Seguro que alguna vez te ha sucedido algo similar. Estás en la fila de la compra, cargando las bolsas en el coche, algo se te cae al suelo, tropiezas por la calle. Cualquier pequeño momento que pensarías que carece de importancia, pero que complica el día a día. Y un rostro amable, desconocido y sonriente, se ofrece a ayudarte sin pedir nada a cambio. Estos pequeños actos de solidaridad cotidiana, aunque te cueste creerlo, son los que realmente marcan la diferencia.
Muchas veces asociamos la solidaridad a los grandes actos heroicos, lo que hace que perdamos de vista el valor de las pequeñas acciones. Pero la solidaridad cotidiana no es solo un regalo para quien la recibe, es también un pozo de bienestar para quien la ofrece. Así lo explica Marian Rojas Estapé, qué afirma que “hacer cosas por los demás, por pequeñas que sean, te cambia la vida”.
Cómo ayudar a los demás puede cambiar tu vida
“La solidaridad no siempre significa hacer grandes gestos. Muchas veces, está en esas pequeñas acciones que hacemos a diario: escuchar a alguien, ofrecer una palabra de aliento, o dedicar nuestro tiempo a quienes lo necesitan”, explica la psiquiatra Marian Rojas Estapé a través de sus redes sociales. “Al conectar con los demás”, añade, “y poner nuestro granito de arena de manera altruista, estamos creando un impacto positivo en sus vidas y también en las nuestras”. Pero, ¿qué efecto genera, realmente, estos pequeños actos de generosidad? Que su dimensión no te engañe, pueden cambiarte la vida.
Para empezar, está demostrado que ayudar a otros tiene un efecto casi inmediato en nuestro bienestar emocional. Cuando realizamos actos altruistas, se activan las áreas del cerebro vinculadas al placer y la recompensa, incrementando la producción de endorfinas y serotonina, las famosas “hormonas de la felicidad”.
Un estudio realizado por la Universidad de Yale en 2017 demostraba que los actos de bondad reducen los niveles de estrés. Durante la investigación, aquellos que realizaban actos con bondad con mayor frecuencia también demostraron tener una mejor salud mental en comparación con el grupo de control. De esa forma, descubrieron que ayudar a los demás, ayudaba a los participantes a gestionar mejor su propio estrés, mejorando a su vez su resiliencia emocional.
Y eso no es todo. La ciencia ha demostrado que la solidaridad tiene otros muchos efectos positivos sobre la mente y el cuerpo:
- Fortalece las relaciones interpersonales. La solidaridad cotidiana fomenta conexiones humanas más profundas. Escuchar con empatía, brindar apoyo emocional o dedicar tiempo a los demás, refuerza los lazos sociales y crea una red de confianza y reciprocidad.
- Incrementa la autoestima y el sentido de propósito. Cuando ayudamos a otros, nos sentimos útiles y valorados. Estos sentimientos refuerzan nuestra autoestima y nos otorga un sentido de propósito.
- Beneficios físicos. Los efectos positivos de la solidaridad no se limitan al ámbito emocional.Estudios recientes han demostrado que las personas que dedican tiempo a ayudar a otros tienen una presión arterial más baja, y, en general, disfrutan de una mayor longevidad. Es posible que, en buena medida, se deba a su efecto sobre el estrés.
Cómo incorporar la solidaridad en tu día a día
Practicar la solidaridad no requiere de grandes gestos ni condiciones extraordinarias, como explica la experta en sus redes sociales. Puede convertirse en una parte natural de tu rutina diaria. Para empezar, prueba a incluir algunas de estas prácticas en tu día a día. Tienen un poder transformador.
- Escucha activamente a los demás. Escuchar a alguien de verdad puede ser uno de los mayores regalos que le hagas. La escucha activa significa dedicar tu atención plena a otra persona, dejando a un lado las distracciones y mostrando un interés genuino en el otro.
- Dedica tiempo a quien lo necesita. A veces, lo que más necesitamos de los demás es tiempo. Visitar a un familiar mayor que se siente solo, ayudar a un vecino con una tarea sencilla. Estas pequeñas acciones marcan la diferencia y tendrán un impacto muy positivo en tu vida, y en la de aquellos que te rodean.
- Realiza gestos amables, inesperados. Las pequeñas acciones, como dejar una nota de agradecimiento, invitar un café a alguien que lo necesita o ceder el paso en el tráfico, pueden cambiarle el día a una persona. Lo mejor de estos gestos es que no requieren de planificación ni grandes esfuerzos. Basta con una sonrisa en el momento adecuado para hacer que el mundo sea un lugar un poco más amable.
- Participa en iniciativas solidarias. Si dispones de tiempo o recursos, involúcrate en actividades de voluntariado o iniciativas locales. Desde ayudar en un banco de alimentos hasta colaborar en la limpieza de tu barrio, no faltan opciones, y el poder de contribuir a algo más grande que tú misma te ayudará a sentir satisfacción y propósito.
- Practica la gratitud. No hay acto más poderoso que el de dar las gracias. Reconocer lo que otros hacen por ti y expresarlo fortalece las relaciones y fomenta la cultura del apoyo mutuo. Además, son muchos los estudios que demuestran que la gratitud aumenta la felicidad, reduce la ansiedad y mejora las conexiones sociales.