Cuesta enfrentarnos al amor en la sociedad moderna. Es fácil ver, cada vez con más frecuencia, a personas que temen amar. Que prefieren pasar por la vida de puntillas, sin implicarse demasiado. Sin embargo, la filosofía (y ahora también la psicología y la neurociencia) lleva siglos diciéndonos que la forma más pura y sencilla de felicidad surge, precisamente, del amor.
El profesor de filosofía Rafael Narbona coincide en esta idea. Durante una entrevista para Cuerpomente, en la que nos regaló auténticas joyas de sabiduría, aseguró que “si quieres ser feliz”, lo mejor es crear “vínculos sólidos” e invertir “en los afectos”. Este pequeño secreto, que tanto la filosofía como la psicología llevan años sosteniendo, podría cambiar tu vida de forma revolucionaria.
Toda la sabiduría del mundo
La sabiduría, nos decía Aristóteles, es la forma más elevada de felicidad. Está por encima de las preocupaciones materiales, se dedica al estudio de la verdad, y nadie puede arrebatárnosla. Sin embargo, para el filósofo, el sabio no es aquel que sabe mucho, sino aquel que sabe aplicar lo que conoce a su vida diaria. Rafael Narbona es, sin duda, uno de los grandes sabios de nuestra época.
Tras haber dedicado buena parte de su vida a estudiar a los grandes pensadores, desde Platón hasta Kant, pasando por Descartes, hay un concepto que para Narbona define con gran precisión aquello a lo que llamamos felicidad. “Amar y ser amado”.
Para el profesor de filosofía, “el amor da sentido y trascendencia a la vida”. Es por eso que recomienda a nuestros lectores una máxima que podemos aplicar fácilmente en nuestras vidas: “si quieres ser feliz, crea vínculos sólidos e invierte en afectos”. Y es que, como explica el experto, el amor “cura las heridas y nos ayuda a soportar los malos tiempos”.
De cuantos sabios, filósofos, psicólogos, científicos y expertos han sostenido esta gran y poderosa verdad, Narbona destaca a dos: Erich Fromm y Henri Bergson.
El poder de conectar
El filósofo francés Henri Bergson (1859-1941) presentó la que, para su momento, era una idea revolucionaria: la felicidad no es simplemente producto del intelecto, sino que está intrínsecamente ligada a la capacidad de disfrutar del presente. En su filosofía, el amor se conecta con la felicidad por medio de la idea de que la verdadera experiencia de la vida, de la creación y del ser, se encuentra en una conexión profunda con el otro y con el presente.
Para Bergson el amor tenía muchas virtudes. No lo veía como algo relacionado únicamente con el deseo o la pasión, sino como una forma de conexión profunda que permite a las personas compartir el presente y crear juntas, lo que conduce a una forma auténtica de felicidad. La verdadera felicidad, por tanto, no se halla en la satisfacción inmediata de los deseos (lo que podría ser un placer efímero). Más bien, se encuentra en el compromiso emocional y la relación genuina que compartimos con los demás.
Además, el amor en su forma más elevada nos permite trascender el ego. Este es, para Bergson, el poder transformador de esta virtud humana, puesto que nos permite conectar de forma más profunda, sin las barreras del ego.
El arte de amar
Erich Fromm (1900-1980) fue un destacado psicoanalista y filósofo humanista, que nos ayudó a comprender el mundo desde una perspectiva completamente diferente. En una de sus sobras más destacadas, El arte de amar, nos explica que el amor no es un simple sentimiento espontáneo, o una experiencia fortuita. El amor para Fromm, es una habilidad que se puede (y debe) desarrollar y que es esencial para una vida plena y feliz.
Fromm diferenciaba también entre dos tipos de amores. El amor romántico, que señalaba como una forma inmadura de amor basada en la dependencia mutual, y el amor maduro, que implica la unión sin perder la individualidad de cada persona.
Pero, si el amor es una habilidad, ¿cómo la desarrollamos? En su libro, Fromm destaca algunas de las maneras más básicas y esenciales de cultivar el amor maduro en nuestras vidas.
- Cuidado. El amor implica cuidar al otro. Es decir, dedicarse a su bienestar y mostrar preocupación por su felicidad y crecimiento. Este cuidado no debe ser un acto de posesión o control, sino un acompañamiento libre y respetuoso.
- Responsabilidad. Ser responsable en una relación amorosa significa asumir un compromiso activo de cuidar y respetar al otro. Esta responsabilidad debe ser genuina. Es decir, debe surgir como una respuesta consciente a las necesidades del ser amado, y no como una obligación impuesta.
- Respeto. Respetar al otro significa reconocer y aceptar su individualidad. Fromm considera que el amor maduro no busca cambiar al otro para adaptarlo a nuestras expectativas, sino que acepta a la persona tal como es, con sus defectos y virtudes.
- Conocimiento. Si queremos amar profundamente, debemos conocer al otro de forma auténtica, más allá de apariencias o ideales románticos. Este conocimiento se basa en la curiosidad genuina sobre la vida, el pensamiento y sentimiento del otro.
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