Cuidar tus costillas te proporciona bienestar
Cuando una persona transmite bienestar y dinamismo, lo que nos informa de esas cualidades son aspectos que percibimos de manera inconsciente: la libertad de su respiración, la elasticidad de su columna y el torso, la facilidad de sus movimientos.
Una de las claves reside en un elemento al que rara vez prestamos atención: la flexibilidad costal, o lo que es lo mismo, la capacidad de nuestras costillas y de las articulaciones de nuestra caja torácica para adaptarse al movimiento.
Nuestras costillas, hermosamente curvadas, son los únicos huesos elásticos del cuerpo. Ceden al aplicarles una fuerza –como un arco al lanzar una flecha– y vuelven a su estado de reposo cuando cesa esa fuerza. Adaptan su forma tanto a la variedad del movimiento respiratorio como al de la columna vertebral.
Las costillas son flexibles y, además, se articulan en muchos lugares con la columna. Cuidar esta movilidad proporciona un bienestar íntimo, pues procede de un lugar muy axial y central.
Pero ¿qué articulaciones son esas tan importantes y tan secretas? ¡Más de ochenta! Cada par de costillas –hay doce pares– se une en dos puntos con la columna y también, por delante, con el esternón. Una porción de las costillas es de cartílago, todavía más flexible.
Cuando la columna se mueve, todas estas pequeñas articulaciones se adaptan y se mueven también.
La columna vertebral, un vigoroso tallo
El mismo nombre de columna sugiere su función de soporte. Pero es también un junco flexible equipado para una considerable cantidad de movimientos: puede curvarse adelante y atrás, inclinarse a los lados, girar en espiral y combinar estos movimientos para realizar otros más complejos.
Esta movilidad de la columna es, ante todo, un trabajo en equipo: cada nivel vertebral aporta su granito de arena –unos grados– y la suma es impresionante. Si se pierde movilidad en el nivel torácico, los vecinos se verán afectados.
Es entonces cuando pensamos en cuidar las cervicales o las lumbares, porque nos duelen. Pero la causa es un exceso de trabajo que solo se puede solucionar de verdad restableciendo el movimiento en las zonas perezosas.
Amplía la caja torácica para funcionar mejor
El nombre de caja torácica hace referencia también a su misión: constituir un recinto seguro para proteger nuestro valioso corazón. Los pulmones, además de protección, necesitan llenarse y vaciarse, variar su tamaño, y en eso ha de acompañarles también su envoltura, la cesta torácica, como se la llama en ocasiones para tener presente su plasticidad: como la de una cesta de mimbre fresco.
La respiración cotidiana, incluso la de reposo, necesita una cierta libertad de las costillas bajas para la acción del diafragma, que se mueve rítmicamente –como una hermosa medusa– dentro de este recinto adaptable.
Si te gusta hacer ejercicios para reforzar los abdominales superiores, no olvides también estirarlos para preservar esta movilidad.
El estrés a veces se manifiesta como un "nudo en el estómago", y es un verdadero nudo muscular –de los abdominales y del diafragma– que bloquea la movilidad costal y refuerza un círculo vicioso.
Cuando tengas ese "nudo", pon tus manos en la zona –el diafragma vive en el piso que hay debajo de los pectorales– y piensa en dar espacio, confort y libertad a tu respiración ahí. ¡Prueba! ¿Sencillo? ¡Funciona!
El bienestar digestivo, circulatorio e incluso linfático se beneficia de esta flexibilidad costal, pues es también misión del diafragma contribuir, con su movimiento, a todas estas funciones.