Muchas de las personas que acuden a mi consulta muestran signos de estar controladas por el mandato de “portarse bien y ser amable con los demás”. Este mecanismo de adaptación social, aunque permite sobrevivir a los niños en un entorno hostil, a la larga, acaba teniendo consecuencias demoledoras. Y es que ser amable es bueno para los demás, pero no siempre lo es para ti.
El exceso de amabilidad se forja en la infancia
En casi todas las culturas encontramos cuentos, refranes o frases hechas que buscan la obediencia de los niños. Quizá el más claro y evidente sea el británico: “children should be seen but not heard”, que exige a los niños permanecer callados y no molestar. Su versión en español es el demoledor: “calladita estás más guapa”.
Estos refranes resumen perfectamente la expectativa social que muchos adultos tienen sobre la infancia: para ser apreciados y que se les haga caso, los niños deben comportarse de manera sumisa y silenciosa.
Lo que los niños aprenden de esta exigencia de silencio y sumisión es que, si se adaptan a lo que dictan los adultos, reciben atención y aceptación social.
De manera inconsciente, estos niños asumen la idea de que mostrarse buenos y obedientes aporta beneficios y cierta satisfacción personal: los adultos les hacen algo de caso. Este pequeño logro de atención acaba actuando, durante toda la vida, como un reforzador.
Qué sucede cuando ese niño "amable" se convierte en adulto
Más adelante, en el mundo laboral o de pareja, se sigue reforzando esta actitud. Estas personas están completamente convencidas de que, cuanto mayor es el grado de sumisión, más posibilidades de promoción tienen o menos discusiones de pareja mantendrán. Para ellas, aparentemente, el beneficio de la aceptación social se sigue manteniendo.
Adaptarse siempre a los demás, desde un punto de vista psicológico, no resulta saludable ni beneficioso. Siempre acaban apareciendo consecuencias negativas de diverso índole: pequeñas frustraciones, somatizaciones, sensación de insatisfacción y, en casos extremos, depresión.
Además, esta adaptación parte de un concepto erróneo y demoledor para la persona: el pensar que, para vivir, para sobrevivir, necesitas siempre la aceptación y el permiso de los demás.
De niñas, estas personas, a las que las obligaron a ser sumisas y silenciosas para ser apreciadas, amadas, tenidas en cuenta, perdieron el amor propio. Sus padres, los adultos de alrededor, no las querían por ellas mismas, sino por comportarse como les ordenaban, es decir, de forma sumisa y silenciosa.
La sumisión se convirtió para estas niñas/os en la forma única de supervivencia. No olvidemos que bebés, niñas y niños hacen cualquier cosa para poder sobrevivir. Y que también, asimilan el comportamiento de los padres, por disruptivo que este sea, como el normal y recomendable.
Un efecto secundario muy poco deseable
Lo cierto es que nunca es sano ser siempre amable con todo el mundo. Al cabo del tiempo, entre otros, aparece un efecto secundario muy dañino que puede llegar a ser mucho peor que las breves muestras de atención logradas: desconectar de uno mismo.
Hace tiempo, un paciente me relató uno de sus primeros recuerdos. Debía tener 4 años, iba a entrar en la guardería y toda su familia le estaba enseñando cómo debía comportarse en clase. “¿Cómo están los niños en el cole?”, le preguntaban; a lo que él debía responder “cruzando los brazos y quedándose quieto”.
Tal y como se lo habían enseñado desde pequeño, Manuel seguía, en su edad adulta, repitiendo este patrón de niño bueno. Era incapaz de llevar la contraria a nadie, siempre trataba de complacer a los demás y se esforzaba para que nadie (en su trabajo o en su familia) se enfadara.
Cómo cambiar y “dejar de ser amable” con todo el mundo
Aunque el mandato del silencio y la sumisión se muestre muy enquistado en la personalidad, siempre es posible deshacerse de él.
Te comparto aquí algunos consejos para emprender este camino de autoconocimiento y de recuperación de la voz propia.
No es ser mala persona, solo expresar tu opinión
En primer lugar, hay que dejar de pensar que no ser complaciente equivale a ser mala persona. Muchos niños han sufrido esta programación y, cuando son adultos, son incapaces de defenderse por miedo a ser vistos como egoístas.
Liberarte de este patrón negativo no te convierte en mala persona, sino en una persona libre.
Poder defenderte ante una agresión
Uno de los beneficios de liberar este patrón es que podrás defenderte de injusticias o abusos que otros quieran cometer contigo.
Aprender a decir "No" y establecer límites claros es fundamental para tu bienestar emocional. Comprender que tu bienestar debe ser una prioridad resulta crucial.
Ya no pasa nada
Los miedos del pasado no son presentes. No va a ser tan grave como si te rechazan de pequeña. Puede que a alguien no le guste lo que expreses, pero, sin duda, el beneficio de ser tú misma merece la pena.
Aceptar que no puedes agradar a todo el mundo es liberador y te permite ser auténtica.
Reconoce tus propias necesidades
Resulta fundamental identificar y reconocer tus propias necesidades y deseos. Haz una lista de lo que realmente te importa y lo que necesitas para sentirte bien contigo misma.
Esto puede incluir tiempo para ti, hobbies, descanso adecuado y relaciones que te nutran emocionalmente.
Busca apoyo
No tienes que hacerlo todo sola. Busca el apoyo de amigos, familiares o incluso un terapeuta que te ayude a desarrollar habilidades de asertividad y a superar el miedo a ser rechazada. A veces, compartir tus experiencias y recibir feedback positivo puede ser muy útil en este proceso.
Cuida de ti misma
Finalmente, recuerda que cuidar de ti misma no es egoísta, es necesario. La autocompasión y el autocuidado son esenciales para mantener una buena salud mental y emocional. Dedica tiempo a actividades que te relajen y te hagan feliz, y no olvides que mereces sentirte bien.
No olvides que tienes derecho a ser feliz y a vivir de acuerdo a tus propias necesidades y deseos. Ser amable es una virtud, pero no a costa de tu bienestar. Encontrar el equilibrio entre cuidar de los demás y cuidar de ti misma es crucial para una vida plena y saludable.