Todos sabemos que ducharnos con regularidad es esencial para mantener una buena higiene, pero para que la ducha sea realmente efectiva y no perjudique nuestra piel, hay algunas cosas importantes que hay que tener en cuenta. Algunos hábitos cotidianos pueden perjudicar la piel, resecándola o dañándola, y muchos de ellos los hacemos sin ni siquiera darnos cuenta. 

La dermatóloga Ana Molina (@dr.anamolina en Instagram) ha explicado en el podcast "Mejor que Ayer", del Dr. Borja Bandera, cuáles son los errores más habituales al ducharnos. ¿Cometes tú alguno de ellos?

1. Usar agua demasiado caliente

El primer error que menciona la Dra. Ana Molina es ducharse con agua demasiado caliente. Aunque una ducha con el agua humeante pueda ser lo que más nos apetece en invierno, "el agua muy caliente es deslipidizante", explica la experta. Esto significa que puede eliminar la fina capa de grasa o aceite natural que protege la piel (y el cabello), con lo que puede dejarla más seca e incluso provocar picor. 

Por otro lado, el agua demasiado fría, aunque pueda ayudar a despertarnos por la mañana, no resulta nada relajante. Lo ideal es ducharse con agua templada para evitar los problemas de piel y mantener raya trastornos cutáneos como el eczema o la piel seca

2. Emplear productos muy alcalinos 

El segundo error que cita la especialista es utilizar productos con pH muy alcalino. El pH es una medida que indica cuán ácida o alcalina es una sustancia y que se expresa en una escala que va del 0 a 14, en la que el 7 es el pH neutro.

Hay muchos geles que se publicitan como productos con pH neutro, dando a entender que este es el pH más conveniente para nuestra piel. Sin embargo, tal como señala la dermatóloga, "la piel no tiene un pH neutro, tiene un pH levemente ácido, en torno a 5,5"

De acuerdo con la especialista, no tiene sentido lavarse con productos con un pH demasiado alcalino, lejano al de la piel, porque van a limpiar "demasiado bien" y pueden resultar agresivos para la piel. 

Lo más indicado es usar productos que respeten el manto lipídico y la microbiota cutánea, el conjunto de microorganismos beneficiosos que habitan en nuestra piel y que ejercen una función protectora y defensiva frente a las agresiones externas. 

3. Usar esponjas para frotar la piel

La Dra. Ana Molina no recomienda el uso de esponjas en la ducha, pues no son necesarias para higienizar la piel. "Las esponjas sobre todo sirven para acumular bacterias y para arañar la piel", asegura. Y es que la humedad de las esponjas puede convertirse en el caldo de cultivo para diversos microorganismos, si no se cuidan bien. 

Además, si su textura es demasiado dura, las esponjas pueden despojar a la piel de sus aceites naturales y su hidratación e irritarla, en especial si es sensible o seca. 

Frotar con la mano aquellas zonas que pueden acumular suciedad o malos olores (genitales, axilas, los pies…) y dejar que por el resto de la piel corra la espuma es suficiente para limpiar de forma eficaz el cuerpo.

4. Elegir el gel en función de si hace mucha espuma

 Muchas personas creen que cuanta más espuma más limpieza, esto no es más que una falsa creencia basada en el márketing y en el atractivo visual que genera. Aunque a muchos les aporte una sensación agradable, de limpio, "la espuma no es más que aire", recalca la experta. 

El poder limpiador del jabón proviene de sus moléculas especiales, que tienen dos partes: una a la que le gusta el agua y otra a la que no. Esta estructura única ayuda al jabón a romper la tensión superficial del agua, lo que ayuda a que se extienda y llegue mejor a la suciedad, y a eliminar la suciedad y el aceite. 

A la hora de elegir un gel de baño, lo que es importante es fijarse en factores como su pH, el tipo de piel para el que está diseñado y en que esté elaborado con ingredientes suaves y nutritivos y sin productos químicos agresivos.