¿Alguna vez has pasado por un momento de mucho estrés que te ha hecho sentir completamente sola? Cuando pasamos por periodos de crisis, en los que las dificultades de la vida diaria parecen sobrepasarnos, es difícil lidiar con el añadido peso de la soledad. Aprender a lidiar con ella, sobrellevarla y superarla, parece ser la clave que llevamos siglos buscando para desbloquear la felicidad.
Así lo prueba el hecho de que la OMS haya declarado la soledad como un peligro contra la salud pública, o que el estudio más ambicioso hecho jamás por la Universidad de Harvard sobre felicidad haya determinado que son las relaciones sociales la pieza angular que configura el bienestar.
Con toda esta información sobre la mesa cabe preguntarse qué podemos hacer cada uno de nosotros para prevenir esta soledad que intensifica cada momento duro de la vida. Hay muchas formas de combatir este mal cada vez más extendido: grupos de apoyo, hobbies compartidos, grupos de amigos, etc. Pero, cuando las cosas se ponen realmente difíciles, lo que Simon Sinek recomienda es usar la técnica de los ocho minutos.
Una conversación entre amigos
Simon Sinek, conocido por conceptos tan novedosos como el famoso Círculo Dorado, y autor de libros como Start Whith Why o Leaders Eat Last, popularizó esta famosa técnica de ocho minutos en una de las muchas entrevistas que ofrece a podcast y medios de todo tipo. En la misma, contaba una historia realmente conmovedora. “Me hace llorar cada vez que hablo de ello”, afirmaba el conferenciante.
Todo empezó con un mensaje como otro cualquiera que recibió de una querida amiga. Tiempo después, esta misma persona le comentó que lo había pasado estado pasando mal la semana anterior, y cuando Sinek le preguntó por qué no había intentado contactar con él, hizo referencia a aquellos mensajes. “¡Hey! ¿qué estas haciendo? ¿te apetece venir?”, decía el mensaje. Angustiado, Sinek se dirigió a su amiga. “¿Quieres decir estos mensajes? ¿Estos mensajes que suenan como cualquier otro mensaje que me hayas enviado?”.
La conversación entre amigos derivó hasta un estudio que habían leído hacía poco, que aseguraba que ocho minutos de conversación entre amigos es suficiente para aliviar la soledad que sentimos en momentos de dificultad. Fue entonces cuando nació en la mente de Sinek la regla de los ocho minutos. “Ella y yo nos propusimos tener una palabra clave para la próxima vez que uno de nosotros realmente necesite a la otra persona”, explicaba el consulto británico-estadounidense, “nuestro código es: ¿tienes ocho minutos?
La técnica de los ocho minutos
Hay que tener una gran inteligencia emocional para saber identificar lo que uno está sintiendo y atreverse a dar el paso de contactar con alguien para pedir ayuda. Pero hacerlo tiene un efecto inmediato y muy positivo sobre la salud mental. Y lo mejor de todo: es fácil establecer esta clave con tus amigos y ponerla en práctica.
“Cualquiera puede salir de una reunión ocho minutos”, explica Sinek, hablando sobre los beneficios de su propuesta, “no resolverás los problemas de tus amigos, pero solo les tomará ocho minutos sentir que están lidiando con lo que sea que estén lidiando sin sentirse solos. Y este es el poder de la amistad”.
La propuesta es sencilla. Para aplicarla solo necesitas reunirte con tus amigos y establecer entre vosotros este código secreto. Aunque hay algunas normas que pueden mejorar su efectividad:
- La invitación debe ser explicita. No caigas en el problema que Sinek planteaba en su conversación inicial con su amiga. Un saludo, una pregunta genérica o un “hey” no harán que tus amigos se den cuenta de que los necesitas, a no ser que se trate de una palabra clave. Mejor prueba a preguntarles directamente, ¿tienes ocho minutos para charlar?
- Apaga las distracciones. Tanto si eres tú quien los pide, como si es algún amigo, apaga las distracciones durante esos ocho minutos. Notificaciones silenciadas, móvil en modo avión y toda tu atención centrada en la conversación.
- Escucha activamente. Mantén en el contacto visual durante la charla, asiente y no interrumpas. Deja que la otra persona exprese libremente sus pensamientos y emociones sin hacer juicios de valor.
- Valida lo que tu amigo te está contando. No se trata de ofrecer consejos o soluciones, salvo que se te soliciten explícitamente. En su lugar, valida las emociones de tu amigo con frases como “entiendo cómo te sientes” o “es normal que te sientas así”, para demostrar que estás presente emocionalmente.
- Cierra con gratitud. Cuando acaben los ocho minutos, no importa en qué lado de la conversación estés, da las gracias. Puedes decir “gracias por contarme esto”, “gracias por escucharme”