De 2019 a 2020 las cifras de suicidio infantil y juvenil se duplicaron en nuestro país y Junibel Lancho, psicóloga clínica, y otros compañeros de profesión de la Asociación sin ánimo de lucro La Barandilla, de Madrid, sensibilizados con la gravedad de los acontecimientos, pusieron en marcha el primer teléfono para la prevención del suicidio, atendiendo voluntariamente las 24 horas llamadas de personas con ideación suicida y familiares e incluso suicidios en curso.

El éxito de esta iniciativa, con más de 9.000 llamadas atendidas, daría lugar posteriormente a que se implementara una línea telefónica de atención al suicidio, el 024, de forma institucional en todo el estado.

Recientemente Junibel ha publicado No puedo con tanto dolor, con la editorial La Esfera de los Libros, para ayudarnos a reconocer las señales de alarma de las conductas suicidas a fin de evitarlas. 

-¿Qué les está pasando a nuestros niños y jóvenes para intentar cometer un acto tan duro y extremo como quitarse la vida?
-El hecho de que del 2019 al 2020 se duplicaran los casos de suicidio infantil y juvenil fue, en parte, fruto de la pandemia, pero los psicólogos que trabajamos en prevención de la salud mental veníamos alertando desde 2018 de que algo estaba cambiando, de que nuestros jóvenes estaban teniendo problemas. Lo más peligroso y doloroso fue que en 2021 fallecieron 22 niños entre 7 y 14 años.

Esa es una cifra muy alta, sabiendo que son niños, que su vida en esos años debería consistir en estar felices y despreocupados, en tener experiencias alegres y positivas… ¿Qué nivel de sufrimiento debían de tener esos 22 niños para cometer un acto tan grave contra su propia vida? 

-¿Con qué tiene que ver la conducta suicida?
-Con la sociedad en la que vivimos. La conducta suicida es multicausal. Hay muchos factores implicados en tener pensamientos, ideación o intentos autolíticos o suicidio, entonces tenemos que prevenir, ya que eso es lo más importante.

Que haya más prevención durante la infancia, educando en inteligencia emocional, en valores y, sobre todo, en que sepan gestionar las emociones, porque el problema es el no saber y no poder gestionar las emociones que les llegan. También en los adolescentes, en los que las cifras de lesiones no suicidas o los intentos de suicidio son más importantes aún.

-¿El problema sigue creciendo o se ha estabilizado?
-Lo bueno es que en 2022 bajaron las cifras de suicidio de los niños entre los 7 y 14 años a la mitad. En vez de 22 ese año fueron 13. Eso indica que algo se ha hecho bien. Pero en la franja de los 15 a los 19 años hubo 75 suicidios, siempre más en chicos que en chicas y eso también es muy importante en esas edades del salto a ser jóvenes.

En las conductas suicidas tenemos que potenciar los factores protectores, lo que va a ayudar a jóvenes y niños a inculcarles resiliencia, uno de los factores más importantes ante la adversidad que podemos desarrollar y que va a servir para la vida adulta. 

-Han aumentado las consultas por trastornos psicológicos en niños y jóvenes por ansiedad, depresión, anorexia, TLP…¿Obedece a las mismas causas que los casos de suicidio, a una apatía generalizada, falta de motivación y propósito?
-Sí, por ejemplo después del Covid se dispararon las consultas por anorexia, por autolesiones, llegando en 2023 a tener en España que un 18% de adolescentes han tenido problemas de autolesiones no suicidas, y luego, dentro del Trastorno Límite de Personalidad, también subieron las cifras más de un 22%. Las consultas en psiquiatría infantil después del Covid subieron hasta un 200%, algo que no se había dado nunca. 

-¿La negligencia en la atención por parte de los padres está detrás de este fenómeno?
-No es tanto la negligencia, sino el no saber. Las prisas que llevamos, el tiempo que no estamos y no dedicamos a los niños y a los adolescentes. Luego la sociedad tan individualista que tenemos, donde prima el yo, yo y yo primero. No estamos dándonos al otro, no estamos en la compañía, no estamos en la humanización. Eso los niños también lo ven en casa.

En la actualidad muchos padres piensan que son los colegios quienes tienen que educar…pero los colegios tienen que enseñar, quienes nos educan son nuestros padres. Es la tribu, son los abuelos, los amigos…y eso últimamente no se está dando. Es cierto que ahora no tenemos familias tan extensas como antes… No se tiene esa relación con los primos, los abuelos… En algunas familias sí, por la ausencia de los padres al tener que trabajar, pero creo que el problema está en no saber hacerlo mejor. 

-Hoy todo vale…
-Sí, a muchos padres hoy todo les suele valer, y claro, la educación es paciencia, es estar ahí, acompañando. Nos educamos por el efecto espejo. Si el niño está viendo que los padres llegan a las 7 u 8 de la tarde cansados y se ponen con el móvil, el niño lo que está viendo es eso, que es algo que podemos observar cuando vamos en el autobús, en el metro o a un restaurante; a los niños se les entretiene con el móvil desde que son muy pequeños…

-¿Hemos delegado la educación de nuestros hijos en las pantallas y los niños y jóvenes crecen muy confundidos, sin orientación y bajo un influjo excesivo de los estereotipos superficiales que se les vende en las redes?
-A ver, aunque no podemos prohibir el acceso a las redes sociales en la época en la que estamos, sí podemos enseñar y alfabetizar en cómo usarlas y no dar un móvil a un niño de 9 años de ultima generación. Esto es una bomba de relojería, porque tenemos que saber cómo es el cerebro de ese niño. Los niños a esa edad están ávidos de aprender, y ahí tienen a su disposición todo tipo de contenidos, como la pornografía.

Luego nos parece raro que haya violaciones por niños de 11 y 12 años. Están accediendo al mundo de la sexualidad por la pornografía, y ahí se entra por el móvil. Cuando damos charlas en colegios y les preguntamos por el tiempo que están con el móvil, nos dicen que hasta 6, 7 u 8 horas. Llegan a veces a clase que se duermen, porque se van a las 2 de la mañana a dormir por estar enganchados a la pantalla. 

-Dedicar más tiempo a nuestros hijos es fundamental, pero debe hacer falta algo más…
-Estamos en la cultura de la inmediatez, no del esfuerzo. Ya no se dice aquello de: si sacas buenas notas, tienes la bici. Ahora los niños antes de que pidan las cosas ya las tienen. 

Hay que educar en el esfuerzo, en la empatía, en la compasión, en que puedes ayudar al otro y no en que tú tienes que ser el primero a cualquier precio. Luego los referentes que tienen hoy nuestros niños no son sus padres o sus abuelos o alguien de su familia que consiguió algo por sus capacidades o habilidades y por su tenacidad, son los youtubers, los influencers, Cristiano Ronaldo o alguien a quien le guste cantar, pero eso no es una realidad para todo el mundo. 

-La comunicación entre ambos padres es esencial, pero muchas veces el uno delega en el otro y no se ponen de acuerdo en las normas a aplicar y las cosas se complican cuando los padres están separados… ¿Qué hacer en estos casos?
-Aunque los padres estén separados, tienen que llegar a acuerdos por el bien de sus hijos y no deberían hablarle al niño mal del otro por su salud mental y emocional. Tienen que ponerse de acuerdo en las normas que aplican y poner límites.

Un niño necesita saber lo que está bien y lo que está mal, sin contradicciones. Estos límites tienen que ser claros, desde el afecto, desde el cariño y se tienen que ir enseñando en cada edad. En cada etapa vital tiene que dársele al niño la responsabilidad que necesita o que puede entender. Cuando con 16 o 17 años quieres poner los límites ya es tarde, y ese chaval salta por los aires. El niño, además, tiene que saber que, si es responsable para llevar un móvil de última generación y disponer de un tiempo para utilizarlo, también tiene que ser responsable para hacer los deberes, por ejemplo. 

-¿Hasta qué punto una educación que prima el éxito, los conocimientos o las capacidades intelectuales más que otros valores humanos tan importantes o más, es uno de los focos básicos del malestar de los jóvenes?
-Si lo que primamos es que saques el 8 o el 9… Lo que se tiene que tener en cuenta es el esfuerzo que el niño ha hecho. Si no ha sacado un 8 y ha sacado un 5,5 pero ha estado estudiando, se ha estado preocupando de hacer los trabajos a su tiempo, eso también debería valer. Tienes que ser el mejor, pero ¿el mejor cómo?, ¿el mejor en qué? ¿En sacar buenas notas? Pues a lo mejor no es suficiente con solo sacar buenas notas, a lo mejor es también importante que seas buen amigo, un buen nieto, que vayas a ver a tus abuelos y estés bien con ellos, el que seas un niño responsable en casa, que ayudes…Sí, hay que estudiar, pero a veces el estudio no lo es todo.

También es importante formar al niño para ser una persona buena el día de mañana, una persona sana, que pueda desarrollar una buena salud mental. Otra cuestión es que no se les está permitiendo a los niños aburrirse y, si no nos aburrimos, no desarrollamos nuestro pensamiento creativo. 

-Con la utilización de las redes sociales llegan también el ciberacoso, el bullying y la falta de amabilidad y la empatía con el otro… ¿Qué podemos hacer para detectar este tipo de conductas en nuestros hijos y cómo podemos prevenirlas?
-España es el tercer país que más bullying tiene. Primero va México, luego Estados Unidos y luego nosotros. Siempre y cuando veamos que un niño o una niña se empieza a comportar de manera diferente a como lo hacía: está más triste, más callado… hay que prestar atención. Muchos de los suicidios que se dan en adolescentes son por bullying y la media de tiempo en la que un niño que sufre bullying pasa sin decir nada es de dos años. Callado por la vergüenza del qué dirán, con rumiaciones como: «pensarán que no sirvo, mis padres me van a decir que soy tonto y que no me deje pisar…»

Siempre ha habido en los colegios el matón o la matona que se ha metido con otros o como mucho a la salida del centro, pero es que ahora son 24 horas, 365 días al año por las redes, y no son tres o cuatro los implicados, sino que se entera todo el colegio.

Hay que pararlo dando a los niños desde el preescolar o la educación infantil una buena autoestima, que sepan gestionar las emociones, que sepan lo que está bien y lo que está mal. Y luego hay que tratar al acosado pero también al acosador, porque el acosador es un niño que también tiene problemas. 

-Entrando en el problema del suicidio, ¿cómo detectar las alarmas y qué hacer ante un niño o joven en una situación límite?
-Hay señales verbales y conductuales. Las que solemos ver antes son las conductuales, ese cambio de carácter, de hábitos, a lo mejor el niño no come bien, no le apetece, o come demasiado…está más irascible de lo habitual. A lo mejor también se encuentra deprimido, comienza a cambiar de aspecto, se empieza a encoger, no se cuida mucho, va muy tapado…

Los niños que se autolesionan los vemos como en pleno verano se ponen en sudadera… Eso nos tiene que hacer saltar la alerta de mirarle los brazos, porque es raro que vaya con mangas. Normalmente es porque se han cortado, se han autolesionado, lo que se conoce como cutting.

A lo mejor está muy metido en su habitación cuando tampoco lo ha hecho nunca a ese punto, y luego saber ver las señales verbales cuando verbalizan cosas como: «yo ya no sirvo para nada», «todos estarían mejor sin mí» o cuando encuentras escritos, cartas donde hablan de lo mal que están o de socorro. Cuando aparece una carta hay que ponerse en manos de un profesional y hablarlo con el niño, preguntar qué está pasando, sin juzgarlo. 

-Es bueno contrastarlo con la escuela, supongo…
-Sí, desde luego, y si te dicen que no atiende, que está siempre solo o sola, está triste, no quiere hablar nunca con nadie… Yo resalto que nunca se diga esto que se suele decir de que son llamadas de atención; no son llamadas de atención, son llamadas de socorro, de auxilio; llamadas en las que él o ella no sabe cómo expresar ese malestar o sufrimiento que tiene. Para verlo hay que estar presente como padres. 

-¿Cómo fue la experiencia del teléfono de ayuda al suicidio?
-Lo pusimos en marcha desde la asociación La Barandilla, de Madrid, como una herramienta puntual cuando vimos que los suicidios de niños y jóvenes iban en aumento. Lo peleamos en el ministerio y en muchos sitios, y eso dio lugar luego, hace dos años, a la línea 024. Los psicólogos con experiencia en el tema que atendíamos lo hacíamos de manera voluntaria, estábamos las 24 horas del día y cogimos más de 9.000 llamadas.

Y vimos que es en los momentos puntuales, si la persona tiene al otro lado a alguien que le pueda dar unas referencias, le pueda escuchar, cuando se puede parar esa idea suicida o ese intento. Nosotros llegamos a atender suicidios en curso. La persona no se quiere morir, quiere dejar de sufrir; da lo mismo que sea niño, adolescente o adulto. 

-En realidad puede ser un impulso momentáneo…
-Puede haber un momento en que a lo mejor al niño o adolescente se le junta todo: ha suspendido, le ha dejado la novieta, que en casa los padres se están separando o no se llevan bien…se juntan un montón de cosas y siente que no puede seguir soportándolo.

-Supongo que es esencial comenzar una terapia, si no se hacía anteriormente, cuando la persona tiene una ideación o hace un intento de este tipo…
-Es esencial y tendría que ser una terapia continuada con un mismo profesional. Nosotros, a raíz de poner en marcha el teléfono, decidimos crear un área para las personas que han tenido intento de suicidio o ideación con una terapia como mínimo de tres meses. Nos está llegando gente sin recursos. Los que pueden pagar algo, pagan algo, y los que no, no. 

-¿Recibís alguna ayuda institucional para ello?
-No, ninguna. Una de las cosas que seguimos pidiendo los profesionales que nos dedicamos a la prevención del suicidio es que haya un plan nacional de prevención. No existe, aquí cada uno va por libre. A veces las personas que hacen un intento de suicidio es muy posible que lo intenten tres meses después y lleguen a realizarlo, no nos podemos fiar. Hay muchos padres que te dicen: si el niño estaba muy bien, estaba contento, iba mejor…

No podemos confiar ni relajarnos en momentos posteriores cuando alguien lo ha intentado. Esa alegría momentánea o esa aparente bonanza nos debe hacer sospechar, pero si no tiene un apoyo psicológico, la persona no lo va a poder ver. 

-Para concluir, ¿cómo podríamos hacer para que los niños tengan una mejor percepción de sí mismos y de la vida?
-Los padres deberían estar más presentes, acompañar a sus hijos, escucharles, acogerles y, sobre todo, no juzgarles cuando tengan un problema, sea cual sea. Decirles: «de esto podemos salir juntos». El amor, la motivación, el «tienes un apoyo en mí» son muy importantes.

Deberíamos crear escuelas de padres desde la infantil, primaria y secundaria para que los padres conozcan los procesos cerebrales y emocionales por los que pasan sus hijos. Si se les dieran pautas a los adultos, sabrían hacerlo mejor.

Luego hay que favorecer que los chicos hagan ejercicio al aire libre, establecer hábitos saludables desde que son pequeñitos, como cenar juntos sin móvil, charlando sobre las cosas del día…y a las 12, se cierra internet hasta el día siguiente. Eso sería ideal y un reto de responsabilidad y salud mental para hijos y padres. También es muy importante para los chicos hacer algún voluntariado. Eso les ayuda a crear autoestima, a sentir que hacen algo bueno por los demás, algo que repercute directamente en su bienestar y en el de todo su círculo.