La calidad de nuestra vida depende de cómo priorizamos el tiempo. Quien quiere llegar a todo, a menudo atiende a lo secundario mientras deja de lado lo esencial.
Para evitar ese peligro, a principios del siglo pasado un economista italiano estableció una regla para separar el grano de la paja.
¿Quién fue Pareto?
Hijo de un genovés exiliado voluntariamente a Francia, Vilfredo Pareto nació en París a mediados del siglo XIX, pero regresó a Italia para estudiar hasta doctorarse en Ingeniería en Turín.
Durante veinte años ejerció de administrador de una compañía ferroviaria para luego asumir el puesto de superintendente en unas minas de hierro. Todo ello le procuró mucha experiencia en el ámbito de la productividad, escribiendo distintas obras de economía. En 1906, publicó la célebre observación de que el 20% de la población poseía el 80% de la propiedad en Italia.
La regla de Pareto
Lo que conocemos hoy como la regla de Pareto fue generalizada cuatro décadas después por el consultor rumano Joseph Moses Juran. Este «evangelista de la calidad», como era conocido, emigró a Estados Unidos, donde ejerció con gran éxito su profesión y su vida, puesto que murió a los 103 años. En 1941, Juran estaba leyendo obras de Vilfredo Pareto cuando dio con su regla y decidió testarla en procesos de productividad. Comprobó que, en efecto, el 80% de los efectos provienen del 20% de las causas.
Esto se aplica en múltiples ámbitos, como aseguran los estudiosos de este principio. Por ejemplo:
- El mismo Pareto observó que el 80% del poder político estaba en manos del 20% de la población del país, y el mismo reparto se observaba en la distribución de la riqueza.
- Aplicado a la agricultura, este principio asegura que un 20% de las vainas producen el 80% de los guisantes de un huerto.
- Para aumentar la rentabilidad de un almacén, siguiendo esta regla, hay que concentrar los esfuerzos en el 20% de las mercancías, aquellas más demandadas y que suponen el 80% del valor comercial de la empresa. Por lo tanto, ese 20% que genera el 80% de movimientos hay que colocarlo cerca de donde se preparan los pedidos para mayor eficacia.
La regla de Pareto se aplica en muchísimos más ámbitos, hasta el punto de que se considera una ley universal de la productividad.
J. M. Juran denominaba esta proporción «la ley de los pocos vitales y los muchos triviales» para señalar que una pequeña parte de las causas origina la mayor parte de resultados relevantes, tanto los positivos como los negativos. Por lo tanto, si logramos identificar esas causas y nos enfocamos en ellas, cualquier cosa que hagamos en la vida experimentará un salto de calidad.
Cómo aplicar la ley de Pareto a la vida
Lo que Pareto enunció en 1906 y que Juran aplicó a la industria a partir de 1941 ha llegado hasta nosotros en el 2007 de la mano del consultor Timothy Ferriss. Su manual La jornada laboral de 4 horas, que en su versión original tenía como subtítulo: «Escapa del horario de 9 a 5, vive donde quieras y únete a los nuevos ricos», llevó la ley de Pareto a la gestión de cualquier profesión y a la vida misma. De hecho, la parte del libro –muy extenso, por cierto– que se ocupa de esta ley se inicia con esta cita de Bruce Lee: «No has de acumular, sino eliminar. No se trata de aumentar cada día, sino de disminuir cada día. Cultivarse a uno mismo culmina siempre en la simplicidad».
La regla de Pareto nos invita a centrarnos en el 20% de calidad, tanto en la profesión como en las relaciones personales. Si identificamos el 20% de amistades que nos procuran verdadero bienestar y felicidad, deberíamos renunciar –o al menos, disminuir el trato– al 80% restante de manera que podamos dedicar más tiempo a ese núcleo de gran valor.
Optimizar el tiempo y la vida
Lo mismo se aplica a cualquier actividad de tiempo libre y podemos llevarlo también a las redes sociales. Tim Ferriss explica en su libro cómo la regla del 20-80 le permitió sanear su cartera de clientes cuando ejercía de consultor: «Cuando descubrí la obra de Pareto una noche, llevaba años matándome a trabajar como un esclavo 15 horas al día, siete días por semana, sintiéndome completamente abrumado y normalmente impotente. Me levantaba antes del amanecer para llamar al Reino Unido, ocuparme de Estados Unidos durante la jornada normal de 9 a 5, y después me quedaba hasta casi las 12 de la noche para telefonear a Japón y Nueva Zelanda. Estaba atrapado en un tren de mercancías desbocado y sin frenos, echando paletadas de carbón en la caldera por falta de algo mejor que hacer».
Todos nos sentimos a veces así, sobrepasados por las obligaciones en una rutina automática que oculta la falta de criterio. Si no aplicas ninguna regla, las exigencias de los demás te arrebatarán tu tiempo y tu energía, hasta que al final te dirás: «No me da la vida».
¿Qué hizo Tim Ferriss al descubrir la ley de Pareto? Tras asumir que el 20% de las causas eran responsables del 80% de sus problemas, así como también el 20% de las causas producían el 80% de su felicidad y deseos cumplidos, empezó a diseccionar su vida personal y profesional. Dejemos que nos lo cuente él mismo: «En las 24 horas siguientes, tomé varias decisiones sencillas, pero emocionalmente difíciles, que cambiaron mi vida para siempre e hicieron posible la forma de vida de la que ahora disfruto (…): No contacté más con el 95% de mis clientes y despedí al 2%, lo cual me dejó con el 3% de los productores de mis ingresos para estudiarlos y conseguir otros similares. De más de 120 mayoristas, solamente 5 estaban proporcionándome el 95% de mis ingresos. Estaba dedicando el 98% de mi tiempo a perseguir al resto; en otras palabras, estaba trabajando porque sentía que tenía que hacerlo». Gracias a esa limpieza, Ferriss hizo más rentable su negocio con menos horas de trabajo.
Si empezamos a pensar de este modo, filtremos nuestra existencia con criterios de calidad y bienestar. ¿Cuál es el 20% de las personas que te aportan el 80% de tus inspiraciones y buen humor en tu vida? ¿Cuál es el 20% de actividades de ocio que te producen el 80% de tu satisfacción? Tal vez no lleguemos a trabajar 4 horas por semana, como propone Ferriss, pero estaremos más cerca de vivir plenamente cada una de nuestras horas.
Ver el cuello de botella
En 1984, el consultor Eliyahu M. Goldratt publicaba La meta, que se basa en este principio: de nada sirve tratar de mejorar todos los departamentos de una empresa hasta que no detectes el lugar donde se paraliza la actividad. Lo mismo se aplica a la vida: ¿cuál es ahora mismo el cuello de botella que debes resolver?
Goldratt remite a una excursión infantil, en la que se avanza lentamente. Los esfuerzos por enderezar la marcha no sirven de nada hasta que descubren que el primero de la fila, con menos condiciones físicas, lleva la mochila más cargada. Tras quitarle peso y repartirlo entre compañeros más ágiles, el ritmo de todo el grupo se acelera.
Usa Pareto para la vida
La regla que hemos visto en este artículo se aplica también a la ropa que nos ponemos. Es muy probable que el 80% del tiempo uses solo el 20% de las prendas de tu armario, aquellas que más te gustan y con las que te sientes más cómodo. Tomar conciencia de ello te servirá para regalar la ropa que no te pones y reducir el desorden.
Llevando este filtro a la pantalla de tu smartphone, es muy posible que solo utilices el 20% de las aplicaciones que tienes instaladas. El resto solo ocupan espacio y ralentizan el dispositivo. Si hace un año o más que no las usas, puedes eliminarlas sin mala consciencia. Además, te será más rápido encontrar las que sí usas.