"Es auténtica" es casi lo mejor que se puede decir de una persona, pero ¿qué se quiere decir cuando se utiliza este adjetivo? Uno se imagina a alguien que hace muy pocas concesiones a la galería y que muestra una personalidad peculiar pese a quien pese.
Para completar una primera definición se puede explicar lo que no es. Los "testarudos" y los "originales" pueden ir de auténticos, pero no lo son.
Los primeros buscan afirmarse agarrándose a lo que sea necesario, es decir, su actitud tiene su origen en una carencia, una falta de autoestima. Los segundos desean destacar por encima de los demás, pues creen que la distinción por sí misma es un valor, y no les importa demasiado qué cosa sea la que los haga diferentes: puede ser una moda llevada al extremo o todo lo contrario, algo que resulte chocante para su entorno.
Las claves de la autenticidad
Todo el mundo necesita crearse una identidad, por eso la publicidad ofrece todo tipo de cosas bajo el lema "sé tú mismo". Pero, ¿cómo podemos ser nosotros mismos? Estas son algunas de las claves:
1. Coherencia interna
Quizá para satisfacer exigencias profundas haya que hacer oídos sordos a la multitud de estímulos y enfocar la atención hacia adentro. Alguien de verdad auténtico se caracteriza por ser, por encima de cualquier otra consideración, fiel a sí mismo, entendiendo el "sí mismo" como la parte más profunda y original de su psique o alma.
En palabras de Antoni Bolinches, psicólogo humanista y autor de La felicidad personal, ser auténtico es poseer congruencia interna, es decir, mostrar coherencia entre lo que se siente, lo que se piensa y lo que se hace.
La persona que llega a ser auténtica sufre pocos dilemas (es inevitable que aparezcan a lo largo de la vida, pero los supera con éxito) y se siente profundamente de acuerdo consigo misma. Igual que los conflictos internos no le atormentan, se encuentra en paz con el universo y agradece todo lo que le ofrece la vida.
Estamos hablando, por tanto, de un componente esencial de lo que llamamos felicidad o plenitud, porque la autenticidad, al consolidarse, genera una sensación difusa de bienestar que potencia la seguridad personal y las actitudes positivas, creando así la condición anímica adecuada para la realización personal.
2. Conectar con las necesidades íntimas y el instinto
Aunque el camino de la autenticidad de cada cual es por definición libre y personal, en muchos casos está orientado hacia la recuperación de una naturalidad y espontaneidad primigenias.
La civilización, a medida que se hace más compleja, tiende a crear ocupaciones cada vez más alejadas de las necesidades básicas. Todo lo relacionado con la vida instintiva tiende a ocultarse o a enmascararse.
Por ejemplo, la sexualidad se envuelve en artificiosos juegos de seducción que dificultan el acercamiento; los ritos religiosos se transforman en fríos actos sociales que no conmueven a los participantes; el refinamiento gastronómico hace sentir vergüenza al disfrutar de un alimento tal cual es; los trabajos superespecializados aíslan de los demás y del entorno...
Este alejamiento de lo esencial puede reflejarse en el mundo interior, cuando las preocupaciones guardan más relación con trivialidades del mundo exterior que con motivaciones íntimas. Averiguar cuáles son y satisfacerlas es un paso para el desarrollo personal.
3. Desprenderte de lo que no te pertenece
Una de las dificultades para conquistar la autenticidad es la lucha interna esencial entre instinto y razón. La falta de autenticidad puede deberse a un predominio de la cabeza sobre el corazón. A menudo parece que la sensatez va por un lado y los deseos por otro. Sin embargo, si uno se deja guiar por la intuición, siempre existen maneras de conseguir que las aspiraciones se cumplan.
Es necesario hacerse una escala personal de valores que se ajuste a las convicciones más íntimas. A menudo hay que abandonar las opiniones, los prejuicios, los hábitos y las creencias que se tienen, pues son más de la familia, de los libros o del entorno social que propios.
Actualmente se está bajo la presión de infinidad de patrones de formas de ser que se excluyen mutuamente y se tiene acceso a un caudal inmenso de informaciones, muchas veces contradictorias. En esta situación, ser auténtico es una forma de no perder el rumbo entre tantas opciones, muchas de las cuales conducen a callejones sin salida.
Cuando una persona se ha desprendido de lo que no le pertenece, está más abierta a reconocer cuales son las verdades esenciales acerca de sí misma y de la realidad de las cosas. Es posible comenzar de nuevo, siendo en esta ocasión el creador de uno mismo. Sólo así emergen conductas que reflejan lo mejor y más genuino de cada personalidad.
4. Centrarte en lo que tú quieres y no lo que quieren los demás
El proceso de reorientación puede resultar doloroso, pero es necesario enfrentar los retos que se presentan. Luego habrá que evitar que el comportamiento entre en conflicto con las convenciones sociales, pero lo importante es sentir que hacemos lo que debemos de acuerdo con cómo somos.
El camino en la dirección opuesta hacia la autenticidad se emprende cuando se niegan las propias necesidades para cumplir normas sociales o deseos ajenos. La autenticidad no se lleva bien con el convencionalismo ni con el conformismo.
Por desgracia la sociedad en que vivimos impone limitaciones a la expresión de la autenticidad, porque fija rígidamente cuáles han de ser los objetivos vitales y la manera de conseguirlos. La persona que obtiene bienestar material a costa de renuncias esenciales nunca será feliz.
Quien por permanecer fiel a sí mismo vive en la miseria, tampoco. Hay que buscar pues, el punto de equilibrio entre bienestar suficiente y realización personal.
5. Cultivar el espíritu de superación
La autenticidad va acompañada de la sana ambición de ser cada día un poco mejor. El escritor Miguel de Unamuno decía que “el que no sienta ansias de ser más, llegará a no ser nada”.
El espíritu de superación, cuando está dirigido hacia objetivos que generan congruencia interna, facilita el desarrollo del potencial personal. Cuando alcanzar las metas produce armonía psicológica y sensación de bienestar se puede estar seguro de que el espíritu de superación está bien enfocado. Los objetivos así alcanzados hacen sentir que se está aprovechando el tiempo al máximo, que no se vive en vano.
En cambio, si por falta de autenticidad se eligen mal las metas, aunque estas se cumplan las consecuencias pueden ser desdichadas. Por ejemplo, el éxito económico conlleva dosis de frustración cuando no va acompañado de armonía interior.
Quien quiera evitarse sufrimientos psíquicos, debe procurar, primero, ser auténtico. Así se fortalece la personalidad y la autoestima, conquistando progresivamente mayores cotas de autonomía y libertad.
6. Elegir bien tus modelos
La observación de modelos es una ayuda en el esfuerzo por ser auténtico. Esto no tiene nada que ver con la imitación de las apariencias que realizan lo mitómanos. Se trata de reconocer las conductas ejemplares que ayudan a expresar de forma genuina la propia personalidad.
Es lo que ocurre cuando lo que se valora en el otro es la capacidad de reflexionar, de reconocer debilidades, de hacer caso de la intuición o de actuar de manera independiente.
La palabra autenticidad, que actualmente significa “cierto y positivo”, procede del griego autentikor, que significaba “que tiene autoridad”, no sobre los demás sino sobre sí mismo. Por tanto una persona auténtica se fija en modelos válidos y se convierte ella misma en un ejemplo para los demás.
Desde este punto de vista, la autenticidad también tiene trascendencia social, ya que extiende persona a persona un modelo de comportamiento contrapuesto a otros banales, favorecedor de actitudes dependientes y conductas superficiales e imitativas.
7. Autoafirmarse para ganar confianza y autoestima
Una actitud auténtica no evita sentirse confuso en ocasiones. Para superar dificultades son útiles las conductas y las frases de autoafirmación que refuerzan la autoestima. Para quien actúa con autenticidad cada decisión se convierte en un ejercicio que refuerza la coherencia interna, la confianza y la autoestima.
Según el psicólogo Antoni Bolinches, las conductas de autoafirmación nos orientan hacia donde queremos ir y nos convierten en quienes queremos ser. Son para la mente lo que el ejercicio físico es para el cuerpo: con ellas se adquiere fuerza psicológica. En cambio la rutina y la pasividad debilitan la voluntad.
¿Cuáles son las conductas de autoafirmación?
- Cuando al hacer o decir algo nos sentimos más sinceros, seguros, autónomos, honestos, congruentes o positivos, estamos realizando una conducta de autoafirmación.
- También lo son todos los comportamientos que producen la sensación de que se es el director de un proceso de crecimiento gratificante.
8. Evitar un exceso de autocrítica
Aspirar a la autenticidad significa implicarse en un proceso de perfeccionamiento que no puede estancarse por culpa de la excesiva autocrítica. La actitud básica correcta es la autoaceptación y a partir de ella se puede decidir desapasionadamente lo que se desea cambiar. Las motivaciones deben ser siempre positivas, optimistas.
En el fondo, la crisis de valores de la que se quejan muchos no es más que la suma de las frustraciones de millones de personas que, al levantarse por la mañana, no encuentran una actividad motivadora a la que dedicar su tiempo. Esta actividad podría ser “llegar a ser ellos mismos” o “perfeccionarse”, es decir: ser auténticos.
Este empeño no conlleva sacrificio o aburrimiento (estas ideas están relacionadas con una determinada moral religiosa que históricamente nos ha tocado vivir), al contrario: se trata de una tarea compatible con el placer de descubrimientos sorprendentes y de aventuras inesperadas.
Al decidirse ser auténtico, convirtiéndose uno en protagonista y director de su propia vida, sólo cabe esperar acontecimientos gratificantes, incluyendo los inevitables y aleccionadores tropiezos.