Para descansar no basta con cambiar la ciudad por el mar o la montaña. Si mantenemos los hábitos que disparan un microestrés sostenido, no lograremos una desconexión que nos revitalice y que estimule nuestra creatividad. Hay que aprender a hacer vacaciones mentales, incluso cuando estamos trabajando.

Recuerdo el caso de uno de los empresarios más brillantes que he conocido. Partiendo de cero, de muy joven creó una start up de marketing digital que fue creciendo hasta convertirse en una gran compañía mundial.

QUÉ SUCEDE SI NO DESCONECTAS

Este éxito tenía su precio, por supuesto. Mi amigo trabajaba dieciséis horas diarias, y tampoco los fines de semana desconectaba del teléfono desde el que controlaba las operaciones de su corporación. Esto empezó a pasar factura a su salud, entre otras cosas porque dormía poco y mal.

Veía a sus dos mejores amigos solo una hora al mes, en una conexión por Zoom mientras hacía una pausa para comer cualquier cosa en la oficina. Viendo que este emprendedor no tenía tiempo de nada, un familiar le regaló una semana con todo cubierto en un buen hotel de las Canarias.

Era un resort en un lugar privilegiado donde, acompañado de su pareja, podía dormir, comer platos deliciosos y descansar en una tumbona al lado de la piscina. No le quedó más remedio que aceptar, pero una vez en este lugar idílico, su mente siguió en «modo productividad», seguía controlando su empresa desde el teléfono y, en los ratos en los que dejaba de atender mensajes y llamadas, escuchaba podcast de formación empresarial desde la tumbona.

Volvió de estas vacaciones más bronceado, pero no logró desconectar de su fuente de estrés, con lo que los problemas de salud le siguieron acompañando. ¿Cuál es el secreto para unas verdaderas vacaciones mentales?

Solo necesitas una toalla

Hace un par de décadas, creé el pseudónimo Allan Percy para escribir un libro llamado "Nietzsche para estresados". Varios editores me dijeron que el título era horrible y que asustaría a los posibles lectores.

El libro, que constaba de 99 capítulos breves y prácticos a partir de aforismos del filósofo alemán, durmió cuatro años en un cajón hasta que una editorial de bolsillo se atrevió a publicarlo. Se reeditó varias veces nada más salir, lo cual llamó la atención de varias editoriales extranjeras, que decidieron traducirlo. En Grecia y en Brasil, especialmente, sería nº 1 de no ficción durante mucho tiempo. La idea de firmar bajo Allan Percy un nuevo libro con 99 cápsulas para el descanso mental me vino en un sueño.

En este, yo me encontraba tumbado en una toalla bajo unas palmeras que identifiqué como del sur de la India. Una editora se acercaba a preguntarme si escribiría un libro sobre eso que estaba haciendo. Así nació "El libro de la toalla", en el que incluí recetas para el descanso, ejercicios de descompresión, pequeñas fábulas inspiradoras y curiosidades sobre las vacaciones de algunas mentes brillantes.

De hecho, al escribirlo me di cuenta de que ni siquiera es necesario tener vacaciones para desplegar la toalla; en cualquier momento de nuestro agitado día a día podemos hacer una pausa y tumbarnos a leer o a practicar el niksen, como llaman los holandeses al arte de no hacer nada.

No será una pérdida de tiempo, sino todo lo contrario. «Parar máquinas» por un rato te aportará nuevas ideas y te volverá más productivo. Tal como decía Ovidio hace dos milenios: "Descansa de vez en cuando; un campo que ha reposado da una cosecha más abundante".

Desconectar para conectar

Uno de los motivos por los que muchas personas no logran hacer vacaciones mentales es que no saben separar el ámbito laboral del personal.

Si nos llevamos a la toalla -o a la cama- los problemas del trabajo, el reposo pasa a ser una extensión de la oficina. No es descanso. Si no levantas un muro entre la obligación y el ocio, no lograrás "cargar pilas" para volver con energía renovada.

Solo si desconectas, podrás conectar contigo mismo. Para ello, hay que renunciar a mirar los correos electrónicos y otros mensajes. Se trate de unas vacaciones o de una hora de desconexión, lo que necesitas justamente es dejar el mundo atrás y relajarte con aquello que te hace feliz. Al principio, seguro que te vendrán a la mente fogonazos en forma de obligaciones, problemas o asuntos pendientes.

Cada vez que eso suceda, déjalo pasar como una nube empujada por el viento. Da igual cuántas intromisiones aparezcan para perturbar tu espacio mental. No las retengas ni las juzgues, simplemente visualiza cómo estas nubes pasan hasta disolverse en el cielo azul.

El cuento de los leñadores

Uno de los relatos del libro trata de un concurso de leñadores en el que llegaron a la final un francés y un canadiense. Debían talar desde las 6 horas de la mañana hasta las 12 del mediodía.

A las 6 en punto sonó un silbato y los dos leñadores iniciaron la competición. Parecía que iban al unísono, intercalando golpes, al compás, sin perder el ritmo ni un momento, trabajando con orden y precisión.  A las 7 menos diez, el canadiense escuchó cómo los golpes del francés se detenían. Era su oportunidad, así que redobló esfuerzos, decidido a sacar el mayor partido posible del parón de su contrincante, que retomó su actividad quince minutos más tarde.

A las 8 menos diez, el canadiense, sudado de la cabeza a los pies, se dio cuenta de que el francés había vuelto a parar. Suponiendo que estaba agotado, aprovechó la situación para sacar fuerzas de flaqueza y seguir talando, dispuesto a sacar ventaja de la debilidad de su adversario. Lo mismo sucedió cuando faltaban diez minutos para las 9, las 10 y las 11. Tras ese parón, el francés volvía a la tarea silbando desenfadadamente, mientras el canadiense ya olía la victoria, golpeando los troncos con el hacha a un ritmo regular y sin parar un solo instante.

Cuando al mediodía, la hora fijada para el fin de la competición, sonó el silbato del fin de la prueba, el canadiense gritó de júbilo, convencido de que el premio ya era suyo. No obstante, tras el recuento de árboles talados, la sorpresa fue mayúscula, pues el francés había logrado realizar más trabajo.

–¿Cómo lo has conseguido? -preguntó el canadiense, tan contrariado como sorprendido-. ¡No es posible! Yo no me he detenido en ningún momento y tú no has parado de tomar descansos...
–Eran algo más que descansos -dijo el francés, sonriendo-. En esos diez minutos que paraba cada hora, mientras tú seguías talando, yo aprovechaba para afilar el hacha.

Afilar el hacha, aplicado al descanso, es permitir que nuestras fuerzas y capacidades se recuperen. En lugar de dar golpes sin ton ni son, cada vez que descansamos llenamos el depósito de energía, motivación y nuevas ideas.

Podemos detectar y corregir aquello que puede mejorar, eliminar los hábitos que nos frenan e introducir otros nuevos que nos favorezcan.

Como el leñador que perdió el concurso, si seguimos gastando nuestros recursos sin pulirlos ni renovarlos, al final nos quedaremos atrás. Descansar es "afilar el hacha" del cuerpo y el alma.

así puedes hacer Minivacaciones cada día

  • Pasa tiempo al aire libre: exponernos a la luz permite un descanso óptimo, y que nuestros relojes internos se sincronicen con los externos -el principal es la luz solar así lo muestra la cronobiología-.  Saca afuera tu «toalla» o sal un rato a pasear.
  • Celebra con tus amigos: Reconectar con las buenas relaciones es otra forma de descansar.  Puedes organizar una salida al campo o, si solo dispones de una hora, tomar un té reparador en el que no habléis de trabajo ni de problemas de ningún tipo.
  • Practica el Niksen: Reconectar con las buenas relaciones es otra forma de descansar.  Puedes organizar una salida al campo o, si solo dispones de una hora, tomar un té reparador en el que no habléis de trabajo ni de problemas de ningún tipo.
  • Regálate una siesta: Un sueño de 25 minutos mejora más del 50% el estado de alerta y más del 33% el rendimiento laboral, respecto a los pilotos que no lo hacen, según ha calculado la NASA.  Por ello, una corta siesta es otra  de las actividades bien  productivas.
  • Vive en tiempo profundo: Los bebés viven el «tiempo profundo» porque no lo miden ni seccionan, fluyen con él, comenta Oliver Burkeman en su ensayo 4000 semanas. Ahí reside su magia. ¿Eres capaz de no mirar el reloj durante tu tiempo de descanso?
  • Aventúrate a lo nuevo: Refrescar la mente con experiencias inusuales es también una forma de descansar, de  salir del mundo cotidiano. Aunque solo sea pasear por un barrio distinto o comprar un libro al azar que te llame la atención, aventúrate a vivir nuevas experiencias.