Sigas el tipo de alimentación que sigas, las proteínas son indispensables para tu organismo. Compuestas por aminoácidos, las proteínas son como los ladrillos que conforman la mayoría de nuestros tejidos.
También forman parte de las células de nuestro sistema inmunitario y son ingredientes clave en la producción de enzimas y neurotransmisores, entre otras funciones. Las proteínas en la cena son esenciales, pues favorecen el descanso y la regeneración del organismo.
Por qué incluir proteínas en la cena
La melatonina es uno de los neurotransmisores más importantes. Nos ayuda a conciliar el sueño y de su síntesis depende un buen equilibrio del ciclo circadiano. Además, tiene una potente acción antioxidante. Para que la melatonina se forme en nuestro cerebro, es necesario conseguir de los alimentos suficiente triptófano, un aminoácido esencial que encontramos en abundancia en los huevos, los lácteos (mejor si son fermentados), el tahini, el plátano o las nueces. Además, para fabricar melatonina por la noche, necesitamos sintetizar por la mañana serotonina, otro neurotransmisor que nos ayuda a estar de buen humor durante el día. Esto significa que en el desayuno también debemos introducir alimentos ricos en proteínas.
La sensación de saciedad depende en buena medida de la ingesta de proteínas. De este modo, podremos cenar pronto e ir a la cama sin hambre, la mejor garantía para tener un sueño reparador.
La reparación y regeneración de los tejidos se activa especialmente por la noche. Si tomamos suficientes proteínas, será más fácil que la musculatura se recupere y que aumente de volumen si hemos hecho ejercicio. Los órganos también tendrán ocasión de repararse. Por supuesto, la cena debe contener proteínas, pero siempre en equilibrio con la fibra, los carbohidratos y la grasa.
Una forma de asegurar que tu cena incluye proteínas es recurrir a estos alimentos:
- Legumbres, como los guisantes o los garbanzos, preferiblemente en forma de tempeh (fermentado) si tienes dificultades digestivas.
- Pseudocereales, como el trigo sarraceno o la quinoa.
- Huevos y lácteos fermentados de cabra, si es posible ecológicos.
- Frutos secos, como anacardos, almendras y nueces, y semillas de calabaza, de girasol, de cáñamo, piñones, etc. Aportan proteínas y un toque crujiente a los platos.
5 recetas de cena con proteínas