Los pensamientos y las emociones contribuyen a conformar nuestra realidad, aquello que hacemos y somos en todos los ámbitos de la vida.
Quizá no sea muy osado decir que la salud, la calidad de las relaciones familiares, de pareja, con los hijos, con los amigos, o la elección y satisfacción con el trabajo o profesión tienen mucho que ver tanto con los pensamientos que guían las vivencias como con la imagen que se tiene de uno mismo y se proyecta a los demás.
Tal vez por eso imaginar que se mejora algún aspecto de la vida puede ayudar a conseguirlo.
La psiconeuroinmunología, la ciencia que investiga la conexión entre mente y cuerpo, explica que cada pensamiento provoca una reacción bioquímica en el cerebro que hace que este libere señales químicas al organismo.
Así, cuando se tienen pensamientos estimulantes o positivos, el cerebro produce de inmediato dopamina, un neurotransmisor que activa el cuerpo y hace sentirse satisfecho.
Si por el contrario se viven pensamientos de odio, enfado o autodesprecio, el cerebro produce neuropéptidos, que causan sensaciones análogas en el cuerpo y llevan a sentirse irritable, resentido o despreciable.
El cerebro, al examinar y evaluar sin parar el estado del cuerpo, va notando a su vez que este se siente de determinada manera y en respuesta a esa sensación genera pensamientos que provocan los correspondientes mensajeros químicos.
Se genera así un círculo vicioso que puede influir en la naturaleza de los sentimientos, el comportamiento y la salud, ya que las sustancias químicas liberadas ante emociones negativas son las responsables de que se altere el medio interno del organismo y del deterioro celular.
Como afirma el quiropráctico e investigador Joe Dispenza, que defiende el poder de la mente en la creación de nuestra realidad, "lo que pensamos y la energía o intensidad de esos pensamientos influyen directamente en la salud, en las elecciones que hacemos en la vida y, a la postre, en nuestra calidad de vida".
¿Se puede elegir lo que se piensa?
Para pensar más allá de lo que dictan los sentimientos y poder elegir entre si acatar o no lo que el entorno le ordena al cuerpo, la evolución nos ha concedido un extraordinario regalo: el lóbulo frontal, el último en desarrollarse de la anatomía cerebral humana.
Desde su localización, justo detrás de la frente, sirve como centro de control o director de orquesta: filtra las interferencias, centra nuestra atención y acalla la tormenta que generan nuestros centros de percepción.
Del lóbulo frontal dependen las innumerables elecciones conscientes e intencionales que se toman al día. En él reside lo más cercano a nuestro verdadero "yo".
Cuando imponemos la voluntad usando el lóbulo frontal podemos alcanzar la calma y el control necesarios para romper el ciclo de respuestas químicas y neurológicas que conforman nuestra personalidad, las alternativas que escogemos y las reacciones que ponemos en marcha.
¿Cuál es el primer paso para cambiar?
La ciencia ha observado que si se miden los impulsos eléctricos del cerebro de una persona mientras mira un objeto y mientras imagina ese mismo objeto, en ambos casos se activan las mismas áreas cerebrales.
Cerrar los ojos y visualizar el objeto produce, pues, una pauta cerebral similar a cuando se mira realmente. Esto quiere decir que el cerebro no parece distinguir entre una acción llevada a cabo y una visualizada.
Ya lo sospechaba en los años treinta Edmund Jacobson, médico creador de la Técnica de Relajación Progresiva para reducir el estrés.
Jacobson pidió a algunos de sus pacientes que se visualizaran realizando determinado ejercicio físico y descubrió que se producían movimientos musculares muy sutiles que correspondían a los que harían los músculos si efectivamente llevaran a cabo esa actividad.
Este hecho parece indicar que, aparte de transformar los pensamientos conscientemente a través del lóbulo frontal, también es posible hacerlo a un nivel más profundo imaginando escenas en las que uno se ve tal y como desea en diferentes ámbitos de la vida.
Al visualizar repetidamente que somos capaces de superar una enfermedad, de tener relaciones y experiencias más positivas o enriquecedoras, de ser mejores padres o de conseguir una mayor prosperidad, parece que estas imágenes van impregnando las capas más profundas del subconsciente y permiten desarrollar potencialidades que antes creíamos inexistentes o imposibles de realizar.
¿Cómo abrirse desde la relajación?
Como herramienta terapéutica y de autoconocimiento la visualización debe cumplir algunos requisitos básicos. Para que pueda ser efectiva y creativa es necesario partir de una relajación profunda.
También hay que saber qué se quiere resolver construyendo esa imagen mental y evocarla siempre que se pueda con toda suerte de detalles.
Lo idóneo es practicarla de noche antes de dormir, o bien por la mañana, poco después de despertarse e iniciar la actividad diaria. En esos momentos la mente se encuentra más receptiva y las ondas cerebrales se hallan próximas al nivel alfa, más lento y profundo que el beta, el que se mantiene en la actividad diaria.
Llevar a cabo esta práctica puede ayudar frente a la ansiedad y el estrés: proporciona un tiempo para conectar con las necesidades propias más profundas y permite dejar a un lado los problemas cotidianos que se agolpan en la mente mientras se intenta mejorar aquellos aspectos en los que se tienen más carencias.
Para crear un rincón de calma al que acudir mentalmente en momentos de tensión, uno se puede imaginar a solas, sentado en la arena de una playa de aguas transparentes, contemplando el vaivén de las olas y llenándose de olor a mar, evocando la brisa o el rumor de las olas.
O puede visualizarse rodeado de árboles, en un hermoso bosque soleado por el que fluye un arroyo de aguas claras mientras los pájaros alegran la vida con su canto.
En ese santuario mental, uno puede sentirse pleno, disfrutar del aquí y ahora, en contacto con la propia esencia.
A estas imágenes puede recurrirse en cualquier momento, sobre todo cuando se está bajo de ánimos o excesivamente ansioso por circunstancias externas.
Superar los miedos a través de la visualización
La visualización también se puede utilizar para impulsar un cambio de actitud y superar la timidez, la inseguridad o cualquier miedo, o para reafirmarse ante los demás.
Para ello será preciso verse en la imagen creada como una persona eficaz, segura, valiente y capaz de acometer cualquier empresa que se proponga.
Mediante la visualización es posible reinventarse a uno mismo y acabar con falsas creencias gestadas en el pasado que no se han sabido superar.
Verse en acción creará expectativas positivas fundamentales para atreverse a cambiar.
De la misma manera, imaginarse –desde un estado mental sereno y profundo de meditación– desarrollando el trabajo que gusta en un ambiente laboral positivo y estimulante, o visualizar aquello que se desearía tener para ser más aceptado y disfrutar más de las relaciones personales –buen humor, empatía, comprensión, generosidad, compañerismo...– ayuda a ponerse en marcha para conseguirlo.
Un ejercicio interesante para potenciar las relaciones cuando existen desavenencias con algún compañero de trabajo es imaginarse una escena en la que uno se relaciona y comunica con ese compañero de un modo abierto, sincero y efectivo, y en la que se expresa todo aquello que se cree oportuno para aclarar las cosas.
Se puede visualizar al otro escuchando con atención lo que se le dice y luego, a su vez, escuchar su punto de vista atentamente.
Pero insistimos: para que este ejercicio de imaginación ayude se ha de realizar, como los anteriores, desde la relajación profunda.
La visualización puede, pues, conducir a materializar la imagen creada, viéndose uno capaz de alcanzar aquello que quiere.
Visualizar cómo se resuelve una dificultad también puede ayudar a resolver otras similares en un futuro. Hace el "éxito" creíble y puede llevar a actuar de forma diferente a como se venía haciendo.
Visualización como apoyo para la medicina
Algunos profesionales de la salud afines a las terapias naturales utilizan la visualización como apoyo en la terapia o tratamiento que siguen sus pacientes en enfermedades de todo tipo: desde artritis reumatoide, artrosis o hipertensión arterial a otras con posible componente psicosomático, como la fibromialgia, la psoriasis o las alergias.
Visualizar unas arterias flexibles y libres de obstáculos o imaginar que se tienen huesos y articulaciones ágiles que permiten doblarse y caminar sin problemas, inflamación ni dolor, puede ayudar a sentirse mejor.
El budismo tibetano utiliza la luz de color en sus visualizaciones. Para paliar el dolor en cualquier enfermedad, se puede visualizar y a la vez sentir que el cuerpo irradia luz sanadora y pensar que nos transformamos en un cuerpo de luz en el que el dolor no tiene posibilidad de arraigar, porque la luz es translúcida e insustancial.
También se pueden imaginar ondas sanadoras de luz intensa, sensación de calor y sonidos amplios y abiertos.
¿Cómo funciona la visualización con luz de color?
En un estado de relajación profunda esta meditación lleva la conciencia al interior del cuerpo llenándolo de luz para procurar calma y bienestar:
- Soltamos el cuerpo, nos relajamos e inspiramos profundamente tantas veces como sea necesario, dejando salir en cada exhalación toda la rigidez y la tensión que tenemos.
- Sentimos la calma en nuestro cuerpo, desde la coronilla hasta la planta de los pies.
- Observamos mentalmente que nuestro cuerpo está compuesto por millones y millones de células. Sentimos el carácter infinito del cuerpo.
- Luego visualizamos las células como si estuviesen colmadas de luz. Cada célula es tan vasta e ilimitada como el universo y rebosa de una cálida energía sanadora.
- Con cada exhalación e inhalación, sentimos que cada célula emite y recibe ondas de energía sanadora. Todas las células comparten activamente la sanación por medio de las ondas.
- Percibimos la unidad y la armonía de nuestro cuerpo a medida que lo recorren esas intensas ondas de energía.
- Compartimos las ondas de energía sanadora con todos los seres y con todo el universo.
- Por último, disfrutamos tranquilamente de la sensación experimentada y nos relajamos en unidad con la experiencia de sanación, sin analizarla ni aferrarnos a ella.
En la tradición tibetana, se suele recurrir durante la meditación a los efectos terapéuticos de las cinco tonalidades básicas para reforzar las energías que más se precisen:
- La luz blanca. Corresponde al agua y a la humedad. Tiene el poder de armonizar y nutrir.
- La luz amarilla. Corresponde a la tierra cuya característica es la solidez y genera fuerza.
- La luz roja. Corresponde al fuego. Es cálida e incrementa el poder y la fuerza.
- La luz verde. Corresponde al aire, y su característica es la ligereza. Facilita el movimiento y el desarrollo.
- La luz azul. Corresponde al espacio, y su característica es la amplitud. Procura espacio ilimitado.
Sanar a través de la visualización
"La visualización ayuda a centrar y focalizar la mente de forma breve, consiguiendo rápidamente un estado de meditación, disminuye la ansiedad y mejora, como consecuencia, la calidad de vida. Por otra parte, la mente da la orden interna a los sistemas que se quieren estimular y estos se activan de forma más intensa", explica Eva Juan, especialista en psicooncología del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona.
Esta psicóloga utiliza desde hace años la visualización con sus pacientes, sobre todo para que afronten mejor la quimioterapia y aprendan a visualizar su cuerpo y el cáncer, apoyando el tratamiento con el pensamiento.
"Les digo, por ejemplo, que imaginen la quimioterapia como un néctar precioso lleno de energía y luz que va a deshacer o barrer las células cancerosas, o bien les propongo que visualicen cómo un rayo de luz entra por su coronilla y a modo de láser deshace el tumor y lo arrastra hacia la orina y las heces".
El quiropráctico Joe Dispenza constituye, por otra parte, un ejemplo vivo del poder de la visualización.
Tras un accidente sufrido en un triatlón y con un diagnóstico médico que le condenaba a quedar paralizado de pecho para abajo si no era sometido a una cirugía con ortopedia severa, sintió que podía curarse de manera natural con la ayuda de la visualización creativa.
"Pasé tres horas al día (mañana, tarde y noche) practicando autohipnosis y meditación. Visualicé, con la alegría que conlleva estar completamente curado, que mi columna estaba reparada por completo. Recorrí mentalmente mi columna, reconstruyendo cada segmento. Estudié centenares de imágenes de columnas a fin de ayudar a perfeccionar mis imágenes mentales. El hecho de concentrar mis pensamientos me ayudaría a dirigir esa sabiduría interna que ya trabajaba en mi curación– explica en su libro Desarrolla tu cerebro–. A las nueve semanas y media me puse en pie y caminé de vuelta hacia mi vida".
Dispenza señala que tanto él como muchos de sus pacientes llegaron a mejorar o superar sus problemas de salud mediante este tipo de práctica.
Habían confiado plenamente en queuna inteligencia, fuerza superior o sabiduría interna les confería la capacidad de sanar.
Mediante las visualizaciones habían conectado con el aspecto espiritual o "mágico" de la vida, ese que hace sentirse pequeño y trascendente a la vez, y hace creer que ciertos milagros son posibles.
5 pasos para visualizar
Visualizar no consiste tan solo en imaginar, sino en crear imágenes realistas siguiendo una serie de pasos para que resulten más efectivas:
- Relajarse. Situados en un lugar donde no podamos ser molestados, nos ponemos cómodos, sentados o tumbados. Nos concentramos en respirar lenta y profundamente, y en relajar todas las partes y músculos del cuerpo, comenzando por los dedos de los pies y ascendiendo hasta la cabeza.
- Crear una imagen. Una vez relajados creamos una imagen clara y con el mayor lujo de detalles: sonidos, color, mobiliario, características del lugar u objeto deseado...Tiene que ser una imagen de la situación que queramos ver realizada: un empleo creativo y estimulante, un aumento de la prosperidad, un estado mental más sereno, una casa con la que soñemos –siendo realistas–, afrontar una enfermedad... Es importante pensar en ello en presente, como si ya estuviese ocurriendo.
- Sensaciones y palabras positivas. Sentir alegría y bienestar por la imagen que se ha creado y apoyar ese sentimiento a diario con palabras positivas reforzará su poder. Podemos decirnos: "tengo un trabajo que me satisface y que me permite crecer", "disfruto de buena salud", "amo y recibo amor de los míos"...
- Evocar la imagen con frecuencia. Concentrarse en esta imagen mental, tanto en los momentos en que podamos realizar una meditación tranquila como cuando surja la imagen espontáneamente a lo largo del día, hará que esta se convierta en parte integrante de nuestra vida y la proyectaremos de una manera más real.
- Mostrar confianza. Cultivar, finalmente, el sentimiento o la convicción de que la imagen que proyectamos es posible resultará fundamental para que se acabe materializando. Como ha escrito el lama tibetano Tulku Thondup, "debemos entregarnos por completo a sentir y creer, pues de otro modo, puede que nuestro intelecto se interponga en el camino tratando de luchar y combatir".
Libros para profundizar
- Desarrolla tu cerebro; Joe Dispenza, Ed. Palmyra
- Sanación sin límites; Tulku Thondup, Ed. Javier Vergara
- Visualización creativa; Shakti Gawain, Ed. Sirio