Muchas personas se preguntan qué hacer con su pareja, si dejarla o seguir intentándolo una vez más; qué hacer con su negocio, si invertir o empezar a disfrutar de lo que ya da; o qué hacer con ese trabajo que no les llena del todo pero por lo menos les da de comer.
Ahora mismo hay una infinidad de gente preguntándose qué hacer. Si es tu caso, déjame decirte que la mayoría de cuestiones de este estilo se responden de la misma manera. No es que no sepas qué hacer, es que no quieres tomar las decisiones que necesitas tomar.
Por qué te cuesta tomar una decisión
Cuando las decisiones están ausentes en un ámbito de nuestra vida suele ser porque la herida está demasiado presente.
Se ve en esas personas atrapadas en relaciones en las que no están bien, pero siguen sin romper. Y lo saben (aunque jueguen a hacerse los despistados). Las conversaciones con las amigas o con el terapeuta solo buscan reafirmar algo que ya sienten en lo más profundo de sus entrañas, pero aún no se atreven a admitir. Porque, si lo hacen, tendrán que ser coherentes y tomar una decisión. Como eso les aterra dejan que “otros” la tomen por ellos.
Por "otros" no me refiero a personas, sino a otros elementos. Cuando no tomas una decisión, ya es una decisión que estás tomando. Por ejemplo, si estás agotada y le gritas a tu pareja, no le estás gritando realmente tú sino que es tu cansancio el que lo hace (en realidad tú seguramente te avergüenzas de estar hablándole así).
Si acabas una relación y te sientes muy sola, ese miedo a la soledad será quien elija a la primera persona que te haga un mínimo de caso como nueva pareja. Pero no le estarás eligiendo tú, sino la soledad (y créeme, tenéis baremos de selección bastante distintos).
¿vas a dejar que el miedo o el cansancio decidan por ti?
Por eso, antes de tomar la siguiente decisión asegúrate de que no son el miedo, el cansancio, la desesperación, la vergüenza ni la soledad quienes elijan por ti, porque sino tu identidad se irá diluyendo y ni te enterarás. Por eso llegará un momento en el que directamente no podrás decidir, porque no sabrás ni quién eres. Y lo peor de todo es que habrás creado el escenario perfecto para la dependencia emocional de quien tengas al lado. Si no sé quién soy, dímelo tú, si no sé qué quiero, decide tú por mí y, sobre todo, no te vayas.
Todo mal.
Tomar decisiones en nuestra vida implica asumir las consecuencias de ser nosotros y, a menudo, no estamos dispuestos a ello. Por eso, no solo delegamos las decisiones importantes sino que nos centramos en hacer y hacer. Y luego nos esforzamos para que los demás reconozcan y valoren todo eso que hemos hecho porque así conseguiremos la finalidad última que era poner el foco fuera para quitarlo de dentro. Conseguimos que nuestros actos nos definan y no tenemos que hacer el esfuerzo de ser.
Pero… ¿qué pasará cuando todo lo hagan los robots o las inteligencias artificiales?
Que quien no se atreva a ser habrá cavado su propia tumba. Serán los mismos que ahora se rompen ante cualquier mínimo contratiempo cotidiano y lo justifican con la etiqueta de turno. Da igual que sea la hipersensibilidad o el signo del zodíaco. Somos los reyes de crear excusas para justificar lo que no nos atrevemos a afrontar.
Lo que mantiene a una persona estancada no son las cosas que le van pasando sino la posición de debilidad en la que se coloca frente a ellas.
Por eso, empieza hoy a tomar esas decisiones que no te atreves a tomar. Urge desencallar esa situación, porque el precio que estás pagando por delegar el control sobre tu vida es infinitamente más alto que cualquier consecuencia que tenga una decisión. Aunque te equivoques, si has elegido tú, sigues liderando tu vida y esa es la mejor dirección hacia tu verdadera felicidad.