Como todos los demás tipos de coles, las de Bruselas (Brassica oleracea var. gemmifera) se derivan de la col silvestre y, por tanto, pertenecen a la gran familia de las crucíferas. Pero mientras el brócoli o la col verde presentan una sola cabeza, una planta de coles de Bruselas lleva hasta 40 yemas del tamaño de una nuez, que crecen de las axilas de las hojas del tronco de aproximadamente 70 cm de altura.
La primera evidencia del cultivo se remonta a 1587 en lo que hoy es Bélgica. A principios del siglo XIX, las coles de Bruselas llegaron finalmente a Francia y de allí a Inglaterra y América del Norte. Hoy en día, los Países Bajos, Francia y Gran Bretaña se consideran las principales zonas de cultivo de coles de Bruselas.
Las pequeñas coles tienen muchas hojas pequeñas apiladas que son verdes por fuera y de color blanco amarillento por dentro. También hay variedades de coles de Bruselas rojizas que se caracterizan por un color púrpura brillante y un sabor más dulce.
Las coles de Bruselas son una verdura típica de las estaciones frías, que tiene la temporada principal de noviembre a enero. Saben especialmente bien, menos amargas y más dulces, después de haber sufrido una primera helada.
Cuando otras verduras se mantienen en "hibernación", las tiernas coles desafían al clima y nos ofrecen un rico cóctel de nutrientes para que nosotros también podamos sobrevivir mejor a la estación fría.
Protegen contra las sustancias cancerígenas
Investigadores de la Universidad Médica de Viena, la Academia de Ciencias de la República Checa y la Universidad de Belgrado llevaron a cabo un estudio con 8 participantes que comieron 300 g de coles de Bruselas cocidas al día durante 6 días. Concluyeron que las coles de Bruselas reducen la producción endógena de radicales libres y disminuyen el daño oxidativo sobre el ADN, lo que previene el desarrollo de células cancerígenas.
Activan el sistema inmunitario
Tanto el sulforafano como el diindolinmetano (DIM) se producen durante la digestión de las coles de Bruselas en el cuerpo humano. Las sustancias de partida son los denominados glucosinolatos (glucósidos de aceite de mostaza).
De todos los tipos de repollo, las coles de Bruselas contienen la mayor cantidad de glucosinolatos, que también le dan su sabor algo amargo. Además, los glucosinolatos tienen un efecto muy beneficioso sobre los intestinos y el sistema inmunitario, como descubrieron científicos alemanes en 2011.
El estudio de los investigadores de Friburgo, dirigido por el profesor Andreas Diefenbach, mostró que los glucosinolatos activan el sistema inmunitario mejorando el entorno intestinal y estimulando la formación de nuevos folículos linfáticos (placas de Peyer), donde los glóbulos blancos ejercen su función defensiva. Cuanto mejor es la salud intestinal, más esficaz es el sistema inmunitario.
¿Por qué a algunas personas no les gustan las coles de Bruselas?
No a todo el mundo le gustan las coles de Bruselas y, en particular, los niños las suelen rechazar. La razón es que contienen sustancias amargas y no conviene obligar a los niños a que se las coman. Lo más normal es que el aprecio por las coles de Bruselas aparezca en la edad adulta.
Por otra parte, el rechazo a sabor amargo de las coles puede deberse a que algunas personas tienen una sensibilidad especial a este sabor por razones genéticas. Estas personas se denominan superdegustadoras o supercatadoras.
Referencias científicas: