En una relación de pareja, la libido varía según la etapa que se está viviendo. Hay circunstancias como la llegada de un hijo, un duelo, una enfermedad o una época de estrés, que pueden afectar al deseo sexual. Después de un tiempo de actividad sexual intensa, también suele suceder que el deseo y la actividad se reducen luego renacer e ir fluctuando.
Sin embargo, a veces se normaliza en exceso que el sexo sea algo esporádico. Dejamos que las obligaciones ocupen la mayor parte de nuestro tiempo y relegamos el placer una y otra vez. Las tensiones ante el cuidado de los hijos, de la casa, la economía o el trabajo nos empujan a vivir de espaldas a nuestra sexualidad, a olvidar esa parte de nosotros mismos.
Poco a poco nos desconectamos de nuestro cuerpo y nos sorprendemos cuando el deseo sexual no responde a nuestra voluntad.
Falta de libido en la pareja
La falta de deseo sexual es uno de los motivos que llevan con más frecuencia a las parejas a visitar a un sexólogo. "Por qué mi pareja no me busca sexualmente" o "Por qué no tengo libido con mi pareja" son quejas o inquietudes habituales.
«No sé qué me pasa. Pero hace tiempo que no tengo ganas de hacer el amor con mi pareja", se lamenta Laura. "Después de llevar tantos años juntos, quizás es normal que la rutina se haya comido el deseo. También me pregunto si nuestra relación está llegando a su fin y no nos atrevemos a afrontarlo. Me encantaría volver a sentirme viva y volver a ser alguien que desea; no obstante, las responsabilidades, el trabajo y el estrés no me dejan tiempo para nada».
Estas son las palabras de Laura, pero seguramente muchas personas puedan identificarse con ellas. Sufre lo que se conoce como Inhibición del Deseo Sexual (IDS), uno de los trastornos sexuales más habituales.
Cómo recuperar y mantener el deseo sexual en la pareja
La energía sexual requiere atención y alimento para crecer. Necesita cultivar la intimidad y procurarnos mimos diarios para que no desaparezca. Nuestro cuerpo, además, tiene un ritmo más lento que nuestra mente, que durante el día suele ocupar todo el espacio.
Varias estrategias pueden ayudarnos a mantener esa energía sexual activa y abierta, o a recuperarla si se siente que ha disminuido:
1. Dedicar tiempo para ir despacio
Cultivar la lentitud ayuda a dar de nuevo protagonismo a las experiencias sensoriales, que son las que reavivan la libido. Del mismo modo que uno ha de pararse ante una obra de arte para apreciarla, necesitamos detenernos para disfrutar, ya sea observando a nuestra pareja mientras se desnuda, saboreando el calor de su mano en nuestro rostro o dejándonos acariciar por el susurro de su voz en nuestro oído…
2. Relajarse con masajes y caricias
La sensualidad y el deseo también necesitan caricias. ¿Cuándo fue la última vez que diste o recibiste un masaje?
A través del tacto el cuerpo libera tensiones y se relaja. La mente empieza a detenerse y las sensaciones emergen a flor de piel, porque volvemos a prestar atención a nuestra corporalidad.
Esto también nos permite distinguir mejor aquello que nos gusta o lo que nos produce rechazo.
3. alimentar el deseo con juegos y ejercicios que activen la libido
Otra forma de desarrollar la energía sexual es el juego. Este requiere que nos sintamos libres y cómodos para explorar con la curiosidad y espontaneidad de un niño nuestro cuerpo y el de nuestra pareja, siempre que la otra persona nos dé permiso para hacerlo.
La piel de todo el cuerpo puede convertirse en una zona erógena si la recorremos con la yema de los dedos o la punta de la lengua.
Uno de los ejercicios propuestos en las sesiones de terapia que más ayudó a Laura frente a superar su Inhibición del Deseo Sexual fue el de acariciar todo el cuerpo de la pareja evitando los genitales y la penetración. Después su pareja hacía lo mismo con ella.
Esta técnica, conocida como Focalización Sensorial No Genital, les ayudó a ambos a sentir y a dar placer sin otro objetivo. Aprendieron a estar presentes y superaron su síndrome del espectador, que a menudo les impedía el disfrute. Quien lo sufre se observa a sí mismo durante la relación sexual, se juzga y no se permite estar «aquí y ahora».
4. Favorecer Encuentros especiales que aumenten el deseo
«La sensualidad es la movilización total de los sentidos», escribe Milan Kundera. Por eso conviene cuidar los detalles que envuelven el encuentro sexual y estimular la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto para aumentar la excitación.
Se puede buscar un nuevo espacio (un hotel, la alfombra del salón, la cocina…), cuidar la iluminación, cubrir una zona del cuerpo con chocolate y saborear al mismo tiempo unos trozos de fruta, poner música sugerente…
Tal vez podamos atrevernos a desnudarnos poco a poco después de una sabrosa cena o de un baile que nos ayude a soltar el cuerpo.
¿Te has preguntado alguna vez qué sentido promueve en ti más excitación? ¿Cómo imaginas un encuentro con tu pareja en el que todos los sentidos encuentren un estímulo especial? Dedica un tiempo a reflexionar sobre ello.
Otra opción es, por ejemplo, preparar unos bols con alimentos de distintas texturas, sabores y aromas: unas fresas, nata, vainilla, chocolate… Venda los ojos de tu pareja y dáselos a probar uno a uno poco a poco. Combina con un masaje, y, después, pídele a tu pareja que te lo haga a ti.
5. conservar la propia independencia
Esther Perel, la autora de Inteligencia erótica: claves para mantener la pasión en la pareja, advierte que los resultados totalmente previsibles hacen que el interés en la otra persona decaiga. «El fuego necesita aire», asegura. Como canta Shakira, «fue la monotonía…».
A menudo la excitación también depende de que podamos percibir algo de indómito y misterioso en nuestra pareja. Esto requiere que cada uno sepa conservar cierta independencia, algo que no siempre corresponde a las creencias que nos han inculcado sobre lo que «debería ser» una relación amorosa.
Cuidarse a uno mismo, reservar tiempo para estar en soledad y dar prioridad a nuestras necesidades más allá de lo que quiere el otro tiene mala prensa, pero también es la base de la que se nutre el nosotros. «Estad juntos, pero no demasiado juntos, porque los pilares del templo están aparte. Y ni el roble crece bajo la sombra del ciprés, ni el ciprés bajo la del roble», escribió Khalil Gibran.
En el caso de Laura, deshacerse de algunas creencias obsoletas y desarrollar un egoísmo positivo resultó beneficioso para su sexualidad. Y es que, solo cuando estamos bien con nosotros mismos, podemos estar bien con los demás. Cuando logramos convertirnos en nuestra prioridad, solemos ser capaces de ver mejor al otro y de dar y de recibir desde un lugar auténtico.
6. Alimentar las fantasías sexuales
«La otra persona, lo digo con todo el cariño del mundo, es una herramienta para llegar al placer. La interacción sexual es una fraternidad de egoístas», afirma la sexóloga Valérie Tasso. Y, en este baile de «egoísmos», las fantasías sexuales de cada uno desempeñan un papel determinante. Por eso es importante nutrir nuestro imaginario sexual, el combustible que alimenta la libido y da variedad al encuentro sexual.
Pensar más en sexo, leer o ver escenas llenas de erotismo –juntos o en soledad–, hace que el cerebro visite escenarios y se llene de imágenes estimulantes que aumentan la excitación.
Existen fantasías exploratorias, en las que nos imaginamos teniendo sexo en grupo o experiencias con personas de distinta orientación sexual; e íntimas, relacionadas con el sexo oral, los besos, con hacer el amor al aire libre, en la playa mientras la gente te ve, etc. Todas pertenecen a la imaginación: no tienen por qué hacerse realidad ni deben juzgarse.
«Tenía miedo y me daba vergüenza imaginar ciertas cosas. Pero, desde que me permito fantasear sin límites dejando a un lado todo juicio moral, me sorprende gratamente ver cómo mi deseo no solo se ha despertado, sino que se alimenta a sí mismo», confesaba Laura en su última sesión.
7. Afrontar el problema
Hay que atreverse a explorar cómo se vive la propia sexualidad y afrontar el problema cuando se siente que nuestra vida sexual no es satisfactoria.
Ante una falta de deseo sexual es clave hablar de lo que nos sucede, sobre todo con nuestra pareja, ya que puede ayudar a entrever el camino de la solución. Pregúntate también qué relación tienes con tu sexualidad y si le das suficiente espacio en tu vida.
8. Pedir lo que se necesita
Se trata de atreverse a compartir con la pareja actividades que ayuden a despertar esa libido dormida, como las fantasías sexuales, mandarse algún mensaje sensual, probar situaciones nuevas, juguetes eróticos... En otras palabras, de investigar y explorar.
Pero es importante, para disfrutarlo, que también te atrevas a pedir lo que necesitas. Hablar antes, durante y después de mantener relaciones sexuales con cariño, respeto y sin reproches ayudará a conoceros mejor e incluso a aumentar la excitación. Pídele lo que necesitas. Un gemido o un «me encanta» puede ser un buen principio.
9. Aprender a amar el propio cuerpo
Sentir que tu cuerpo no es lo bastante perfecto es uno de los enemigos del deseo. En lugar de juzgarlo, podemos centrarnos en lo positivo.
Un ejercicio que ayuda es acariciarlo mientras lo hidratamos con conciencia y agradecer cada zona.
10. Liberar las caderas
Pasar la mayor parte del día sentados hace que se pierda tono en los músculos de suelo pélvico, fundamentales en el proceso de excitación sexual.
Fortalécelo moviendo las caderas (zumba, salsa, danza del vientre, etc.), yoga, pilates...