¿Qué nos enseña la sociedad sobre ganar y perder? Desde que somos pequeños, nos dicen que el éxito se mide en trofeos, medallas y aplausos. Y en esta era de la tecnología, los likes. El reconocimiento lo es todo.
Los discursos de motivación no nos animan a “disfrutar del día sin hacer nada si eso te hace feliz”, sino a “perseverar y alcanzar todo lo que te propongas en la vida”. Pocas veces se nos enseña a lidiar con la derrota. O aún más, con la mediocridad.
Walter Riso, doctor en Psicología y autor de renombre internacional, pone sobre la mesa una verdad fundamental que no podemos olvidar: “valemos por lo que somos, no por nuestros triunfos”. Y por eso, aprender a perder es más importante que nunca.
Aprender a perder
Según Riso, aprender a perder va mucho más allá de aceptar la derrota. Es una filosofía de vida que nos ayuda a gestionar las emociones y a construir una autoestima sólida. “No valgo por lo que tengo, no valgo por lo que logro, valgo por lo que soy”, explica.
Visto así, en palabras, resulta sencillo imaginarlo, pero no resulta tan fácil interiorizarlo. El paradigma social actual asocia el éxito con la acumulación de logros y bienes materiales, y no es sencillo escapar de esta trampa.
El miedo a perder está profundamente arraigado en nuestra cultura. Desde el ámbito académico hasta el profesional, el fracaso se nos presenta como una pesadilla, un final insuperable, y el éxito como el único objetivo deseable.
Esto no solo genera una gran presión, también nubla nuestra capacidad para aprender de las experiencias negativas. Y de las que son, sencillamente, neutrales.
Si echas la vista atrás y revisas los momentos más felices de tu vida, encontrarás muchos aparentemente insignificantes. Si los miras desde el prisma del éxito, no te ayudaron a ganar, no te hicieron mejor profesional, ni te alzaron en la escala social. Pero son la verdadera razón por la que merece la pena vivir.
Hablamos de ese café con aquella amiga a la que tanto extrañabas, de tirarte en el césped, en pleno verano, a ver pasar las nubes. De tu primer beso, de un abrazo a tus padres, de susurros en medio de la noche la primera vez que dormiste con tu pareja.
Esos momentos, que son lo más preciado que tenemos en la vida, no nos llevan al éxito. No son victorias ni fracasos. Y, sin embargo, son la materia de la que está hecha la felicidad.
El peligro de educar en la competencia
Dividirlo todo en victorias y fracasos nos hace pensar, continuamente, en términos de competencia. Para ilustrar cómo esta mentalidad se transmite desde la infancia, Walter riso relata una anécdota reveladora.
En una piscina, un niño juega con un avioncito. Está disfrutando del momento, sin pensar en quien gana ni quien pierde. Es uno de esos muchos momentos “mediocres”, “simples” y “anodinos” que hacen que la vida sea maravillosa. Sin embargo, su padre, un hombre competitivo y exitoso, se acerca y la pregunta: “¿Quién va ganando?”.
El niño lo mira desconcertado, y sigue jugando, ignorando la pregunta. El padre se sintió ignorado, cuando lo más probable es que el niño no respondiera, sencillamente, porque no entendía que estaba preguntando. ¿Quién podría perder cuando se disfruta de un tiempo como aquel, en una piscina, con un avioncito? ¿Y qué tendría que ganarse más que el simple hecho de disfrutar cada minuto?
Este tipo de educación competitiva afecta a la autoestima de los niños, y a la larga, nos convierte en adultos incapaces de disfrutar de los momentos simples.
Valorar el ser por encima del tener
Uno de los mensajes centrales de Walter Riso es la necesidad de cambiar la narrativa que nos define. En lugar de asociar nuestra valía con lo que poseemos o logramos, debemos enfocarnos en lo que somos como individuos. Y para ello, es importante que aprendamos a perder.
“Aprender a perder es tener una buena tolerancia a la frustración. Aprender a perder es entender cuando las cosas ya escapan a tu control, pero no es aún aprender a perder triste”, nos dice Riso. Y es que, aprender a perder es esencial para sentirnos ganadores.
Solo cuando comprendemos que la vida está llena de momentos que no están bajo nuestro control, podemos acordarnos de disfrutar de las cosas buenas de la vida cuando llegan. Solo así comprendemos que no estamos en un juego, no tenemos que ganar puntos, conquistar objetivos y conseguir medallas.
La vida está llena de momentos fáciles y difíciles. Lo importante es identificar aquello que podemos controlar y entender que la felicidad reside en los pequeños momentos de hermosa simpleza.
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