El pescado es uno de los pilares de la dieta mediterránea y como tal pocas veces se ha puesto bajo la lupa por su impacto en el medioambiente e, incluso, en la salud. Sin embargo, existen razones de peso para reducir o evitar su consumo.
1. La pesca descontrolada es cruel y destructiva
Es difícil demostrar si otros seres vivos sienten dolor. Aunque los peces no hacen ruido, tienen células nerviosas que se activan cuando se exponen a estímulos dolorosos y, en los experimentos científicos, muestran un comportamiento complejo ante el dolor.
La mera posibilidad de que los peces sufran hace que la mayoría de los métodos actuales de pesca, cría y matanza parezcan crueles. Como regla general, los animales se ahogan, se asfixian o se desangran lentamente.
Lo peor es que muchos métodos de pesca implican grandes cantidades de captura accidental, es decir, se pretende capturar una especie, pero en el proceso mueren rayas, tiburones, delfines, tortugas o aves marinas, entre otros muchos animales.
Dependiendo del método de pesca y de la especie objetivo, hasta el 90% de una captura puede ser accidental. La organización conservacionista World Wild Fund estima que la captura incidental representa alrededor del 40% de la captura mundial.
El ecosistema marino también está sufriendo. Muchos de los métodos de pesca utilizados causan graves daños a los océanos. Están especialmente extendidas diversas variantes de redes de arrastre que dejan profundos surcos en el fondo marino, destruyen formaciones rocosas y arrecifes de coral y, con ello, el hábitat de numerosas especies.
Además, según los expertos, estas redes de arrastre de fondo liberan enormes cantidades de CO2 directamente del fondo marino.
2. La sobrepesca pone en peligro las poblaciones
La mayor parte del pescado que acaba en nuestros platos procede de poblaciones sobreexplotadas. Según la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO), casi el 35% de las poblaciones de peces del mundo están actualmente sobreexplotadas.
En las últimas décadas, la pesca comercial ha llevado a un gran número de criaturas marinas al borde de la extinción, sobre todo debido a los altos niveles de captura accidental. No solo se está alterando el ecosistema marino natural, sino que también está ampliando la brecha entre países ricos y pobres.
Según la FAO, las poblaciones de especies de peces comestibles populares como el bacalao, la caballa, la anchoa, el abadejo del Pacífico (“abadejo de Alaska”) y el atún están al límite o incluso están sobrepescadas. Lo mismo se aplica a más del 30% de las poblaciones de las siete especies de atún más importantes.
3. La mayor parte de la acuicultura es insostenible
Según la FAO, alrededor de la mitad del pescado que se consume en todo el mundo proviene actualmente de la acuicultura. Aunque a menudo se mencionan como una alternativa ecológica, muchas veces los métodos no son sostenibles.
La acuicultura puede ayudar a conservar poblaciones en peligro de extinción, pero tiene algunas características y problemas típicos de las granjas industriales. Los animales, criados para un crecimiento rápido, se mantienen en espacios muy pequeños, ya sea en estanques artificiales o en jaulas en aguas abiertas. El hacinamiento los hace vulnerables a las enfermedades, que se previenen o tratan con antibióticos y otros medicamentos, cuyos residuos se liberan en el mar o, incluso, permanecen en la carne del pescado.
Las excreciones de los peces contaminan las aguas y provocan una fertilización excesiva. Los sistemas de acuicultura “abiertos” en el mar o en los ríos plantean el riesgo de contaminar las aguas circundantes con restos de alimento, heces, medicamentos y productos químicos.
En algunos casos, por cada kilo de pescado comestible, se necesitan varios kilos de proteína de pescado como alimento. Según Greenpeace, para producir 1 kg de atún de piscifactoría se consumen 20 kg de pienso proteínico.
4. Las certificaciones de sostenibilidad son débiles
La venta de pescado se promociona a vces bajo el amparo de certificaciones que en teoría garanzantizan que se han utilizado métodos de pesca y producción sostenibles.
El sello más popular es el del Marine Stewardship Council (MSC). Según el MSC, las empresas certificadas deben pescar las poblaciones de peces de forma sostenible y utilizando métodos respetuosos con el medio ambiente.
Sin embargo, el MSC ha recibido muchas crítica porque continúa permitiendo la pesca industrial de poblaciones sobreexplotadas y métodos de pesca destructivos como la pesca de arrastre de fondo. Por ejemplo, Greenpeace Dinamarca ha denunciado al protector del pueblo de su país que MSC pueda utilizar el concepto "sostenible".
5. La pesca deja basura en el mar
Se utilizan enormes cantidades de redes para realizar grandes capturas en todo el mundo. Las redes utilizadas están hechas en su mayoría de fibras plásticas y con demasiada frecuencia terminan como basura en el mar.
Las redes abandonadas suelen acabar en el mar debido a accidentes o tormentas pero también sucede, explica el WWF, que los pescadores arrojan al mar redes viejas. Las redes permanecen en el fondo del mar durante cientos de años y contribuyen a la contaminación de los océanos con microplásticos.
Además de la contaminación, las redes abandonadas representan una enorme amenaza para los animales marinos, que se comen pequeños trozos de plástico que salen de las redes o se enredan en ellas. Según un informe de Greenpeace, cada año se pierden o se desechan en los océanos unas 640.000 toneladas de redes.
6. El pescado no es tan saludable como crees
La mayoría de los expertos en nutrición están de acuerdo: el pescado es saludable para los humanos. Es indiscutible que el pescado, sobre todo el azul o graso, es rico en ácidos grasos omega-3, que son importantes para la salud.
Pero además de todas las sustancias saludables, el pescado también puede contener agentes nocivos. En pescados de diversos orígenes se encuentran habitualmente metales pesados como el mercurio, toxinas industriales como los PCB (difenilos policlorados) y dioxinas, microplásticos, antibióticos y pesticidas. No obstante, no se controlan habitualmente las cantidades de estas sustancias que se encuentran en el pescado a la venta. Simplemente se confía que no sean muy altas y solo se llama a las mujeres embarazadas que sean prudentes con el consumo de atún, salmón y pez espada. Por ejemplo, el Ministerio de Consumo de España advierte que una mujer que consuma 100 g de pez espada puede superar la ingesta segura de metilmercurio.
Los omega-3 que se necesitan se pueden conseguir de alimentos como el lino, las nueces y las semillas de lino, que proporcionan el esencial ácido alfalinolénico. Los ácidos grasos DHA y EPA aún no se consideran esenciales, es decir, que deban conseguirse de los alimentos, porque el cuerpo puede sintetizarlos a partir del ALA, pero si se quiere estar seguro de que no se sufren deficiencias se pueden consumir suplementos de DHA y EPA producido a partir de algas marinas.