La adolescencia es una etapa que puede sacudir los cimientos de cualquier familia. De la noche a la mañana, aquel niño que pedía permiso para todo se convierte en alguien que desafía las normas y cuestiona cada decisión y exige ser tratado como un adulto sin aún serlo. Como madres y padres, nos enfrentamos a una de las mayores pruebas: aprender a acompañar sin imponer, a escuchar sin juzgar y a establecer límites sin caer en el autoritarismo. Pero ¿cómo se logra este equilibrio?
Sara Desirée Ruiz, especialista en adolescencia y autora de En esta casa mando yo, y punto lo tiene claro: el problema no es la adolescencia en sí, sino como la enfrentamos los adultos.
En esta entrevista, desmontamos mitos sobre la rebeldía juvenil, exploramos los peligros de la sobreprotección y descubrimos, entre otras cosas, porque el castigo no funciona. Si alguna vez te has sentido perdida en la crianza adolescente, o temas la llegada de esta etapa en tus hijos, Desirée Ruiz puede resolver muchas de tus dudas.
Una etapa complicada
- Tu libro se titula En esa casa, cuando yo y punto, una frase que creo que todos hemos escuchado alguna vez en casa durante nuestra infancia y adolescencia. ¿Qué peligro representa esta frase para el desarrollo de los adolescentes?
-Es bastante peligrosa, porque fíjate que la idea que transmite esta frase es que solo hay una voz válida en la familia, y esa voz es la de la persona adulta. Es la que puede decidir y opinar. Entonces, implica que no se puede discutir, argumentar ni compartir.
¿Qué pasa aquí? Que tenemos a una persona en desarrollo que recibe el mensaje de que su voz no tiene valor en la familia. Aunque quiera decir cosas y aportar, no es escuchada. En una etapa tan sensible del desarrollo, necesitan construir su identidad. Si no tienen una voz en casa, dejarán de explicarnos cosas, confiar y acudir a nosotras cuando necesiten ayuda.
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-El clima de tensión que se puede producir en casa durante la adolescencia es devastador para los padres. Pero ¿qué sucede con el adolescente que de repente siente rechazo? ¿Cómo se siente?
-Las familias lo pasamos mal porque es una etapa que a veces no entendemos. Cuando la comprendemos, no es que dejemos de sufrir, pero el estrés se reduce mucho. Sin embargo, no solo las familias lo pasan mal; las personas adolescentes también atraviesan un momento de su desarrollo muy complicado, con mucho malestar emocional.
El cuerpo empieza a cambiar de forma compleja: la piel, el olor, las emociones se intensifican. Tomar decisiones cuesta, la memoria falla y la dispersión aumenta. Además, en esta etapa se viven muchas experiencias por primera vez: traiciones, relaciones profundas… Es un momento muy complejo. Imagínate si, además, no tiene en casa un lugar seguro al que volver cuando experimenta situaciones difíciles. Es importante reflexionar sobre esto, porque solemos mirar todo desde nuestra perspectiva adulta y no nos ponemos en su lugar.
- ¿Qué podemos hacer para que nuestros hijos adolescentes crezcan con una autoestima sana?
-Muchas cosas. En primer lugar, es fundamental entender qué sucede con la autoestima en esta etapa. Es inestable, cambia según el contexto y está muy influenciada por la crítica social sobre la imagen que construyen de sí mismas. Por eso las familias deben conocer bien esta etapa y su impacto en la autoestima.
Lo segundo es ayudarles a detectar sus fortalezas y reconocer sus habilidades, aptitudes y dones. Es importante que las adolescentes se den cuenta de lo que ya poseen, porque solemos asumir que lo ven, pero no es así. Aún están desarrollando la autoconsciencia y, aunque en esta etapa son muy autoconscientes, no siempre logran verse con claridad.
Lo tercero, y muy importante, es ayudarles a tomar perspectiva. Tienden a hacer generalizaciones como: "Mi nariz es muy grande", "Nadie me entiende", "Soy un desastre". Si no hay una persona adulta con una relación fuerte que pueda intervenir, estos pensamientos pueden generar un gran malestar.
Límites, riñas y castigos
- ¿Cómo podemos plantear y enseñar a nuestros hijos a respetar los límites que ponemos como padres y, al mismo tiempo, a tener sus propios límites?
-Una de las claves en la educación es el ejemplo. Educamos con lo que hacemos: cómo nos comunicamos, cómo abordamos un conflicto, qué hacemos cuando estamos tristes, estresadas o contentas. Toda esa información se transmite y modela la conducta de los adolescentes.
A menudo se cree que poner límites es simplemente dar órdenes: "Haz esto y punto". Pero en las relaciones no se imponen cosas, se comunican. Podemos decir: "Esto que has hecho me ha molestado", o "Entiendo que no estés de acuerdo, pero eso no significa que puedas gritarme o insultarme". Aprender a poner límites no se trata de imponer, sino de comunicarnos con claridad y respeto. Es fundamental sentarse, dialogar, comunicar expectativas, explicar necesidades y acordar normas de convivencia.
Un punto que considero importante resaltar es que con los adolescentes es mejor hablar cuando la emoción ha bajado, cuando ya no están enfadados o alterados emocionalmente.
- Últimamente hemos escuchado a muchos pedagogos decir que el castigo no funciona en esta etapa. ¿Qué significa esto? ¿Cómo afecta realmente el castigo?
-Volvemos a lo mismo: el castigo es la imposición de algo de forma unilateral. Desde la autoridad adulta se ejerce autoritarismo: "Te quito este privilegio", "te encierro en tu cuarto", "me da igual lo que me digas". Esto es peligroso, especialmente si queremos que desarrollen pensamiento crítico y aprendan a poner límites de forma saludable. Tampoco nos conviene atacar ni gritar. Si cada vez que pasa algo reaccionamos con gritos e imposiciones, no estamos enseñando una forma saludable de comunicarse. ¿Cómo van a confiar en alguien que les grita, les quita privilegios y ejerce poder constantemente?
Luego nos preguntamos por qué existen relaciones de codependencia o por qué hay personas que no saben poner límites. Han crecido con la idea de que el poder y el castigo son las únicas herramientas de regulación.
Además, aunque a corto plazo puede tener efecto, a largo plazo no enseña nada. No garantiza que entiendan las consecuencias de sus actos ni fomenta la reflexión. No hablamos de lo sucedido ni ofrecemos alternativas para aprender. Y recordemos que aún están en desarrollo, no saben hacer esto por sí mismos.
- ¿Qué medidas podemos tomar desde la infancia o la preadolescencia para llegar a una buena relación con el adolescente?
-Desde la infancia, debemos establecer las bases de la comunicación y los límites. Es importante fomentar el diálogo, explicar las cosas de forma comprensible, acompañarlos en su desarrollo, generar un espacio seguro y no invalidar sus emociones. También es clave hablar de emociones y tratar la sexualidad con naturalidad. Sé que puede parecer complicado, pero es esencial.
Cuando llegue la adolescencia, si hemos hablado de sexualidad, generado un apego seguro y enseñado a gestionar la frustración, tendremos un camino más allanado. La infancia es crucial: si hemos estimulado bien, jugado, leído juntas, salido y trabajado el uso de pantallas de manera adecuada, la adolescencia puede presentar menos riesgos y menos momentos de estrés o preocupación. Aun así, seguirá teniendo sus propios desafíos.
Sobreprotección y relaciones horizontales
-Otro tema candente en materia de educación es la sobreprotección.¿Dónde está el límite entre proteger y sobreproteger?
-Debemos preguntarnos si la persona adolescente es capaz de hacer algo por sí misma. Si lo es, no debemos intervenir. Una de las claves para la autoestima es sentirse capaz de resolver un conflicto, afrontar un reto académico o manejar una relación. Para ello, hay que entrenarse, y eso implica equivocarse, probar y experimentar. Si intentamos resolverlo todo por ellos, les impedimos desarrollar las habilidades necesarias.
La sobreprotección impide que enfrenten el error, y sin error no hay aprendizaje ni mejora. Si los protegemos en exceso, dependerán de la familia o de alguien que resuelva por ellas cuando enfrenten decisiones importantes. Queremos que prueben, se equivoquen y mejoren a partir de ahí.
¿Y si nuestro hijo o hija adolescente toma decisiones que no nos gustan? Por ejemplo, en relación con estudios.
-De entrada, hay que entender que es una persona diferente de nosotras. Muchas veces creemos que nuestros hijos deben seguir el camino que hubiéramos elegido para ellos. Pero cuando el adolescente construye su identidad, necesita descubrir qué le hace feliz, qué le interesa y con quién quiere relacionarse. Probablemente tendrá intereses distintos a los nuestros.
Si dice que quiere estudiar bachillerato de artes, por ejemplo, y nosotras habríamos preferido que hiciera derecho o algo "con más salida", el primer paso es frenar nuestra reacción automática. Respiramos y respondemos con curiosidad: "Ostras, qué interesante. Veo que ya te has decidido. ¿Qué te ha llevado a elegir esto? ¿Qué es lo que más te gusta de este bachillerato? ¿En qué estás pensando para después?" .
Luego, si nuestra relación lo permite, podemos ayudarle a explorar todas las opciones que ofrece ese bachillerato. A veces tienen expectativas irreales, y parte de nuestro rol es ampliar su visión sin imponer. Si quiere ser artista y se imagina exponiendo en Nueva York, podemos decirle: "Esa es una posibilidad, y hay personas que lo han conseguido, pero también hay otras muchas opciones dentro del arte". No queremos cortarles las alas, sino ayudarles a construir un plan realista.
Lo más importante es sostener su decisión. Muchas veces, cuando comienzan, se agobian y quieren abandonar al primer trimestre porque no era lo que esperaban. Ahí también debemos acompañarles para que aprendan a gestionar la frustración y no tomen decisiones precipitadas.
-¿Y qué pasa cuando escogen amistades o parejas que no nos gustan?
-Es importante acercarlas a casa y observar qué les aportan esas relaciones. Luego, podemos hablar de conductas específicas: "He notado que tu amiga suele llegar tarde, ¿te molesta?". Así, en lugar de criticar directamente, les ayudamos a analizar por sí mismas.
Si les prohibimos salir, criticamos constantemente a sus amigos o les decimos que son demasiado jóvenes para tener pareja, solo conseguiremos que nos oculten información y mantengan esas relaciones a escondidas. Esto genera desconfianza y una relación tensa con nosotros, porque sentirán que no los entendemos ni valoramos a las personas que han elegido.
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