Lo hemos visto tantas veces, que casi nos parece algo natural. Un famoso, el influencer de turno, o incluso una persona completamente anónima comete lo que, a ojos de todos, es un error. Y entonces las hordas se ponen manos a la obra, para alzar las antorchas como si volviéramos a vivir en el siglo XIII. Pero no, estamos en el siglo XXI, en el que insultar y humillar a los demás es mucho más fácil que antes. Tienes las posibilidades a un clic de distancia, y el anonimato que ofrecen las redes hacen que los famosos haters se sientan protegidos en su afán de odiar y criticar.
La psicóloga y escritora Elisabeth Clapés, conocida por su tarea de divulgación en redes sociales, se ha posicionado sobre este asunto que es de rabiosa actualidad. Lo hemos visto en fenómenos culturales, como los Óscar, y en series que están de moda en la actualidad, como Adolescencia, de Netflix. El odio que lanzamos en las redes tiene consecuencias.
La cultura de la cancelación
“El hate en las redes sociales es un tipo de bullying”, declara la psicóloga en un vídeo que comparte en sus redes sociales, “y me da igual si se lo haces a un famoso o si piensas que se lo merece, no me importa”. Sus palabras son contundentes, y nos hacen reflexionar sobre este fenómeno que todos vemos en redes, e incluso en la prensa, al que muchos llaman “la cultura de la cancelación”.
Como explica la experta, “se nos está quedando un mundo feísimo”, en el que a la “gente le va a dar miedo hablar en voz alta y ser en público delante de otros”. Y es que, en la sociedad moderna, equivocarse está prohibido.
Si lo llevamos al plano personal, parece más sencillo entenderlo. ¿Cuántas veces, delante de tus amigos, te has descubierto diciendo en voz alta algo por lo que podrían haberte cancelado en redes sociales? Las hordas de haters habrían hecho arder los cimientos de tu imagen pública, pero por suerte, estabas a salvo entre personas de tu confianza.
Algo muy similar sucede con aquellas figuras públicas que, desde la naturalidad, pueden cometer errores. Disculparse es de sabios, rectificar también. Insultar, humillar y cancelar, no lo es.
¿Cómo nos afecta el odio?
“El odio es un veneno que uno toma esperando que se muera el otro”, escribía el gran William Shakespeare. Cuando hablamos de odio, palabra que se esconde inevitablemente tras el término hater, siempre hay dos personas que salen perdiendo: la que odia y la odiada.
Clapés defiende que entender esto es crucial para frenar las oleadas de odio que vemos en las redes sociales. “Me da igual que esa persona sea un famoso, o sea alguien que tiene una situación económica privilegiada. Me da absolutamente lo mismo. No deja de ser un ser humano con sentimientos, que cuando vea que hay millones de personas echándosele encima va a sufrir”.
Este mensaje es especialmente importante, asegura la psicóloga, para aquellos que van de “abanderados de la salud mental”. “Esa persona también merece que velemos por su salud mental. Esa persona y todas. Qué feo se nos va a quedar el mundo si esto se nos sigue yendo de las manos de esta manera”, reflexiona desde Instagram.
Luchar contra la moda del odio, además, es comprender que este veneno no hace daño únicamente al que lo recibe. Quien odia, también sufre.
Desde el punto de vista psicológico, alimentar el odio activa una y otra vez los circuitos del estrés, refuerza patrones de pensamientos negativos y debilita nuestra capacidad de empatizar. El cerebro queda atrapado en un bucle de emociones intensas, como la ira o el resentimiento, que afectan directamente al bienestar mental.
Estudios en neurociencia han demostrado que mantener emociones hostiles de forma prolongada puede aumentar, incluso, el riesgo de ansiedad, depresión y trastornos psicosomáticos. El cirujano Mario Alonso Puig va, incluso, un paso más allá, explicándonos que la ira puede aumentar el riesgo de padecer un infarto.
Más allá de la moral, el odio y las campañas de odio no hacen un favor a nadie. Porque, como dice Clapés, “si lo que quieres es que esa persona rectifique, pida disculpas o aprenda, la manera de hacerlo no es avasallarla y masacrarla con insultos y amenazas. Si tú promueves una campaña de odio en redes sociales, es porque quieres desahogarte, porque quieres vomitar tus demonios internos en otra persona, pero para nada quieres que esa persona rectifique”.
Apostemos por la bondad
En este mundo en el que las críticas y el odio parecen dominar nuestras interacciones, es esencial recordar el poder transformador de la bondad. Los actos de amabilidad no solo benefician a quienes los reciben, sino que también generan un impacto positivo profundo en la salud mental y el bienestar de quienes los practican.
El profesor de Harvard, Arthur C. Brooks, por ejemplo, aboga por un modelo en el que la amabilidad y la generosidad son claves para crear un círculo vicioso de felicidad. Ser amables y generosos nos hace más felices, y esa felicidad nos impulsa a seguir siendo amables. De hecho, el experto asegura que la mejor forma de hacer feliz a otra persona es pidiéndole un favor, porque ayudar a los demás nos beneficia emocionalmente, está demostrado.
La psiquiatra Marian Rojas Estapé coincide en esta apreciación. Para ella, “hacer cosas por los demás, por pequeñas que sean, te cambia la vida”. Son estos pequeños actos de bondad los que pueden alejarnos del odio, dar sentido a nuestra existencia y ayudarnos a tener vidas más felices y plenas.
Y la bondad, por supuesto, puede practicarse en todas las áreas de la vida, no solo en las pantallas. De hecho, hacerlo lejos de las pantallas sería incluso mejor. Así, como dice Elisabeth Clapés, comprenderíamos que “no tenemos el derecho a ser dueños del dolor de nadie”, y que como dice el famoso refrán, “quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra”.
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