Todos queremos que nuestros hijos sean sinceros con nosotros, pero esto es algo que no se puede forzar, ya que, si se les presiona, provocaremos el efecto contrario. ¿Cómo conseguir, entonces, que los hijos no nos mientan?
Para responder a esta compleja pregunta, debemos comprender, previamente, cuáles son los mecanismos que llevan a la mentira. Si los entendemos y trabajamos en ellos, podremos construir una base de confianza con nuestros hijos.
Los niños no mienten para engañar
La primera idea básica que debemos tener en cuenta es que los niños pequeños no mienten, según la acepción que damos los adultos al concepto de mentir.
Cuando son pequeños, los niños tienen una enorme imaginación y, además, la línea entre la realidad y la fantasía es muy difusa para ellos. Con el tiempo y la maduración de su cerebro, van aprendiendo a diferenciar entre lo que es real, lo que es verdad, y lo que no.
No comprender que este proceso es lento y progresivo puede llevarnos a interpretar que los niños pequeños mienten cuando, en realidad, solo están jugando con su imaginación.
“Los niños pequeños jamás mienten con la intención de engañar, como sí hacemos los adultos”
En una fase de su crecimiento, alrededor de los dos o tres años, también aprenden que las demás personas son entes individuales y que no piensan lo mismo que ellos. Progresivamente, desarrollan lo que los psicólogos llamamos “teoría de la mente”, que significa que pueden ponerse en el lugar de la otra persona e intuir lo que el otro puede estar pensando, aunque no sea lo que ellos piensen. Descubrirán, entonces, que ellos pueden tener información diferente a la que tienen los demás.
Volviendo al tema de las mentiras, si en estos primeros años de aprendizaje, los pequeños se sienten seguros y acompañados por sus adultos, no tendrán necesidad de mentir. Es más, ni siquiera entenderán el concepto de “mentir”.
¿Por qué mienten los niños entonces?
El motivo principal por el que los niños pequeños comienzan a mentir es por el miedo a las reacciones de los adultos. La mentira aparece como un mecanismo de defensa ante los castigos o los enfados de los adultos por algo que hayan hecho.
Si, por ejemplo, han tenido experiencias previas en las que sus padres se han enfadado cuando han roto algo o han derramado accidentalmente la leche, los pequeños no querrán que sus padres se vuelvan a enfadar y comenzarán a inventar historias alternativas para tratar de esquivar el castigo. Es entonces cuando surge la mentira como mecanismo de defensa.
Si las situaciones de amenazas y castigos continúan en la infancia, los niños reforzarán el patrón de la mentira y puede llegar a convertirse en su modus operandi ante cualquier situación, pero recordemos que la causa inicial no está en los niños, sino en los adultos que provocaron el miedo.
Otro motivo frecuente por el que los niños pueden llegar a mentir es por necesidad de atención. Si el pequeño o la pequeña viven en un entorno en el que no les hacen caso y no cubren sus necesidades de cuidado y protección, mentir puede serla única forma que encuentren de que los adultos se paren, por un momento, a prestarle atención.
El peligro, en este caso, es que el niño puede crear una personalidad falsa paralela a la real. Con el tiempo, además de estar desconectado de sus verdaderas necesidades, hará siempre todo lo posible para llamar la atención y para contentar a los demás.
¿Qué ocurre en la adolescencia? ¿Por qué miente un hijo adolescente?
En esta etapa, la vida social se amplía y los grupos de amigos van cobrando más importancia. Resulta absolutamente normal que los adolescentes busquen proteger su intimidad y mantener su vida privada aparte. Por esta razón, compartirán algunas cosas con sus amigos y no con sus padres.
De todas formas, la diferencia entre los pequeños secretos y las graves mentiras dependerá de cómo haya sido la relación con los padres durante toda la infancia. Si ha existido un ambiente de confianza y respeto, los adolescentes sabrán que siempre podrán contar con sus padres para los temas realmente importantes.
¿Cómo conseguir que no mientan los niños?
La respuesta corta es muy fácil: no provocándoles miedo y prestándoles toda la atención que necesiten. Si los pequeños no tienen miedo, si se les hace caso, no necesitarán mentir para evitar las consecuencias de los enfados de los adultos. Ni siquiera se les ocurrirá la alternativa de mentir.
En realidad, no existe una receta mágica inmediata para conseguir que los niños no mientan. Lo que realmente funciona es el trabajo constante y diario para ganarnos su confianza y que no tengan miedo al enfado o al castigo.
¿Qué podemos hacer para conseguirlo? Estos tres consejos pueden ayudar:
1. Escuchar sin juicio
Para crecer sanos, los niños necesitan adultos que les acompañen, les presten atención y estén dispuestos a escucharles sin juicio. De esta forma, estableceremos una relación sincera basada en la confianza mutua. En caso de necesitar ayuda, contarán con nosotros como primera opción.
2. Se coherentes con su edad
Debemos comprender la edad que tienen y en qué etapa de desarrollo se encuentran para no exigirles cosas para las que no están preparados. Los niños hacen cosas de niños y no podemos pedirles que se comporten como adultos.
3. Ser su modelo
No podemos quejarnos por las mentiras de los niños, si los padres o familiares son los primeros que engañan.
Recuerda que los adultos cercanos son el mayor ejemplo de los niños. Si los adultos mienten, los pequeños aprenderán a hacerlo.