La mitología griega explica de una manera simbólica el origen y el significado de la primavera, una estación mágica llena de cambios, salud y vida.
El mito de Perséfone y la primavera
Perséfone es hija de Zeus y Deméter. Un día en que paseaba, Hades, el dios de los infiernos, la raptó, la llevó consigo a las profundidades y le dio el fruto del granado para que quedara prendada de él.
Deméter, su madre, la buscó desesperadamente sin éxito hasta que Helios (el sol) le dijo que Hades había raptado a su hija, a lo que Zeus había dado su consentimiento. Deméter se enfadó y se fue. Con su marcha la tierra se volvió estéril y Zeus tuvo que suplicar a Deméter que regresara. Deméter aceptó volver sólo si podía recuperar a su hija.
Zeus, Hades y Deméter finalmente acordaron que en invierno, cuando fructifica el granado, Perséfone estaría con Hades y que en primavera Perséfone estaría con su madre. Así el regreso de Perséfone marca la primavera. Su retorno significa la vuelta a la vida, la regeneración, la recuperación del equilibrio y la salud. Es la germinación de las semillas, la explosión de las flores, la fertilidad de toda la tierra y la certeza de que la vida sigue.
Cómo aplicar el mito a nivel psicológico
A nivel psicológico conviene aprovechar la primavera para desprenderse de lo inútil y aprender a simplificar la vida.
La hoguera de San José y la celebración de las fallas constituye una oportunidad inmejorable para quemar todo lo viejo y lo que sobra, ya sea ropa, estantes o sillas y con ello descargar también parte del pasado, todas las preocupaciones y problemas.
En este sentido, puede ser una buena terapia psicofísica la misma acción de ordenar los armarios y preparar la ropa de verano.
Es hora de planificar las ocupaciones y el tiempo de ocio como el labrador que diferencia el tiempo de siembra del de cosecha. Hacerlo permitirá rendir al máximo siempre en armonía y en equilibrio con la naturaleza, donde no sirven ni la pereza ni tampoco la prisa.
A continuación te damos algunas claves para llevar todo esto a la práctica.
Poner orden por fuera para generar orden dentro
Cuidar de la casa y de lo que nos rodea, limpiando y sobre todo poniendo orden es sinónimo de cuidar de uno mismo y quizá una de las claves de una vida saludable. A veces nos sale la queja de que algo está sucio porque esperamos que lo limpien otros.
Sin embargo, lo importante es que cada cual, cuando sienta que algo precisa limpieza o cuidados, se ponga a ello, sobre todo si depende de sí mismo. Nos daremos cuenta de eso que ayuda a controlar la situación, y sobre todo a controlarse uno mismo.
Es importante, a la hora de ponerse a limpiar y ordenar, aprender a disfrutar de ello. Por un lado, limpiar la casa no solo higieniza el ambiente, sino fortalece física y psicológicamente. Por otro lado, poner orden fuera ayuda también a poner orden dentro.
Lo importante es cultivar un hábito diario. Tal vez al levantarse por la mañana, dejando que entren la luz del día y el aire limpio para ventilar.
Ahora bien, la limpieza y el ordenar nunca se acaban. Siempre queda algo por limpiar u ordenar, y apenas se acaba, algo se vuelve a ensuciar o a mover de sitio. Tenerlo presente es una forma de resiliencia y solo entrenando, convirtiéndolo en hábito, lograremos que la tarea resulte fácil y se convierta en parte de nuestro disfrute y felicidad diarios.
Librarse de lo viejo y simplificar
Se dice fácilmente, pero ¿cómo se hace? ¿Por qué es importante?
La sencillez está en la decisión interior de usar lo justo para sobrevivir. Es bueno cada día preguntarse qué es lo importante para vivir y ser feliz. Probablemente no tengamos que despojarnos de nada, salvo de los deseos de tener más, de los apetitos imposibles, para poder comenzar a disfrutar de nuestra realidad en cada momento.
De hecho, la atención a lo que nos está sucediendo puede ser lo más básico, más que el despojarse de todo; no se trata de hacer las cosas simples sino de observar cómo son y aceptarlas. Tampoco se trata de reprimir o de impedir nuestro desarrollo, sino de ir disfrutando de él a cada momento, del aire, el sol, las plantas, la comida, la conversación.
Si es la mente la que intenta imponernos la sencillez, se convierte en un calvario que crea malestar y rigidez. Es la experiencia directa la que nos hace sensibles y sencillos al vivir cada instante.
La belleza, en su forma más sencilla, elimina la arrogancia de las ropas caras y de vivir de forma extravagante, va más allá del rico y del pobre. Muestra las pequeñas cosas de la vida que a veces no son visibles ni aparentes para el resto del mundo. Enseña a apreciar la belleza interna y a reconocer el valor de todos, incluso del más pobre o desafortunado, y a considerar que todas las tareas, incluso la más humilde, tienen valor y dignidad.
¿Cómo llevarlo a cabo?
- La naturaleza es el aula de aprendizaje. Cuando se observa la ética de la sencillez, no hay desperdicios: todos los recursos se valoran.
- La sencillez no está en el traje sino en la persona que lo lleva. Es parte de la vida, y esta no se puede buscar ni atrapar, solo vale experimentarla.
- La sencillez combina dulzura y sabiduría, es claridad para la mente, invoca el instinto, la intuición y el discernimiento para crear pensamientos y sentimientos de empatía.