El perfeccionismo es una poderosa arma de doble filo. Que seas perfeccionista significa que las cosas te importan, que no te dan igual los resultados. Y eso es bueno. Una mente perfeccionista se centra en mejorar todo lo que le rodea, y por eso algunas de las grandes personalidades que han cambiado el mundo tenían un perfil perfeccionista.

Pero, como con todo en la vida, en el exceso se encuentra el defecto. Ser excesivamente perfeccionista puede hacer que tu vida se convierta en un infierno de frustración, exigencias imposibles, bloqueos mentales y mucha ansiedad. Por eso, estas claves que nos ofrece el Instituto Europeo de Psicología Positiva pueden serte de gran ayuda para dejar de preocuparte por todo y empezar a disfrutar de verdad de la vida.

La otra cara del perfeccionismo

El perfeccionismo puede ser una cualidad positiva cuando nos mantiene motivados para esforzarnos por hacer las cosas de la mejor forma posible, por alcanzar metas cada vez más altas. Sin embargo, esta misma cualidad puede llegar a convertirse en un problema angustiante, que puede tener efectos negativos sobre la salud mental, las relaciones e incluso sobre la productividad.

Algunas señales que pueden avisarte de que tienes un problema con el perfeccionismo son las siguientes:

  • Procrastinas por miedo a no poder realizar tus tareas de forma perfecta.
  • Tienes un miedo abrumador al fracaso y al rechazo que hace que, incluso pequeños errores, se sientan como grandes derrotas.
  • Te exiges demasiado a ti misma. Tus estándares son inalcanzables, y te hacen sentir agotada emocional y físicamente.
  • Nunca estás satisfecha con tus logros, no importa lo grande o pequeños que sean.
  • Tienes una sensación constante de frustración y decepción contigo misma.
  • Eres muy crítica, tanto contigo misma como con los demás.
  • Sufres de “parálisis por análisis”. Tu necesidad de que todo sea perfecto te bloquea a la hora de tomar decisiones.
  • No sabes delegar tareas en los demás, puesto que piensas que los demás no harán un buen trabajo.
  • Te aíslas de los demás por miedo a no estar a la altura de las expectativas o a ser juzgado por otras personas.
  • Tu rendimiento ha bajado por culpa de tu obsesión con los detalles, puesto que esta fijación te impide ver el panorama general o centrarte en la eficiencia.

¿Cómo dejar de ser tan perfeccionista?

El primer y más duro paso que debe dar una persona perfeccionista para empezar a trabajar este rasgo de la personalidad es que, muy probablemente, nunca deje de ser perfeccionista. No se trata de que dejes de ser tú misma, no debes rechazarte ni castigarte por tener un problema con el perfeccionismo. Tan solo necesitas hacerte con algunos hábitos que te permitirán tener una mejor relación contigo misma, aceptando que nada es perfecto, y que está bien que sea así.

Una vez aceptes esto, podrás empezar a disfrutar de la vida. Y para conseguirlo, los expertos del Instituto Europeo de Psicología Positiva recomiendan lo siguiente:

Acepta tus errores

Si eres una persona perfeccionista, es muy probable que te cuesta aceptar tus errores. Por eso, el primer hábito que debes incluir en tu vida es el de relativizar. Debes aprender a restarle importancia a los fallos. No eres una máquina, no eres perfecta. Y no pasa nada, porque el fallo está en nuestra naturaleza.

Mejora tu autoestima

Con una autoestima baja es imposible que el perfeccionismo no se apodere de tu vida. En muchas ocasiones, lo que subyace a la constante búsqueda de perfección y mejora es una sensación de insatisfacción personal. Si no te sientes a gusto contigo misma y no te aceptas y te quieres al 100%, el perfeccionismo dejará de ser una cualidad positiva para convertirse en un gran problema.

Hay muchas formas de trabajar la autoestima, aunque probablemente la más recomendable sea acudir a terapia para trabajar en el amor propio con un profesional.

Aprende a racionar tu tiempo

Si eres una persona perfeccionista, sabes que podrías dedicar horas, e incluso días, a acabar una tarea sencilla. ¿La razón? Podrías haberlo hecho mejor. Es por eso que es importante, en especial, si dispones de mucha libertad a la hora de organizar tu tiempo, que pongas un límite claro a cuánto vas a dedicar a acabar una tarea en particular.

Debe ser un tiempo realista, que te permita acabar la tarea con tranquilidad. No puedes permitir que la eficiencia y el control del tiempo se conviertan en otra arista de tu perfeccionismo.

Mindfulness

A las personas excesivamente perfeccionistas les cuesta centrarse en el presente, lo cual, sumado a sus altos estándares y nivel de exigencia, puede generar problemas de ansiedad. Si es tu caso, trabajar con algunas técnicas de Mindfulness pueden ayudarte a mantener la atención plena en el aquí y el ahora, algo que facilitará considerablemente la gestión de la ansiedad.

Prioridades y exigencias

No puedes alcanzar la excelencia en todo. Es algo que debes aceptar, para poder ajustar tus exigencias a la realidad y dejar de vivir en un estado constante de frustración. Un buen ejercicio para conseguirlo consiste en plantearte cuáles son tus prioridades fundamentales en cada momento.

Debes hacer esto tanto a gran escala como a pequeña escala. Por ejemplo, podrías preguntarte a ti misma si es más importante entregar un trabajo a tiempo o no entregarlo en la fecha, pero que sea lo suficientemente perfecto para ti.

Márcate metas alcanzables

Si tus metas son inalcanzables, vivirás frustrada e insatisfecha, lo que no hará más que aumentar tu perfeccionismo nocivo. Por eso es importante que te pongas metas claras, con los pies en la tierra. Debes preguntarte, antes de proponerte nada en la vida, si de verdad es posible conseguirlo. De esa forma, tus metas y objetivos serán alcanzables de verdad, y podrás dedicarte a ellos sin frustración y tristeza.