Seguro que alguna vez te ha pasado. Tienes un pequeño tropiezo con cierta compañera en el trabajo, un comentario fuera de lugar, un mail que no llega a tiempo, y la mente empieza a maquinar. “Seguro que tiene algo en contra mía. ¿Quiere perjudicarme? Es mala”. Te puede haber pasado en otros muchos contextos: con tu vecino, tu jefe, tu profesor del instituto e incluso con amigos cercanos. Quizá en un afán por protegernos, la mente humana tiende a pensar que todos en nuestro entorno son potencialmente malvados y peligrosos.
Esta forma de ser no nos ayuda en absoluto. “Se logra más confiando en los demás que desconfiando”, escribe el filósofo José Carlos Ruiz en su libro Una mujer educada, y sus palabras esconden una gran verdad. Cuando asumimos que los demás son malvados, y desconfiamos, levantamos barreras que nos impiden disfrutar de la compañía del otro, aprender del intercambio saludable de ideas y pensamientos. Perder el don de la confianza es un precio demasiado alto a pagar para protegernos de los pocos infortunios que acontecen en la vida de confiado. Y en esto, la navaja de Hanlon puede resultarnos de gran ayuda.
¿Qué es la navaja de Hanlon?
El principio de Hanlon, conocido también como navaja de Hanlon, dice lo siguiente: “Nunca atribuyas maldad a lo que se explica adecuadamente por la estupidez”. O lo que es lo mismo, normalmente las personas no son malas, simplemente son estúpidas. Es el famoso beneficio de la duda. Antes de asumir que alguien ha actuado guiado por la maldad, plantéate si quizá lo que ha motivado sus actos ha sido la ignorancia, la negligencia, la falta de compresión o, sencillamente, un error. Todos podemos equivocarnos, no olvidemos que el ser humano es esencialmente imperfecto.
El nombre de esta “navaja filosófica” procede, probablemente, de Robert J. Hanlon, una figura algo misteriosa de la que apenas se encuentra biografía en Internet. Al parecer, en 1980, envió a Arthur Bloch una contribución para su libro Murphy’s Law Book Two: More Reasons Why Things Go Wrong!, y de ahí que se la bautizara de esta manera.
Sin embargo, esta regla empírica ya llevaba muchos años en circulación. Una de sus posibles inspiraciones fue la navaja de Ockham, que es un principio de economía que dice que “en igualdad de condiciones, la explicación más simple suele ser la más probable”. Es decir, que dar explicaciones complejas y rebuscadas a los motivos por los que los demás hacen lo que hacen es una pérdida de tiempo, y probablemente nos condene a errar en nuestro juicio.
Esta idea se atribuye al fraile franciscano, filósofo y lógico escolástico Guillermo de Ockham (1285 – 1347), por lo que puedes imaginar cuántos siglos lleva el ser humano siendo más estúpido que malvado.
Aprende a “afeitar” la maldad de tu vida
En términos prácticos, la navaja de Hanlon puede ayudarnos para “rasurar” la maldad de nuestras vidas. Para tomar mejores decisiones y ver con claridad aquello que nos nubla la vista. Particularmente, le encontramos tres grandes beneficios.
Dejar atrás el victimismo
Una de las claves para tener una vida plena y satisfactoria es asumir nuestra propia responsabilidad sobre nuestra vida. “El grado en el que aceptes la responsabilidad de todo lo que pasa en tu vida es el grado de poder que tendrás para cambiarlo o mejorarlo”, escribe en Sí te da la vida la especialista en gestión del tiempo, Mapi Hermida.
Estancarnos en el victimismo y pensar que el mundo está en nuestra contra nos hace un flaco favor. Cuanto antes asumamos que, en general, lo que sucede en nuestro entorno no tiene como fin destruirnos, antes podremos buscar soluciones para los problemas que nos incordian. Tenemos el poder de actuar contra aquello que nos limita.
Mejorar la empatía
“Cuando el que hace algo ‘malo’ es el otro”, escribe en Ser un estoico el filósofo William Mulligan, “solo lo juzgamos por lo que vemos. Desconocemos las justificaciones y el diálogo interior que lo han llevado a actuar así, de forma que nuestro juicio suele ser duro e incluso profundamente injusto”. Esta idea, que representa a la perfección el principio de la navaja de Hanlon, es esencial para desarrollar una de las habilidades que escasean en el mundo moderno: la empatía.
Comprender que lo que juzgamos como maldad es, en muchos casos, simple ignorancia, nos ayuda a ponernos en lugar del otro. Nos obliga a intentar comprender sus motivos más allá de la primera impresión. Fomenta el diálogo con aquellos cuyas acciones no comprendemos. Y un mundo en el que existe esta duda y este diálogo, es un mundo mejor.
Confiar más en quienes te rodean
Iniciaba este artículo con una cita de José Carlos Ruiz, que representa en buena medida esta idea. Y es que la navaja de Hanlon nos permite derribar las barreras y confiar en la bondad de los demás. Existen las personas malvadas, pero en muchísimos casos aquello que calificamos de malvadas es pura ignorancia. Esta idea puede ayudarnos a ver la bondad en los demás, a confiar y a abrirnos.
Y esto es transformador, porque todas las investigaciones realizadas en el campo de la psicología y el bienestar apuntan hacia la misma dirección. Las relaciones interpersonales son la base misma de nuestra felicidad y plenitud emocional. Por eso, poder confiar en quienes nos rodean es clave para que seamos felices.
El doble filo de la navaja
Como toda regla universal, es importante comprender las limitaciones y los matices de la navaja de Hanlon. Aunque en muchas ocasiones lo que percibimos es estupidez, y no maldad, hay casos en los que la crueldad hace acto de presencia.
A lo largo de la vida debemos lidiar con estas personas que son crueles y malvadas, y debemos estar preparadas para identificarlas y defendernos de ella. Da igual si las llamamos vampiros energéticos, narcisistas, egocéntricos, controladores o manipuladores. Si estar con una persona hace que te sientas consistentemente mal, permite que suenen las alarmas. Quien te hace sentir culpable o inferior no suele tener buenas intenciones, y está bien que te protejas de este tipo de perfiles, sin que ello implique que dejes de confiar en resto de la humanidad.
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