“La vida se parece mucho a navegar” comparte Arthur Brooks en sus redes sociales, junto a un extracto de una de las muchas entrevistas y conferencias que ofrece. Brooks es, actualmente, uno de los más grandes científicos sociales, investigador sobre la felicidad y profesor de liderazgo en la Universidad de Harvard. Y para él, el secreto de la vida radica en esta sencilla metáfora que nos hace reflexionar sobre los deseos y los propósitos.
La cosa va así. Cierra los ojos, imagina que eres un marinero (o una marinera). Tienes claro hacia dónde quieres viajar, pero el mar está lejos de ser predecible. Surgen tormentas, distracciones, equivocaciones al orientarte. Así que, aunque tu meta sigue estando ahí, al otro lado de esa línea que puedes dibujar en el mapa, es inevitable que te desvíes un poco. Y es justo ahí, asegura Brooks, donde radica la diferencia entre los propósitos (que nos dan la felicidad) y los deseos (que pueden robárnosla).
Navegar con una dirección clara
Nadie se echa a la mar sin una dirección clara, sin la intención de viajar hacia un destino particular. Al menos, no es común hacerlo. Por eso Brooks compara la navegación con la vida. En ambos casos, saber a dónde quieres llegar es esencial. Si no tienes un objetivo claro, es fácil que te pierdas en el camino, que te quedes estancada.
A esta dirección, Brooks la llama el “rum line” del marinero. La línea recta hacia el destino, que se puede trazar con facilidad sobre un mapa. O sobre el papel, si seguimos la metáfora. Porque nosotros, como seres humanos, necesitamos un objetivo que nos impulse a seguir adelante. Es nuestra brújula en medio del océano que es la vida.
Esto está claro, ¿verdad? El problema es el siguiente. La vida, al igual que el mar, no es predecible. Por eso, aunque es tentador fijar la vista en esa línea recta, en ese dibujo, sobre el papel, no debemos hacerlo. “Si eres un buen marinero”, explica el profesor de Harvard, “sabes que no llegarás en línea recta. Muchas cosas van a suceder, puede que se desate una tormenta, tal vez te interese mirar hacia allá y llevar tu barco en una dirección diferente, quizás cometas un error”.
Todas estas variables son inevitables, y por eso es importante dejar de pensar en la línea recta, en el camino rápido, y comprender que ese propósito no es nuestro mapa de vida. Es nuestra brújula. Y eso hace que funcione de forma muy distinta.
Cuando el objetivo se intoxica
Hasta ahora, Brooks no nos ha dicho nada que no nos hayan dicho otros gurús de la felicidad. Necesitas un propósito para llevar una vida plena y no será fácil conseguirlo. De acuerdo. Pero, ¿dónde está el verdadero secreto de la felicidad? Radica en la paradoja, en peligro de quedarnos atrapados en la obsesión por un objetivo único. En fijar nuestra mirada en el “rum line” sin comprender que el mapa está lleno de delicias por descubrir.
“Si te aferras tan tenazmente al objetivo”, explica Brooks, “se convierte en un deseo en lugar de una dirección, y entonces el apego toma el control”. Es este apego, afirma el experto, el que “acaba con la vida y la alegría de lo que estás haciendo”.
Es decir, lo que en principio te otorgaba un propósito, una dirección a seguir en el mapa, pronto pasa a ser un deseo tan absorbente que acaba por dominarte. Y el viaje, entonces, deja de ser placentero y se convierte en una carga.
En realidad, no es nada extraño que suceda. Te propones conseguir el trabajo de tus sueños, ese puesto que crees que encaja a la perfección con tus habilidades y necesidades. Y estás tan centrada en conseguirlo, que se te olvida disfrutar de las vacaciones con la familia, de esa gran novela que tienes en la mesita de noche o de esa noche a la luz de las estrellas con tus amigas. Puede, incluso, que se te olvide que el trabajo que tienes ahora también está bien, y tiene cosas que te gustan. Porque lo cierto es que nada en esta vida es perfecto. Y aunque tener un objetivo te mantendrá motivada y te dará dirección, no puede convertirse en lo único que existe en tu vida. Es tu brújula, no todo el mapa.
La clave para disfrutar del viaje
Ha llegado el momento de la verdad. Eso que todos estábamos esperando, la auténtica clave para ser feliz. Para Brooks, “el secreto de la vida es tener todo tipo de intenciones, así vas haciendo progresos sin apego, para que puedas disfrutar del viaje.” Esta, afirma el experto, “es la diferencia entre los objetivos y los deseos”.
En esencia, consiste en enamorarse del camino. Porque mientras navegues hacia tus objetivos descubrirás arrecifes de coral, delfines y noches estrelladas. También habrá tormentas, luchas contra corsarios y días de lluvia. Pero todo ello forma parte de la vida, todo ello te acerca de alguna forma a tus objetivos, si llevas tu brújula contigo, en el corazón.
Se trata de no obsesionarse con el fin, sino de permitirnos disfrutar de las pequeñas victorias que surgen cada día.
La flexibilidad es, entonces, no solo la capacidad de adaptarse a las tormentas o los desvíos. Es también saber disfrutar de esos momentos que no estaban planeados, de esas islas perdidas que no estaban dibujadas en el mapa. La verdadera libertad, al fin y al cabo, radica en dejar espacio a la vida para que nos sorprenda.