¿Qué diferencia a una persona optimista de una pesimista? ¿Por qué, ante las mismas circunstancias, algunos logran mantener una actitud positiva mientras otros se hunden en la desesperanza? Martin Seligman, psicólogo y profesor de la Universidad de Pensilvania, lleva décadas investigando estas cuestiones. Su trabajo no solo dio origen a lo que hoy conocemos como psicología positiva, sino que también ha demostrado que la felicidad es una habilidad que podemos aprender, practicar y fortalecer a lo largo de la vida.
Siguiendo sus investigaciones, descubrimos como el optimismo influye en nuestra capacidad para enfrentar las dificultades del día a día, qué nos enseña la psicología positiva sobre la felicidad y qué pasos podemos seguir para desarrollar una actitud que nos ayude a afrontar mejor los restos que la vida inevitablemente nos presente.
El origen de la psicología positiva
Tradicionalmente, la psicología se ha centrado en identificar y tratar las patologías mentales, pero Seligman propuso una perspectiva revolucionaria: en lugar de enfocarse únicamente en lo que va mal, ¿por qué no investigar qué hace que las personas sean felices y resilientes? Así nació la psicología positiva, una disciplina que estudia factores como la gratitud, la esperanza y las relaciones interpersonales para fomentar el bienestar.
“Se puede aprender a ser feliz, pero hay que practicar”, compartía el reputado autor en una entrevista para La2, de TVE. Para lograrlo, debemos adoptar hábitos que nos ayuden a ver la vida desde una perspectiva más constructiva.
¿Por qué nos cuesta tanto ver lo bueno?
Vivimos en una época en la que el bienestar material ha mejorado notablemente. Tal como explica Seligman, “muchas encuestas se centran en el bienestar material y todas las estadísticas indican que ese bienestar está ahora mejor que nunca”. Sin embargo, la felicidad subjetiva no hace más que disminuir, explica el psicólogo, en especial entre los jóvenes. ¿Por qué?
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Una de las razones es la falta de perspectiva histórica. “Gran parte del problema lo tienen los jóvenes”, explica Seligman, “pese a estar en el instituto o la universidad no tienen un buen nivel de educación en Historia”. Esta desconexión con el progreso real hace que muchos perciban el mundo como un lugar hostil y lleno de problemas, sin ver los avances en salud, alfabetización, derechos sociales y calidad de vida.
Pero el problema va más allá. Seligman advierte a quien quiera oírlo sobre una tendencia cultural que refuerza el individualismo y la desconexión social: “La depresión también se debe a una forma de pensar que antepone el gran yo a una forma pequeña de nosotros”, explica el psicólogo. En el pasado, y pese a no tener redes sociales, las personas contaban con redes familiares, comunitarias y espirituales que ofrecían apoyo en momentos complicados. Hoy, estas estructuras son más frágiles que nunca, lo que deja a muchos sin un refugio emocional.
Los tres caminos hacia una felicidad duradera
Seligman ha identificado, gracias a sus múltiples investigaciones, tres vías que conducen hacia una felicidad más auténtica y sostenible. Cada una de ellas requiere de acción y práctica, pues, como señala el psicólogo, la felicidad no es un regalo que nos llega por casualidad, sino una habilidad que se cultiva día a día.
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- La vida placentera. Se basa en disfrutar de las experiencias cotidianas, desarrollar una actitud optimista y aprender a saborear los pequeños momentos. Como ejemplo, Seligman nos recomienda anotar, cada noche, tres cosas que nos hayan salido bien en el día. El hábito de la gratitud puede cambiar nuestra perspectiva ayudándonos a identificar lo positivo.
- La vida comprometida. Involucrarnos en las actividades que nos apasionan y trabajar en fortalecer nuestros vínculos es esencial para la felicidad. Seligman nos pide que usemos la gratitud también en este plano, dando las gracias a aquellos que nos hacen la vida más fácil, y haciendo lo posible por devolver el favor cuando esté en nuestra mano.
- La vida significativa. Por último, debemos encontrar un propósito que trascienda nuestros intereses individuales. Puede que lo hagamos por medio de la espiritualidad, el voluntariado o cualquier otra actividad que nos haga sentir parte de algo mucho más grande. Lo importante, asegura el autor, es usar la filantropía a nuestro favor, porque cada acto de generosidad permanece en nuestra conciencia. Estos actos desinteresados, curiosamente, nos brindan una satisfacción duradera.
Optimismo realista: la clave para soportar las dificulades
Las enseñanzas de Seligman nos pueden ayudar a vivir con optimismo, pero no nos engañemos, no vivimos en un mundo de rosas. Y tampoco es lo que el psicólogo pretende. De hecho, el experto nos advierte sobre el optimismo ingenuo y la negación de la realidad. Lo que él defiende es un “optimismo aprendido”. Es decir, la capacidad de reconocer los problemas, pero enfocándonos en las soluciones y en nuestra capacidad para superarlo. “La vida es igual de dura para el optimisma que para el pesimista, pero el optimista lo soporta mejor”, afirma el profesor de la Universidad de Pensilvania.
Este optimismo realista nos permite afrontar los desafíos con resiliencia. Al fin y al cabo, todos atravesamos dificultades, pero quienes logran mantener una perspectiva positiva tienen más recursos emocionales para Sali fortalecidos de ellas.
Así que, si quieres mejorar tu bienestar, recuerda las claves que Seligman han investigado durante años: cultiva la gratitud, invierte tiempo en las relaciones significativas y busca un propósito que te trascienda. Porque, al final, la felicidad no es solo una cuestión de suerte, sino de práctica diaria y compromiso con una vida que merezca la pena ser vivida.
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