A veces, para encontrar el equilibrio de cuerpo y mente y recargar energías, lo mejor es cambiar de contexto. Y es que, nada como una escapada fugaz para desconectar de la rutina y reiniciar mentalmente, especialmente, si es a un lugar tan especial como este, en Granada, que nos descubre la revista Arquitectura y Diseño.
A los pies de la Alhambra de Granada, la sede de la Fundación Rodríguez-Acosta esconde una auténtica joya de la arquitectura desconocida por muchos que invita, no solo a disfrutar de la cultura y la pintura, sino a conectar con nuestro "yo" interior. ¿Qué hace de este rincón granadino un lugar perfecto para la desconexión y la meditación? ¡Te lo contamos!
el carmen de Rodríguez-Acosta
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Fundación Rodríguez-Acosta
Fue el pintor José María Rodríguez-Acosta, reconocido artista de principios de siglo XX, quien proyectó esta joya arquitectónica que hoy es sede de la fundación que lleva su nombre. Se trata de un carmen, un estilo de vivienda típicamente granadina que se caracteriza por contar con un huerto o jardín anexo que supone una extensión de la vivienda. Y se ha convertido en uno de los enclaves de visita obligatoria en la ciudad.
Se trata de un proyecto que el artista comenzó a construir en 1916 y que tardó 15 años en completarse, combinando referencias del mundo grecolatino y nazarí, con el toque de modernidad y racionalismo propio de principios de siglo.
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Fundación Rodríguez-Acosta
Quienes lo visitan suelen maravillarse por las terrazas y miradores que configuran los jardines de este carmen que lleva el sello del pintor granadino, y que responden al pronunciado desnivel del terreno sobre el que se asienta la edificación. Su carácter monumental recoge algunos de los grandes temas de la iconografía simbolista, que no pasan desapercibidos ante el visitante: la muerte, el amor, la locura, la ruina, etc.
Una maravilla para la vista
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Fundación Rodríguez-Acosta
Precisamente fueron el jardín y las estancias exteriores lo que primero se construyó, para después continuar por la estructura del carmen, con sus peculiares transiciones entre estancias interiores y exteriores.
Sin duda, son esos jardines los que suelen atrapar en mayor medida al visitante, con puntos estratégicos como el templo de Psiquis, descubierto, rodeado de columnas y con unas vistas espectaculares de la ciudad y su vega. Allí, muchos aprovechan el entorno y su quietud, así como la combinación del aire puro y la espléndida panorámica para disfrutar de un momento de calma y recargar energías.
También el Jardín Bajo recoge ese estilo pictórico del jardín, ideado por el propio José María Rodríguez-Acosta. Lo preside una imagen de la diosa Diana, rodeada de árboles de gran porte con parterres, fuentes y alberquillas entre columnatas y pórticos. Y en el Patio de Venus, el agua se convierte en protagonista a través de la alberca que centra este patio y de la que emerge una escultura de la diosa del Amor saliendo del baño, todo rodeado por cipreses.
Un rincón para la meditación
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Fundación Rodríguez-Acosta
El canto de los pájaros, los aromas del jardín y la visión de tan mágica edificación lo convierten así en un lugar propicio para la meditación, e incluso para realizar algunas posturas y estiramientos de yoga que activen el sistema nervioso parasimpático y nos recarguen de serotonina y vitamina D.
Y, si quieres completar la experiencia de bienestar, te recomendamos visitar El Bañuelo, unos baños árabes del siglo XI situados a apenas 400 metros de la fundación, y que figuran entre los mejor conservados de la Península. Un enclave que representa, como pocos, ese ritual de la limpieza física y espiritual de los árabes, idóneo para completar la jornada.
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