Muchos adultos tienen una vida aparentemente normal, con sus trabajos, sus familias y sus amistades, pero arrastran una enorme dificultad para profundizar en sus relaciones y mostrarse tal y como realmente son.
Actúan según se supone que deben hacerlo, pero no son capaces de abrirse emocionalmente con las personas queridas que tienen alrededor. Utilizan lo que denominamos los psicólogos: un mecanismo de defensa evitativo.
¿Por qué algunas personas ocultan sus emociones?
Estas personas son conscientes de sus bloqueos e intentan mejorar en sus relaciones con los demás, pero se encuentran con un tope, con un freno, cuando tienen que abrirse emocionalmente y mostrar una parte de su mundo interior.
- No lo hace a propósito. Partimos de la base de que nadie quiere hacerse daño a propósito o repetir acciones que le perjudiquen de forma voluntaria. Si una persona, por ejemplo, es incapaz de expresarse o de mostrar sus emociones, debemos pensar que bajo este bloqueo existe una razón muy potente. Quizá no la podamos comprenderlo en su presente, pero si analizamos toda su historia, descubriremos los verdaderos motivos de este comportamiento.
- Puede ser una forma de evitar el sufrimiento. Una de las causas más habituales que observamos los psicólogos en consulta para este “encierro emocional” es el sufrimiento. Esconder las emociones y no mostrarse abiertamente es una defensa evitativa ante situaciones que en algún momento provocaron algún tipo de sufrimiento. Por ejemplo, si expresar las emociones abiertamente es motivo de burla o de broma en la familia (o el colegio), el niño o la niña tenderá a esconderlas para no volver a sufrir las mismas humillaciones.
Cómo sucede el bloqueo emocional: el caso de Victoria
Hoy te quiero contar el caso de Victoria, una chica que confesaba tener un enorme bloqueo emocional, hasta con sus familiares más cercanos. Era una chica amable y simpática, pero reconocía que siempre llevaba una máscara a la hora de relacionarse con los demás. Siempre vigilaba lo que hacía o lo que decía y tenía mucho cuidado de no entrar en terrenos sensibles donde pudiera quedar expuesta.
Trabajando su historia, Victoria me comentó que, de pequeña, era una niña abierta y alegre, a la que no le costaba hacer bromas o cantar delante de su familia. Sin embargo, en terapia, comenzó a recordar diversas situaciones, a partir de los 5 o 6 años, en las que recibió críticas crueles o burlas por parte de los familiares y, también, por algunos compañeros de clase.
En esa época, una prima más pequeña que ella comenzó a llevarse toda la atención del resto de la familia. Cuando Victoria intentaba cantar o bailar, como hacía anteriormente, ya no era tan bien recibida. En alguna ocasión, sus abuelos y sus tíos se habían burlado de ella, comparándola con la prima pequeña. En el colegio, cuando comenzó la escuela Primaria, también se habían burlado de ella por su forma “escandalosa” de reír.
A raíz de estas vivencias tan desoladoras, la pequeña Victoria comenzó a esconderse y a dejar de expresarse tan abiertamente como lo hacía antes. Dejó de relacionarse y de profundizar en las relaciones y fue distanciándose de los demás. Se creó una coraza de protección para tratar de evitar las situaciones desagradables que había sufrido con anterioridad.
Pero esa coraza, con el paso del tiempo, se convirtió en su cárcel. Victoria se transformó en una persona distante a nivel emocional. Si en algún momento, este mecanismo de defensa le había servido de protección, en el presente le causaba mucho más perjuicio que beneficio.
Cómo volver a abrirse a los demás
Como solemos hacer en terapia, nuestro trabajo se centró en cambiar la antigua programación del pasado, comprendiendo que la respuesta de esconderse tuvo sentido cuando era pequeña y no tenía otro modo de defenderse frente a los adultos o frente al grupo de clase. Sin embargo, como adulta, estaba capacitada para encontrar otras formas más sanas de mostrarse, reforzándose para hacerse inmune a los comentarios negativos de los demás.
Victoria comprendió que ya no tenía sentido preocuparse por las burlas o las críticas de gente que ni siquiera la conocía. Ni siquiera aquellos que se burlaban de ella en el pasado se habían tomado la molestia de conocerla y no se preocupaban por sus sentimientos.
A medida que se centraba en sí misma y conectaba con lo que sentía y con lo que le apetecía hacer, Victoria fue dejando de mirar al exterior con preocupación o miedo. Nada de lo que le dijeran podía afectarla si ella estaba bien segura y confiada de lo que le gustaba y de lo que sentía.
Cuando más segura se sentía, menos control tenían los demás sobre ella. Ya no tenía sentido esconderse de los demás, ya no podían dañarla más.