Hay habilidades sociales a la hora de relacionarnos que los demás, que se van aprendiendo a lo largo de la vida. Una de ellas y a la vez una de las complicadas, es la de marcar límites. ¿Cuantas veces no te has encontrado haciendo favores o llevando a cabo acciones que en realidad piensas que no deberías hacer pero te acabas encontrando, no sabes como, enfrascado en ello?
Por evitar conflictos, por no contrariar a alguien y alejarlo de nosotros, por sentir menos valía en nosotros mismos y más en el resto... Puede haber muchas razones que nos lleven a hacer lo que no queremos.
La palabra clave para tu autoestima
Todos sabemos articular la palabra "no" y, sin embargo, ¿cuántas veces se nos ha quedado escondida en la garganta? Vale la pena aprender a decir "no", ante todo como un acto de reconocimiento y respeto hacia uno mismo que, por añadidura, nos hace ganar autoestima y evita que puedan abusar de nosotros o que podamos vernos engarzados en una dependencia emocional.
Al hacerlo, las relaciones ganan autenticidad y verdadera reciprocidad. Poco a poco vamos descubriendo que nuestros temores no se cumplen y que, en general, la gente ni se enfada con nosotros ni nos rechaza.
Cierto que algunas amistades (pocas) pueden perderse, pero las que se mantienen son mucho más veraces y satisfactorias desde el punto de vista humano.
Además, la recién ganada seguridad en uno mismo contribuye a que las relaciones sean mucho más tranquilas. Ya no se favorece el "efecto volcán", ni se gasta energía acumulando ira y resentimiento, ni se ocupa memoria tratando de recordar qué excusas se han dado ni qué historias se han contado.
Paradójicamente, la gente nos acaba valorando y teniéndonos mucho más en cuenta. Hasta podemos oír que admiran nuestra "personalidad", mientras se disfruta de sentirse mucho más enraizado en uno mismo. Así, conviene adoptar las estrategias psicológicas de la asertividad para aprender a decir no y empezar a ganar autoestima.
Perder el miedo a las críticas
La persona a la que le cuesta decir no a menudo suele ser muy sensible a las críticas, en especial a las que se usan para confundir y manipular a base de inducir sentimientos de culpabilidad.
Conviene recordar la regla de oro para estos casos: no negar las críticas ni contraatacar con otras. Ante una crítica pueden hacerse básicamente tres cosas:
- Admitir que la afirmación es cierta. A un amigo que nos reprocha el que no lo hayamos invitado a una fiesta podemos responderle: "Es cierto, no te invité a mi cumpleaños".
- Reconocer que puede ser cierta. Si, al llegar a casa, la pareja nos espeta: "Si no pasaras tantas horas intentando quedar bien con tu jefe no volverías de tan mal humor", se le puede contestar simplemente: "Quizá tengas razón, si no trabajase tanto tal vez no estaría de tan mal humor.
- Expresar que la afirmación es lógica. La madre de uno de los dos jóvenes que llevan años conviviendo en pareja insiste una y otra vez para que se casen, a lo que éste responde: "Tienes razón, mamá, lo que dices es cierto. Cuando comprendamos que nos conviene, nos casaremos".
Al reaccionar de ese modo no olvidamos que cada persona puede tener una parte de la verdad y que probablemente todas las críticas encierran algo de razón. Pero la actitud que prevalece es la de quien, a pesar de todo, se permite juzgar por sí mismo y hacer lo que él decida en conciencia.
Quien está aferrado a la idea de que los errores son malos y que, por tanto, al cometer uno se es "culpable", se ve impelido a pedir perdón y buscar una manera de compensar la falta, o bien a adoptar una actitud defensiva buscando de qué acusar a los demás.
En vez de eso es preferible aceptar el error sencillamente como lo que es, un error, sin magnificarlo ni pasarlo por alto. Así se dispone de más energía para aplicar aquello de que de cada error se puede aprender.
Qué pasa cuando dices que no
Cuando reciben un "no" a algo que han propuesto o hecho, las personas inseguras tienden a encajarlo como un rechazo a su propia persona, con lo que el efecto puede llegar a ser devastador.
Pero si alguien quiere atreverse a decir "no" cuando siente que debe hacerlo, también debe ser capaz de asumir las negativas de los demás sin desmoralizarse.
Para ello, es importante diferenciar claramente entre lo que hacemos y aquello que somos. ¿Qué nos está diciendo el otro?
No le ha gustado algo de lo que hemos expresado o hecho; pero no está afirmando que no seamos válidos como personas ni nos está rechazando globalmente.
Aunque, si así fuera, una cosa es lo que alguien pueda pensar de nosotros y otra, muy distinta, lo que somos en última instancia.
Con su "no" sincero nos está dando la posibilidad de que le conozcamos más y de que podamos darnos a conocer mejor. ¿Acaso no es este el camino que lleva a profundizar en las relaciones humanas?
Estrategias para poder decir no (asertividad)
Tan importante es intentar no herir los sentimientos de otra persona como expresar claramente las propias necesidades.
Indagar en uno mismo
Es importante plantearse una serie de cuestiones para comprender por qué nos cuesta tanto decir "no".
¿Qué es lo que más temo al dar una negativa?
¿A qué personas o situaciones me resulta más difícil negarme?
Si alguien se siente especialmente dolido cuando le niegan algo, es fácil que espere que en los demás se dé la misma reacción.
Ganar tiempo
Es útil ganar tiempo antes de contestar, a fin de aclararse y tomar fuerzas para exponer el propio parecer.
Descubrir nuestros deseos
Conviene preguntarse por lo que uno realmente desea, más allá de lo que quieran los demás.
En algunos casos ambos deseos serán parejos, en ocasiones la persona puede decidir adaptarse, pero en otras la mejor decisión puede consistir en negarse.
Cómo expresar un rechazo sin herir
Como una negativa puede ser desagradable es importante cuidar la forma en que se expresa:
- Reconocer las necesidades y los sentimientos de la otra persona.
- Explicar la razón por la que se rechaza la proposición, apelando a las propias necesidades y sentimientos.
- No culpar ni manipular (para lograr la colaboración de los demás no suele ser una buena medida hacerles responsables de sus propios males).
- Asegurarse de que la otra persona ha entendido la decisión.
- Ofrecer alternativas teniendo en cuenta las necesidades mutuas.
Mantenerse firme en la negativa sin perder el respeto
Una vez que se ha expresado una decisión es importante mantenerla, o llegar a una renegociación.
Hay que repetir con tesón, tranquilidad y sin enfadarse lo que uno quiere.
Por ejemplo, ante un vendedor a domicilio no tenemos por qué explicarle la razón por la que no deseamos comprar un producto; ni mentir diciendo que ya lo tenemos; ni rebatir sus coherentes argumentos; ni contestar a otras cuestiones colaterales sobre las costumbres de los hijos. Basta con repetir que comprendemos sus razones pero que su oferta no nos interesa.
La clave consiste en mantenerse firme y superar la creencia de que todo lo que se diga debe ser una consecuencia de lo que haya dicho el otro.
También conviene recordar que no tenemos por qué responder a una pregunta que no deseamos contestar, ni suministrar más información de la que nos interesa.
Hacer lo que no apetece también es una elección
Hay libros de autoayuda dirigidos a personas que no saben decir "no" ni poner límites a las demandas ajenas.
Con frecuencia insisten en la necesidad de reconocer lo que a uno le apetece hacer y actuar siguiendo este criterio más que tratando de adaptarse a las necesidades o apetencias externas.
Llevada al extremo, esta postura conduciría al egoísmo en las relaciones familiares y sociales.
Es cierto que desoír los propios deseos genera un malestar que acaba dirigiéndose hacia los demás o hacia uno mismo. Pero no hay que olvidar que, en ocasiones, decidimos hacer algo que claramente no nos apetece porque nos guía un valor de orden superior.
Cuidar a una madre enferma de Alzheimer puede no llenarnos de gozo, por ejemplo, pero lo hacemos porque consideramos que es nuestro deber o como forma de compartir sus últimos pasos en este mundo.
En una situación de estas características no se trata de obviar aquello que sentimos, sino de tenerlo en cuenta como un elemento más en el proceso de valoración y de toma de decisiones.
No es tarea fácil aprender a decir "no", superar poco a poco la inseguridad, defender las ideas en las que creemos o aquello que deseamos, ser capaces de poner límites a cuanto puede sobrepasarnos o freno a quienes pretenden abusar de nosotros...
Pero todo proceso de superación esconde la fascinación por lo que nos hace más humanos: nuestra capacidad de crecer y de ampliar horizontes personales. El esfuerzo merece la pena.
Libros para aprender a decir que no
- No diga sí cuando quiera decir no; Herbert Fensterheim y Jean Baer. Ed. Grijalbo
- Saber y atreverse a decir no; Sarah Famery. Ed. Amat
- Cuestión de dignidad; Walter Riso. Ed. Granica