En una ocasión fui invitado a un congreso de mindfulness y un médico que daba una ponencia me confesó: «El gran problema de nuestro mundo es que uno es lo que entrega. Nos miden por aquello que hacemos, no por lo que somos».
Solo cuando pasamos del «modo hacer» al «modo ser» salimos del piloto automático y recuperamos la libertad para vivir, decía Guady Ruiz-Giménez en El arte de envejecer bellamente. En sus propias palabras: «La atención del modo hacer es rápida, involuntaria, intuitiva y motivada por impulsos y emociones; mientras que el modo ser utiliza una atención voluntaria más lenta, reflexiva y esforzada. Es el asiento del autocontrol consciente, del aprendizaje y la planificación localizados en la corteza prefrontal».
Beneficios de pasar del modo hacer al modo ser
Guady también cita la guía práctica Mindfulness, en la que los profesores Williams y Penman presentan los beneficios que disfrutamos si pasamos del hacer al ser:
- Dejamos de actuar automáticamente y recobramos nuestra capacidad de elección.
- En vez de juicio hay aceptación.
- Conseguimos cambiar la tendencia a analizar por la de sentir.
- Dejamos de identificamos con nuestros pensamientos.
- Reconocemos y aceptamos las emociones en lugar de evitarlas.
- Recuperamos toda nuestra energía personal.
- Vivimos en presente, ya no nos proyectamos al pasado o futuro.
¿Por qué tenemos miedo a no hacer nada?
En historia del arte se habla del horror vacui para referirse a nuestra tendencia a llenar todos los huecos –en el arte y en la vida–, como si los espacios en blanco fueran trampas mortales en las que pudiéramos desaparecer. En la actualidad, esto se traduce en calendarios a reventar, algo que afecta incluso a los niños, que, según la psiquiatra Marian Rojas, «tienen agendas de ministros».
¿Por qué nos da tanto miedo no hacer nada? ¿Tememos que acudan a nuestra mente preguntas incómodas? ¿De dónde viene la fiebre de aprovechar cada hueco temporal, como si la vida se nos escapara de las manos?
Wu wei: la utilidad del no hacer
En el poema XI del Tao Te King, Lao Tse explica con gran belleza la utilidad del vacío: «Treinta radios convergen en el centro de una rueda, / pero es su vacío lo que hace útil al carro. / Se moldea la arcilla para hacer la vasija, / pero de su vacío depende el uso de la vasija. // Se abren puertas y ventanas en los muros de una casa, / y es el vacío lo que permite habitarla. / En el ser centramos nuestro interés, / pero del no-ser depende la utilidad.»
Como en el cuento del maestro y la taza de té, para poder llenarnos de algo nuevo, primero tenemos que vaciarnos. Y eso implica no hablar, no decidir, no hacer: esa es la base del wu wei.
Es erróneo creer que el «no hacer» es una invitación a la pasividad, la pereza o la apatía. Al contrario, supone tener suficiente conciencia para saber cuándo actuar y cuándo no, cuándo nuestra acción puede ser contraproducente y, por tanto, conviene no forzar el curso de las cosas. Este concepto está en el corazón del taoísmo, que nos dice de forma misteriosa que el Tao nunca lleva a cabo ninguna acción, pero que tampoco deja nada por hacer.
¿En qué situaciones es mejor no hacer nada?
En su libro Tener suerte en la vida depende de ti, Xenia Vives dedica un apartado al wu wei e identifica algunas situaciones cotidianas en las que es preferible no hacer:
- Cuando estalla una discusión y los nervios nos impiden reconducir la conversación, lo mejor es dejar el tema y retirarse sabiamente. Ya habrá tiempo para hablar cuando se calmen las aguas.
- Si te embarga la ira o la decepción, puedes sentir la tentación de mandar un mensaje airado. Un email o un WhatsApp fuera de tono en un momento de acaloramiento puede destruir años de confianza. Un proverbio chino recomienda: «Cuando estés molesto no escribas cartas, y cuando estés feliz no prometas nada.»
- En cualquier tesitura de caos y hostilidad, cuando todo está tan confuso y crispado que no se ve claro el camino a seguir, a veces actuamos a la desesperada y es cuando las cosas se estropean definitivamente. Si el sendero se ha cubierto de niebla, párate y espera. Ya retomarás la marcha cuando se aclare. De nuevo la sabiduría china nos dice: «Siéntate a la puerta de tu casa y verás pasar el cadáver de tu enemigo».
No-hacer para reponer la energía mental
En la cultura occidental, relacionamos el arte de no hacer con expresiones como el dolce far niente de los italianos. Sin embargo, también en países tan industriosos como Holanda hay una palabra para describir ese estado. En neerlandés, el niksen es algo más que «no hacer nada», sirve para recargar pilas y para abordar problemas que el fragor de la actividad nos impide resolver.
El solo hecho de descansar, sin forzar soluciones, ya crea ese vacío tan fértil del que hablaba el Tao Te Ching. Mirar por la ventana o tomarse un respiro ayuda a reponer nuestra energía mental y a superar los bloqueos propios del agotamiento. Sandi Mann, psicóloga de la universidad UCLAN, afirma: «La inactividad deja que la mente busque sus propios estímulos, es ahí que empezamos a soñar despiertos y la mente comienza a vagar, y es en ese punto cuando hay más probabilidades de que nos llegue la creatividad.»
Lógicamente, entre la hiperactividad frenética y la pausa absoluta existe una vía del medio, lo cual es también un concepto muy oriental. La sabiduría del ser humano radica, justamente, en saber cuándo hay que actuar y cuándo descansar; en qué momento conviene sintonizar el modo hacer, y en cuál, el modo ser.
Para discernirlo contamos con la ayuda del economista y político italiano Vilfredo Pareto, quien ya en 1906 sugirió que el 80% de los efectos proceden del 20% de las causas. Este cálculo fue aprovechado por teóricos como el ingeniero Joseph Juran para enunciar el famoso Principio de Pareto.
Si el 80% de los beneficios los obtenemos del 20% de nuestra actividad, ya tenemos un valioso baremo para saber cuándo conviene actuar y cuándo es mejor renunciar. Algunos ejemplos:
- Un free-lance con muchos clientes puede detectar el 20% que le aporta más valor económico o satisfacción, y así liberase del 80% restante a fin de generar más espacio para clientes de calidad.
- Si descubrimos el 20% de actividades de nuestro tiempo libre que nos dan más placer o realización, podemos elegir y decir no a compromisos que nos llenan la agenda, pero no el corazón.
Cómo ponerse en modo pausa
Al igual que un motor necesita de cierto tiempo para bajar de 100 a 0, para una persona hiperactiva frenar de golpe puede ser contraproducente, ya que al principio se sentirá desorientada. Es mejor introducir pequeños objetivos de descompresión, como conquistar una tarde libre a la semana e ir aumentando las pausas.
Marcelo Estráviz explica en su libro El poder de la pausa que las grandes transformaciones de su vida tuvieron lugar tras tomarse un año sabático. Un parón de este tipo requiere de preparación, empezando por la provisión de fondos para el tiempo que estemos sin trabajar, con el margen necesario hasta que vuelvan los ingresos.
«¿Por qué tienes tanta prisa?», preguntó el maestro a un discípulo muy agitado. «Busco el conocimiento», respondió, «no puedo perder tiempo». «¿Y cómo sabes que el conocimiento va por delante de ti? Quizá va detrás, y todo lo que necesitas para encontrarlo es quedarte quieto. Al apresurarte te estás alejando».
La ausencia de mensajes es casi un tabú en nuestro mundo saturado de información, sobre todo si estamos en compañía. En lugar de decir cualquier cosa porque estamos con alguien, podemos compartir el silencio hasta sentirnos cómodos con ello. Eso revela un grado de intimidad mayor que «hablar por hablar».