Nos empeñamos en controlar, someter y cambiar nuestro cuerpo. Probablemente, estas palabras o unas muy similares, serían las que diría nuestro cuerpo si le diésemos voz para expresarse:
"Estoy enfadado contigo, me siento muy exigido. Solo me alimentas para que no me muera; todo el tiempo estás preocupado por la dieta y si estoy gordo o no.
¿Cuánto hace que no comes por placer, saboreando la comida sin ansiedad? Solo te preocupa mi apariencia. No me dejas moverme lo que necesito, pasamos la mayor parte del tiempo sentados, vamos en coche y andamos lo mínimo.
¿Cuánto hace que no bailamos o hacemos un deporte que nos guste? Por no hablar de las horas de sueño que necesito. Siempre trabajando, tienes que aprovechar para hacer cosas hasta última hora de la noche, y así no dormimos. Encima me exiges que esté despierto y activo todo el día. ¡No tengo energía si no duermo!
Pretendes que me adapte a lo que tú crees y no a lo que yo necesito. Por la mañana, café y estimulantes para que esté despierto. Como luego no puedo relajarme, quieres hacerme dormir a base de somníferos. ¡Y después te quejas de que tienes ansiedad!
Cada vez que me sobreexiges, me desequilibro, es mi manera de expresarme.
Y en cuanto al sexo, ¿cuántos meses hace que no nos lo pasamos bien durante un buen rato? Siempre corriendo...
¿Recuerdas la última vez que nos relajamos y disfrutamos de lo que nos gusta, de estar en la naturaleza, pasear, estar con los amigos?”
Cómo hablar con nuestro cuerpo
Este mismo ejercicio les propongo a los pacientes que me consultan porque no tienen energía y están cansados. Les hago hablar con su cuerpo y que este les diga cómo se siente tratado. La mayoría de las veces aparece un monólogo parecido al anterior.
¿Cómo hemos llegado a no tener en cuenta a nuestro cuerpo? ¿Cómo es que lo ignoramos y se convierte en algo a cambiar?
No es que nosotros "tengamos" un cuerpo, como creemos. En realidad, nosotros "somos" nuestro cuerpo
Pero hemos llegado a separarnos tanto de él que lo hemos convertido en un extraño, cuando no en un enemigo.
Lo primero y más obvio es que ya no actuamos como hacían nuestros antepasados. No dependemos de nuestra fuerza física para sobrevivir y ya no vivimos en el campo, o en la selva, sino mayoritariamente en ciudades o entornos urbanos. Y hacemos trabajos más mentales.
Por eso nos hemos escindido de él, lo vemos como algo ajeno. Tratamos a nuestro cuerpo del mismo modo que tratamos a la naturaleza, como algo separado de nosotros. Y nuestro cuerpo es nuestra naturaleza.
Estamos más con la atención puesta en cómo debería ser (el cuerpo), en lugar de dejarnos sentir, escuchar y atender a las necesidades que tiene.
- No prestamos atención a las señales y los mensajes que nos manda.
- No conocemos su lenguaje.
- No confiamos en él ni en nuestra capacidad de entenderlo y poder hacer algo para que esté bien.
Y, siguiendo con la escisión, lo dejamos en manos de especialistas: los médicos, los fisioterapeutas, el dietista, el instructor de fitness... que tienen el saber y se van a encargar de atenderlo. Nos desposeemos.
Reapropiarse del cuerpo
Mi propuesta pasa por sentirlo como una parte más de nosotros mismos. Darnos cuenta de que somos nosotros. Reapropiarnos del cuerpo.
Para ello sugiero:
- Creer y confiar en él.
- Creer que tiene saber y capacidad de autorregularse y estar bien.
- No considerarlo como algo inferior que hay que dominar.
Nuestro cuerpo tiene mecanismos sabios para poder mantener un estado de bienestar, alegría y de salud si le damos la oportunidad. Es necesario que soltemos el control y que confiemos en estos mecanismos de autorregulación.
Para conseguirlo, nos será útil conocer los dos sistemas responsables de nuestros movimientos.
- Sistema piramidal. Es el que se encarga de los movimientos voluntarios y conscientes, los que decidimos hacer nosotros.
- Sistema extrapiramidal. Esta red neuronal, en cambio, es la que se encarga de nuestros movimientos involuntarios, inconscientes. Solo trabaja para regular el cuerpo y compensa los movimientos del sistema piramidal. El sistema extrapiramidal se puede entrenar para que actúe más espontáneamente mediante trabajo corporal.
Estos dos sistemas influyen, a su vez, en el sistema nervioso simpático y el parasimpático:
- Sistema nervioso simpático. Es el encargado de poner a nuestro cuerpo en estado de alerta y protección. Un sistema nervioso simpático activado equivale a tensar más el organismo y a gastar más energía. Este estado se activa, además, cuando se segregan sustancias como el cortisol, la hormona que también producimos en momentos de estrés.
- Sistema nervioso parasimpático. Con él, nuestro cuerpo entra en un estado de crecimiento o relajación. Este sistema se encarga principalmente de la restauración y conservación de la energía corporal y el descanso de los órganos vitales. Así, cuando realizamos una actividad o tenemos un pensamiento que activa este sistema, estamos fomentando nuestra salud, poniendo en marcha el sistema inmunitario.
¿Cómo nos regeneramos?
Para que el cuerpo se regenere es necesario que entre en modo de crecimiento. No es fácil con el ritmo de vida actual, en el que nos pasamos el día tratando de cumplir los objetivos que nos hemos marcado... o que nos han marcado otros.
Activamos en exceso nuestros estados de alerta y protección, cosa que nos lleva al cansancio permanente. Para poder conseguir un estado de bienestar y de vida plena hace falta darnos espacios de relajación, de contemplación, o dicho de otra manera, hacer que nuestro cuerpo pueda activar nuestros sistemas parasimpático y extrapiramidal, para así regenerarnos.
Reconecta con tu cuerpo en 7 pasos
1. Averigua cuál es tu relación con él
¿Cómo hablas de tu cuerpo? ¿Usas frases del tipo: “Estaría bien si no me doliera la cabeza”, como si fuera algo ajeno a ti? ¿O, por el contrario, cuando estás en un proceso curativo sabes que algo te está ocurriendo y le dedicas atención? Tener una buena relación con el cuerpo es dedicarle tiempo para que esté bien. Tomar buenos alimentos, moverse, dormir, descansar y relajarse.
2. Cédele la palabra sin censuras
Escribe tu biografía corporal como si tu cuerpo hablara en primera persona. Empieza desde el momento en que naciste y explica todo lo que te ha ido ocurriendo: sensaciones corporales, enfermedades, accidentes, sexualidad, operaciones... Solo lo que tenga que ver con lo físico. Déjate impactar y relee lo escrito intentando hacerte una idea de cómo ha sido tu vida desde ese enfoque. Quizá te ayude a entender cómo piensas y sientes.
3. Suelta el control y la exigencia
El cuello es el lugar del cuerpo donde es más fácil ejercer control sobre músculos, nervios, huesos... Es una zona de paso que con su bloqueo impide que las sensaciones que manda nuestro cuerpo lleguen a la cabeza.
Cuando nos ponemos exigentes y controladores, tensamos el cuello, así podemos seguir con lo que nos proponemos en lugar de atender al cuerpo. Algunos problemas de cervicales pueden estar relacionados con esta actitud. Técnicas como el masaje o la acupuntura pueden ayudarte a distenderlo.
4. Deja fluir lo que sientes
Sé que estoy rabioso porque siento una sensación corporal, aprieto los dientes y los puños, noto la adrenalina en el cuerpo. Una emoción es momentánea; si consigo expresarla, desaparece y puedo estar con lo siguiente. En cambio, si sigo con pensamientos negativos que refuerzan el enfado, puede durar eternamente.
Trabajos expresivos como el Sistema de Centros de Energía –una terapia con movimientos para romper la tensión corporal– o el Sistema Río Abierto –que utiliza desde la música, la danza o el teatro al masaje– permiten la expresión emocional y el desbloqueo.
5. Favorece su autorregulación
Para que el sistema extrapiramidal –el encargado de regular nuestros movimientos y órganos– se active, tenemos que soltar el control, dar espacio a los movimientos involuntarios. Cuando el cuerpo ha estado tenso o hemos tenido algún susto, si nos relajamos podremos entrar en un movimiento repetitivo que permite que salga la tensión.
Es fácil observar este mecanismo de autorregulación en los animales: de forma espontánea, después de haber pasado por algún shock se mueven descontroladamente. La técnica japonesa katsugen nos ayuda a entrar en este movimiento espontáneo a través de la respiración.
6. Resérvate un espacio para la distensión
Los momentos de relajación y distensión propician que nuestro sistema nervioso parasimpático se ponga en marcha. Y si, además, la actividad es placentera y en grupo, mucho mejor. Bailar y disfrutar del movimiento es una buena opción. Cuando digo bailar no me estoy refiriendo a apuntarse a una academia de baile para aprender unos pasos determinados, sino a practicar el baile de forma libre y espontánea. Buscar lugares donde se pueda bailar sin tener que hacerlo bien. Te sugiero técnicas como Ecstatic Dance o los 5 ritmos de Gabrielle Roth.
7. Descubre qué es lo que le sienta bien
No todo el mundo necesita el mismo tipo de actividad física para estar bien. Averigua cuál le sienta mejor a tu cuerpo. A lo mejor es algo movido y competitivo, como el fitness, o algún deporte, como el pádel o el tenis. Quizá es algo más sutil y energético, como el taichi o el yoga. O tal vez lo que te regula mejor son los estiramientos, como el Pilates.
Nuestro cuerpo puede hacer actividades anaeróbicas (breves e intensas) y aeróbicas (de resistencia). La combinación de las dos ayuda a que el cuerpo se regule.