías que la culpabilidad es la respuesta básica de cualquier persona a la manipulación? Cuando alguien haga que te sientas culpable de forma constante, cuidado. Es muy probable que te esté intentando manipular.
Por medio de tácticas engañosas, estas personas consiguen que cambies tu forma de actuar, de pensar y hasta de sentir. Y desde luego, siempre acaban saliéndose con la suya. Saben qué decir y cómo para que los demás se hagan cargo de sus deseos, emociones y necesidades. Son auténticos artistas de la manipulación.
Pide favores sin pudor
Está bien pedir ayuda. De hecho, es saludable. Pero es inevitable sentir cierto pudor al pedir un favor. Este pudor es el que nos permite saber que no estamos cruzando ciertos límites, que lo que pedimos es razonable. Y también lo que nos ayuda a aceptar una negativa cuando corresponde.
Quienes no juegan limpio, en cambio, aparecen solo cuando toca pedir, y no cuando toca dar. Y no sienten ningún pudor al pedir cosas que están completamente fuera de lugar. Favores desproporcionados y que no se corresponden con el nivel de confianza que hay en la relación, ni parece responder al principio de la reciprocidad, que es esencial para cultivar vínculos saludables.
Cotillea sin parar
Los chismes parecen inofensivos, y de hecho a todos nos atrae. Es normal sentir curiosidad por las personas que nos rodean. Pero cruzar los límites es más fácil de lo que parece, y refleja algunos rasgos complicados de la otra persona.
Cuando alguien se deleita al compartir las miserias de los demás, cuando especula e intenta hacer daño añadiendo detalles innecesarios (incluso falsos) al cotilleo, las alarmas saltan. Nadie debería disfrutar con el mal ajeno, y puede reflejar un intento de elevar el propio estatus menospreciando a los demás.
No da las gracias
“Las cosas por favor y gracias”, solemos decirle a los niños para enseñarles las normas básicas de cortesía. Pero esto va mucho más allá de la educación. La gratitud es una ventana que nos permite ver el verdadero carácter de los demás.
Porque quienes dan las gracias, comprenden el valor de los demás en su vida. Reconocen el esfuerzo que hacen quienes le rodean. Por el contrario, quien rara vez agradece a los demás, está en una de estas dos situaciones. O cree que todo lo que tiene, lo ha conseguido sin ayuda de nadie (bastante improbable) o considera que los demás están ahí para complacerle. Si rara vez dice gracias… Hay algo raro con esa persona.
Siempre es la víctima
La forma en la que contamos las cosas lo dice todo. Asumir nuestra responsabilidad sobre nuestra propia vida es esencial para crecer como personas. Por eso, la victimización suele indicar que estamos ante alguien inmaduro a nivel emocional y, en el peor de los casos, con tendencias tóxicas.
Si a la persona en la que estás pensando siempre le sale todo mal, el mundo está en su contra y es una pobre víctima que no puede hacer nada por mejorar su vida… Huye. Esa persona va a eludir siempre la culpa, y si te acercas demasiado, acabarás pagando sus platos rotos.
No muestra empatía
La empatía es la capacidad de entender y compartir las emociones de los demás. Es la esencia misma del ser humano, lo que nos diferencia de otras especies. Y por eso suele ser un buen indicador de qué clase de persona tenemos en frente.
Salvo contadas excepciones (como en personas dentro del espectro autista), la falta de empatía es una señal de que algo va mal. Si no sabe ponerse en el lugar de los demás, no sabrá ponerse en el tuyo. Y tarde o temprano, despreciará tu dolor, ridiculizará tu felicidad y menospreciará tus emociones.
Juzga a todo el mundo
¿Has escuchado alguna vez aquello de no sacar conclusiones precipitadas? Bien, las buenas personas, por lo general, intentan contar con toda la información antes de formarse una opinión sobre otra persona. Y, sobre todo, se cuidan de expresar en voz alta juicios que puedan tener un impacto negativo sobre otros sin tener autoridad ni razones para justificar esta crítica.
En cambio, aquellas personas que no juegan limpio suelen tener la lengua suelta a la hora de juzgar. Y como dice el refrán… Lo que Juan dice de Pedro, dice más de Juan que de Pedro.
Cree que siempre tiene la razón
Al leer esto has pensado en una persona en específico, ¿verdad? Todos conocemos a alguien que es incapaz de admitir que no tiene la razón. Y esta falta de flexibilidad refleja, además de una personalidad algo narcisista, una forma de ser conflictiva.
Más allá de lo que puede significar a nivel psicológico que alguien sea incapaz de reconocer que se equivoca, lo cierto es que este rasgo garantiza una cosa: vas a acabar teniendo muchas discusiones innecesarias con esta persona. Y por eso, lo mejor es buscar prados más verdes y rodearte de personas con la mente más abierta.
Le pierden las palabras
Las personas tóxicas, o con rasgos tóxicos, suelen tener este rasgo en común. Le pierden las palabras, que no las formas. Es decir, que lo que dicen y lo que hacen, no coincide. Y como dice el refrán: obras son amores, y no buenas razones.
Por más bonitas que sean las palabras que oigas, si no ves acciones que realmente demuestren aquello que se dice, cuidado. El compromiso, el amor, el respeto y todo lo bueno en esta vida se demuestra con acciones, no con palabras. Que, siguiendo con el refranero, del dicho al hecho, hay un trecho.
No respeta los límites
Para acabar, las personas que demuestran no ser tan buenas como parecen son incapaces de respetar los límites de los demás. Es el resultado inevitable de que intenten imponer su voluntad por encima de las necesidadesy deseos de los demás.
Si no respeta que no te apetezca salir, que quieras irte ya a casa, que no te guste ese sitio al que quiere ir o que no te parezca bien hablar así de esa persona… Cuidado. Esa persona no está respetando tus límites y eso solo puede acabar de una forma: mal.