Una fobia es un tipo de trastorno de ansiedad que se manifiesta como un miedo exacerbado e irracional ante lugares, situaciones, seres u objetos concretos. Es el tipo de trastornos de ansiedad más común. Se calcula que, aproximadamente, un 10% de las personas del mundo occidental sufre, a lo largo de su vida, algún tipo de fobia.
Dentro del amplio abanico de la diversidad de las fobias, encontramos algunas que son más comunes, como las fobias a volar, a las alturas, a la sangre, a la oscuridad o a los espacios cerrados. También existen otro tipo de fobias, mucho menos comunes, pero igualmente incapacitantes para las personas que las sufren.
Hoy repasaremos 10 de estas fobias poco comunes.
Coulrofobia: miedo a los payasos
Esta fobia, el miedo a los payasos, es bastante más común de lo que podríamos pensar. La sufren tanto niños como adultos.
Los motivos para padecer esta fobia pueden ser muy variados. Para muchas personas, el haber tenido experiencias negativas en la infancia con payasos, puede ser el inicio de un miedo que perdure hasta la adultez.
Pensemos que los niños vienen preparados genéticamente para reconocer e interpretar los rostros humanos, pero enfrentarse a un adulto con maquillajes exagerados, que grita y ríe de forma maniática, resulta verdaderamente traumático.
El maquillaje que oculta las verdaderas facciones y las reacciones impredecibles que puede tener un payaso causa una sensación de incertidumbre y ansiedad insoportable para muchas personas.
Pogonofobia: miedo a las barbas
Procedente del griego “pogon” (barba), se define como el miedo irracional y persistente a las barbas. Esta es una fobia altamente limitante, ya que es casi imposible evitar cruzarse con alguien que lleve barba.
Su origen más común se puede ubicar en experiencias traumáticas relacionadas con alguien con barba. El recuerdo inconsciente de esta situación puede provocar el miedo actual a cualquier persona que lleve barba.
Muchas personas que sufren pogonofobia también mencionan una relación entre las barbas y la falta de sinceridad. Sienten una falta de confianza frente a las personas que llevan barba, como si no fueran sinceras y ocultaran algo bajo ella. Aunque esta asociación sea totalmente subjetiva, es muy real para la persona con pogonofobia y no puede hacer nada por luchar contra esta sensación de desconfianza.
Tricotofobia: miedo a los pelos
Las personas que padecen tricotofobia experimentan altos niveles de ansiedad al ver, tocar o, incluso, pensar en el pelo humano o en cualquier lugar donde pueda hallarse.
Esta es, quizás, la fobia más común dentro de esta lista, pero la he incluido por la alta incapacidad que supone para las personas que la sufren. El pelo no es algo peligroso, pero el rechazo que provoca en mucha gente supera cualquier razonamiento que puedan buscar para tranquilizarse.
Aunque se piensa que en el desarrollo de las fobias pueda existir algún tipo de componente genético, se cree que la mayoría tienen, en su origen, un gran componente aprendido. En este caso, ya sea por una experiencia traumática relacionada con los pelos o por haber tenido modelos familiares que ya tuvieran una relación conflictiva con este elemento tan común de nuestro cuerpo.
Hipopotomonstrosesquipedaliofobia: miedo a las palabras largas
Si te asustan las palabras largas o con muchas sílabas, esta es tu fobia.
Su nombre está compuesto por una combinación de raíces griegas: “Hipopoto” (lit. caballo grande, aunque también puede hacer referencia al hipopótamo), “monstro” (monstruo), “sesquipedali” (lit. pie y medio, se refiere a palabras largas) y “fobia” (miedo).
El miedo subyacente a esta fobia es equivocarse al pronunciarlas y ser objeto de burla por ello. Para combatir este miedo hay que usar la máxima de “divide y vencerás”. Si se dedica un tiempo a analizar la palabra y comprender las diferentes raíces, prefijos y sufijos que la forman, seguro que ya no asusta tanto.
Omfalofobia: miedo a los ombligos
Del griego “omphalos” (ombligo). Las personas que la sufren no pueden ver un ombligo, ni siquiera el suyo propio. No pueden tocar su ombligo y rechazan mirarlo, incluso cuando se duchan.
Al ser una parte del cuerpo que todos poseemos, es una fobia muy difícil de evitar, ya que no te puedes separar de tu propio ombligo.
No hay teorías claras sobre el origen de esta fobia. Algunos autores la relacionan con el cordón umbilical y la llegada de alimento, por parte de la madre, durante los meses de embarazo.
Tripofobia: miedo a patrones con orificios o cuadrados pequeños
La tripofobia no está reconocida por los manuales oficiales de diagnóstico, pero en los últimos años se ha divulgado mucho en las redes sociales.
Se trata de un rechazo irracional a patrones simétricos de pequeños agujeros o figuras geométricas. La aversión es mucho más exagerada cuando estos patrones tienen apariencia orgánica, frente a patrones circulares metálicos o artificiales.
Una posible explicación es que esos patrones nos conecten con miedos ancestrales a la piel de algunos animales venenosos o a la forma de algunos nidos de insectos.
Catisofobia: miedo a sentarse
De la raíz griega “káthisis” (acción de sentarse), esta fobia hace referencia al miedo a sentarse o a permanecer sentado durante largo tiempo.
Este miedo provoca un grave trastorno para las personas que lo sufren, ya que evitan lugares o situaciones en las que tengan que estar sentados (salas de espera, conferencias, iglesias), llegando a afectar a su vida personal o laboral.
Como ocurre en muchas fobias, se sospecha que su origen puede estar en alguna experiencia traumática en la que hayan tenido que permanecer sentados. Por ejemplo, castigos en la infancia como la “silla de pensar” u otros similares, donde los niños asocian el hecho de estar sentados a las emociones negativas del castigo.
Talasofobia: miedo al mar
No se debe confundir con la acuafobia (miedo al agua). La talasofobia provoca temor incontrolable a las grandes masas de agua, como mares u océanos.
Esta fobia se dispara ante la inmensidad del mar, la oscuridad del fondo y el misterio de lo que pudiera esconderse ahí abajo. Las personas que lo sufren son incapaces de nadar mar adentro y tampoco soportan la idea de viajar en barco y verse rodeadas de agua por todas partes.
El miedo puede extenderse a las fotografías o películas en las que aparezcan escenas en el océano, ya que el simple hecho de pensar en ello provoca un enorme malestar.
Bibliofobia: miedo a los libros o a leer
Si estás leyendo este artículo y has llegado hasta aquí, seguramente no sufras bibliofobia, pero algunas personas, sí muestran un rechazo absoluto ante los libros o al mero hecho de leer.
Paradójicamente, algunos programas educativos de estimulación de la lectura pueden provocar el rechazo a los libros, si se fuerza a los niños a leer cuando aún no están preparados. También, se da el caso de niños que han aprendido a leer en casa y disfrutan de sus libros, pero cuando se les fuerza en el colegio, rechazan la lectura y pasan años resistiéndose a leer.
Por otra parte las redes sociales, su inmediatez y la satisfacción audiovisual inmediata, hace que muchos jóvenes lean cada vez menos y cuando ven un párrafo de tres o cuatro líneas responden con “demasiado texto”.
Abibliofobia: miedo a quedarse sin libros
El prefijo “a-” añade negación, por lo tanto, esta fobia es la opuesta a la anterior, es decir, el miedo irracional a quedarse sin libros o a no tener nada para leer.
Para una aficionada a la lectura, no tener libros nuevos para leer puede ser un contratiempo, pero estamos hablando de casos muy extremos en los que el mero hecho de pensar en quedarse sin libros puede provocar gran preocupación o una crisis de pánico.
Una posible explicación puede ser que los libros se hayan convertido en un refugio emocional para evadir situaciones problemáticas en la infancia (ya sea por maltrato físico o por abandono). Para estas personas, los libros y sus historias se convierten en una tabla de salvación frente a la realidad que viven en casa. Quedarse sin libros significa quedarse expuestas, sin ninguna herramienta para protegerse.
Recomendación final
Aunque algunas de estas fobias puedan parecer curiosas, no deben ser tomadas a broma. Las personas que las padecen pueden sufrir gravemente por ellas y verse afectadas en sus vidas diarias.
La mejor recomendación, si padeces estas u otras fobias, es buscar ayuda profesional que te acompañe para superarlas.