Algunas series no solo son entretenidas, sino que generan ese punto de incomodidad que te dice “aquí hay algo”. De esas que dejan una sensación agridulce, como si lo que viésemos en pantalla fuera “demasiado real”. Adolescencia, el último gran éxito de Netflix es una de ellas. Cada uno de sus cuatro episodios está grabado en un solo plano secuencia, sin cortes, como si el espectador estuviera encerrado en el mismo espacio que los protagonistas, observando desde la rendija de una puerta mal cerrada.
Lo que vemos en pantalla no es fácil de digerir. Un adolescente de 13 años acusado de asesinato, una familia que se desmorona y un sistema que parece no saber muy bien cómo actuar. La tensión que transmite el excelente grupo de actores se hace latente en el espectador. Sientes miedo e impotencia. Despierta muchas preguntas.
Al fin y al cabo, Adolescencia es más que una serie, es un espejo en el que proyectamos prejuicios e inseguridades, y en el que se reflejan los vacíos de nuestra sociedad. La educadora social experta en adolescentes, Sara Desirée Ruiz, lo explica con claridad por medio de sus redes sociales. La serie muestra mucho más de lo que parece, pero no todos estamos mirando en la dirección adecuada.
Un retrato acertado del cerebro adolescente
La experta ha visto la serie, por petición de sus seguidores, y ha compartido una opinión de tintes grises. Reconoce que la serie “retrata, de forma realista, sin filtros ni dramatismos innecesarios, algunas de las dinámicas más complejas de la adolescencia”, aunque asegura que en algunos aspectos “hay demasiados vacíos narrativos peligrosos para un tema tan delicado como el que se trata en la serie”.
Es una ficción, está claro, pero hay mucho de realidad en ella, y conviene quedarnos con lo que sí puede aportarnos. Según la Desirée, la serie aborda temas como la impulsividad, la dificultad para anticipar consecuencias, la negación ante la evidencia, el uso de la mentira como forma de protección o las escaladas en los conflictos con bastante acierto. Y estos son algunos de los principales problemas a los que nos enfrentamos en la adolescencia.
Todas estas conductas, nos explica en sus redes, no surgen por el azar. Están directamente relacionadas con “la profunda transformación que se está produciendo en el cerebro adolescente”.

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El peligro de mirar desde el prejuicio
Uno de los grandes aciertos de la serie, asegura Desirée, es su capacidad de mostrarnos cómo la mirada adulta, en ocasiones, empeora las cosas gravemente. Cuando, desde nuestra posición de adultos, observamos a los adolescentes con confianza o desconocimiento, sin querer entenderlo que sucede en su entorno (o sin poder hacerlo por culpa de las diferencias generacionales), agravamos la situación.
Lo vemos claramente en la investigación policíaca, sin querer hacer spoiler. “Una mirada adulta prejuiciosa o poco informada puede empeorar las situaciones y ser un factor que impulsa esas mismas escaladas”, escribe la educadora social.
La falta de validación emocional y el impacto del juicio público son otros dos elementos claves que la serie pone sobre la mesa. “Se ve con claridad cómo, en lugar de acompañar y comprender, muchas veces se señala a las personas adolescentes sin analizar lo que ha sucedido en su entorno, tanto en casa como fuera de ella”.
No basta con mirar: hay que comprender
Para Desirée, el verdadero reto no está en ver la serie. Eso podemos hacerlo todos. El reto es interpretarla correctamente. Porque lo que más alarmante que refleja la serie es lo poco que conocemos el mundo de los adolescentes, la forma en la que se comunican. Y lo peligroso que puede ser este desconocimiento a largo plazo. Ella misma recuerda a sus seguidores que “es necesario acercarnos y conocer su mundo para entender sus códigos y poder acompañar. El mundo cambia y la forma en la que las adolescencias se expresan y comunican cambian también”.
Términos como incel, emoticonos como la pastilla roja, o código como 80/20 pueden pasarnos desapercibidos a los adultos. Pero tienen un impacto visceral en la vida de los más jóvenes.
Debemos comprender también que lo que decimos a los adolescentes en ocasiones carece de sentido. La experta lo señala al señalar como varios personajes adolescentes de la serie se enfrentan a discursos contradictorios del mundo adulto, y está muy bien trabajado. “La dificultad para aceptar normas cuando quienes las imponen no parecen cumplirlas”, explica Desirée, es algo con lo que muchos adolescentes lidian cada día, y Adolescencia nos invita a reflexionar sobre ello.
Y yendo un paso más allá, convendría comprender que, en mundo del adolescente, el reconocimiento de sus iguales adopta un papel fundamental. Lo vemos reflejado, como explica la educadora social, en las lealtades entre amistades en la serie, que desde el mundo adulto parecen absurdas.

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Una mirada crítica hacia la ficción
Pese a sus muchos aciertos, Desirée asegura que su experiencia con el sistema judicial juvenil le ha hecho ver que ciertos aspectos narrativos de la serie son poco creíbles. En especial, la brutal escena de la psicóloga.
Aunque estos detalles no nos apartan del todo del mensaje principal de la serie, la experta sí que señala algo peligroso cuánto menos: la generalización. “No todas las adolescencias son así”, aclara, “generalizar es un error”. Debemos entender que no todas las familias son iguales, ni todos los adolescentes experimentan su etapa de la misma manera.
Por tanto, si bien Adolescencia nos pone frente a una dura posibilidad, conviene recordar que no es la única ni la más frecuente. “Lo más importante es no quedarse solo con el impacto emocional de la serie, que apela a nuestros miedos más profundos como familias, sino mirarla con perspectiva y entender que muestra una realidad posible, pero no la única”.
Con esta idea, la experta en adolescentes nos lanza una propuesta que sea, quizá, la más beneficiosa para todas las familias que nos lean. Verla en compañía de nuestros hijos y analizar en familia lo que vemos en la pantalla.
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