Tener las manos y los pies fríos es uno de esos síntomas a los que no se suele dar importancia, quizá por su frecuencia y su aparente normalidad, incluso en climas templados como el nuestro, pero conviene tenerlo presente porque puede esconder un trastorno de salud más profundo.
La temperatura varía en las distintas partes del organismo según el grado de vascularización o afluencia de sangre: es mayor en los órganos más irrigados y menor en la piel.
La temperatura de los pies y las manos, como ocurre con otras zonas alejadas del corazón (nariz, orejas .. .), normalmente es algo inferior a la del resto del cuerpo.
Pero se habla de manos y pies fríos cuando el descenso de la temperatura es significativo y produce molestias. ¿Puede estar alertando este síntoma de un problema de salud?
Causas de los pies y las manos frías
El hecho de que algunas personas tengan las manos o los pies fríos depende en gran medida de la salud de su sistema cardiovascular.
- Si la sangre fluye sin problemas ni estancamientos por unas arterias elásticas, impulsada por unos músculos activos y un corazón competente, las extremidades difícilmente están frías.
- Si la sangre llega con dificultad, por llevar ropa demasiado apretada, usar un calzado ajustado o de tacón alto, por sentarse con las piernas cruzadas de forma habitual o consumir ciertos medicamentos (anticonceptivos orales, por ejemplo) o sustancias tóxicas como el tabaco o el café, que dificultan la circulación, a la larga se puede instaurar un cuadro de extremidades frías.
- Lo mismo ocurre si en lugar de realizar actividad física o finalizar la ducha con agua fría para mejorar la elasticidad arterial, uno se abriga de forma exagerada, calienta en exceso el hogar, se baña con agua muy caliente o lleva una vida muy sedentaria.
- Otras causas de las manos y pies fríos pueden ser estados patológicos como la arteriosclerosis avanzada en brazos y piernas, anemias notables y problemas vasculares como el síndrome de Raynaud.
Hábitos que favorecen el desequilibrio térmico
El chileno y naturista Manuel Lezaeta en su libro La medicina natural al alcance de todos, expone su doctrina o teoría térmica de la salud, por la que atribuye al desequilibrio térmico la causa de las enfermedades.
Aunque se trata de un teoría muy orgánica que no tiene en cuenta los factores mentales y emocionales, puede resultar útil para entender la patología de pies y manos fríos.
El cuerpo cuenta con dos tipos de envolturas: una externa que aísla del ambiente (la piel) y una interna que cubre las cavidades interiores del organismo (intestino, bronquios, estómago... ), denominada mucosa.
Ambas cuentan con una amplia red de capilares sanguíneos interrelacionados como si de vasos comunicantes se tratase: al aumentar la sangre en la red capilar de la piel disminuye en la red capilar de las mucosas, y viceversa.
Esto ocurre por reacción nerviosa y circulatoria según los diferentes estímulos que recibe el organismo (calor, frío, ejercicio, trabajo digestivo... ).
La salud necesita el equilibrio térmico del cuerpo, es decir, que se mantenga el nivel circulatorio normal de estos vasos comunicantes.
- Sobreproteger la piel por un exceso de abrigo y calefacción, y por mantenerla fuera de contacto con el aire y el agua en la naturaleza, provocan un desequilibrio térmico al debilitar la respuesta circulatoria periférica e incrementar la congestión interna de vísceras y mucosas.
- A este progresivo debilitamiento cutáneo se une la alimentación actual, excesiva y trabajosa para el aparato digestivo y que atrae un notable caudal sanguíneo a la red capilar de la mucosa de esa zona.
- Este fenómeno, repetido tres o cuatro veces al día, provoca una afluencia masiva de sangre a las vísceras internas y un déficit en la red capilar subcutánea, con lo que se produce el desequilibrio térmico: calor interno y frío en la superficie.
Ocurren entonces trastornos en las funciones orgánicas dado que los órganos congestionados trabajan mal por el acúmulo de sangre y los deficitarios tienen problemas para cumplir su trabajo por el escaso riego sanguíneo.
He aquí pues, según la doctrina térmica, el origen de lo que se denomina enfermedad.
Según esta hipótesis, los pies y manos fríos son la consecuencia de un problema mayor que afecta a todo el organismo, un síntoma de que la sangre que falta en las extremidades está acumulada en las vísceras internas, especialmente en el aparato digestivo.
Hay que corregir, pues, la alimentación.
Pies fríos e inflamación crónica
Esta correlación entre piel y mucosas también puede producirse entre el extremo superior e inferior del cuerpo.
Por ejemplo, unos pies poco irrigados, fríos, facilitan el acúmulo o congestión de sangre en la cabeza y pecho.
Por eso, en medicina naturista, para aliviar los dolores de cabeza y la sinusitis, por ejemplo, se indican baños de pies alternos o de temperatura caliente progresiva, que lleven sangre a los pies.
Hay numerosos estudios médicos, la mayoría de ellos realizados en Alemania, que demuestran la relación existente entre pies fríos crónicos e inflamaciones crónicas de amígdalas y faringe, dolores de cabeza, resfriados, congestiones nasales y bronquiales, asma, tenesmo urinario, alteraciones del sistema nervioso...
El libro Hidroterapia, la curación por el agua, escrito por el Dr. Vinyes, dedica todo un capítulo a los pies fríos, con información ampliada sobre estos estudios médicos.
En él se cita la conocida anécdota del Profesor Boerhaave (1668-1738), que fue denominado "el Hipócrates holandés" . Como testamento de su dilatada obra científica dejó un enorme volumen que se suponía que contenía todas sus ideas y estudios.
Y efectivamente fue así... aunque las páginas estaban en blanco y solo en la última había unas breves frases en verso que venían a decir: "Mantén la cabeza despejada y los pies calientes y procura, además, no llenarte demasiado la barriga". Toda una lección.
Si se consideran las manos y pies fríos como el resultado del desequilibrio térmico la solución pasa por normalizar la circulación: disminuir la actividad digestiva y estimular el riego sanguíneo en la superficie de la piel, sobre todo en las extremidades.
En palabras del propio Lezaeta, refrescar el vientre y afiebrar la piel.
Dieta para luchar contra los pies fríos
Una dieta equilibrada puede ser ovolacteovegetariana o convencional, pero con poca carne, preferiblemente de ave y pescado, y con muchos cereales integrales, fruta y verdura.
El ajo y la cebolla, preferiblemente crudos, actúan como antiagregantes, anticoagulantes y vasodilatadores que favorecen la circulación de la sangre.
Por supuesto, hay que evitar el abuso del café y el alcohol, y suprimir el tabaco, responsable de graves problemas circulatorios al reducir el calibre de las arterias y, por lo tanto, la irrigación de los tejidos.
En cambio, tomar infusiones calientes de plantas que favorecen la circulación (arándano, grosellero negro o castaño de Indias) fuera de las comidas resulta siempre de ayuda.
Hábitos para mejorar los pies y las manos frías
La actividad física regular ejercita la musculatura e impulsa con fuerza la sangre hacia las extremidades y superficie del cuerpo.
- Para calentarse las manos se puede, durante unos minutos al día, apretar una pelota blanda con los dedos durante unos segundos y después relajarlas.
- También se puede hacer con los pies pisando una pelota de tenis o similar, o masajeándolos, mientras se está sentado, con rodillos de madera especiales para reflejoterapia.
- Andar descalzo sobre el césped o la arena húmedos, o sobre piedras mojadas, aunque nunca sobre una superficie plana y dura, es una buena forma de irrigar los pies. Después, eso sí, hay que seguir paseando con los pies secos y abrigados para entrar en calor.