Hablar en voz alta cuando estamos solos es algo que muchos hacemos casi sin darnos cuenta. Ya sea al intentar resolver un problema difícil, recordar una tarea o incluso al expresar emociones en momentos de tensión, este acto que algunos podrían considerar extraño es mucho más complejo de lo que parece.
Lejos de ser un signo de excentricidad, hablar en voz alta puede ser una poderosa herramienta para el bienestar mental y la autogestión. Sus beneficios son muchos, aunque desconocidos. Por eso, precisamente, hoy vamos a contarte por qué hablamos solos en voz alta según la psicología, cómo influye en nuestra mente y los límites que debemos tener claros para mantener este hábito siempre dentro de lo saludable. ¿Quieres saber más?
La mente y el diálogo interno
Nuestra mente está siempre llena de pensamientos, ideas y reflexiones que, aunque normalmente trascurren en silencio, a veces emergen en voz alta. Este diálogo interno -esa voz que todos llevamos dentro- juega un papel clave en nuestro funcionamiento mental, y cuando lo expresamos en voz alta, se vuelve aún más importante.
Así lo explica Hélène Loevenbruck, investigadora del Laboratorio de Psicología y Neurocognición de la Universidad de Grenoble. Según ella, nuestra mente está repleta de “material verbal”, un recurso interno que va mucho más allá de simples pensamientos. Este “material” es fundamental para nuestra autoconciencia y para manejar nuestras emociones, y hablar en voz alta nos permite activar este recurso de manera consciente y constructiva.
Loevenbruck sostiene que este diálogo verbalizado es multimodal, es decir, que involucra diferentes sentidos y formas de procesamiento. Cuando transformamos un pensamiento en una frase audible, logramos una comprensión más profunda de nuestras ideas. Las procesamos de forma más tangible, por estar usando para ello varios sentidos, y de esa forma se facilita la toma de decisiones, por ejemplo.
En situaciones en las que estamos nerviosas, confundidas o incluso cuando necesitamos un empujón para motivarnos, este acto nos recuerda que no estamos solos: nuestra mente está trabajando con nosotros, ofreciéndonos las palabras que necesitamos para seguir adelante.
Beneficios de hablar en voz alta con uno mismo
Como te decíamos, por más que pueda parecer un hábito curioso, hablar en voz alta tiene muchos beneficios para nuestra mente y nuestro bienestar emocional. Este simple acto de verbalizar pensamientos nos ayuda a poner en orden la mente, a comprender mejor nuestras emociones y a ganar control en momentos de dificultad.
Según la psicología, estos son algunas de sus principales funciones y beneficios:
Organización y concentración
Cuando hablamos en voz alta, transformamos nuestras ideas en palabras concretas y este proceso puede ser extremadamente útil para organizar nuestra mente. Al verbalizar, tomamos distancia de los pensamientos abstractos y los convertimos en algo tangible, lo que facilita enfocarse en lo importante y estructurar las ideas de una manera más ordenada.
Esto resulta especialmente útil en tareas que requieren concentración, o en situaciones complejas. En estas circunstancias, hablar solo en voz alta puede ayudarnos a obtener claridad mental, visualizar mejor los pasos a seguir y evitar la sobrecarga mental.
Refuerzo de la memoria y la autoconciencia
Uno de los beneficios menos conocidos de hablar en voz alta es la capacidad que tiene este acto de reforzar la memoria. Al escuchar nuestras propias palabras, damos un refuerzo auditivo a nuestros pensamientos, lo que facilita el almacenamiento de la información en la memoria a largo plazo. Una vez más, el hecho de involucrar a un mayor número de sentidos en el proceso mejora las habilidades cognitivas.
Este efecto es muy útil para muchas situaciones cotidianas, desde recordar una lista de tareas hasta aprender nuevos conceptos o estudiar.
Además, al verbalizar nuestras reflexiones, conectamos de forma más directa con nuestra autoconciencia. El simple acto de escucharnos nos hace más conscientes de lo que pensamos y sentimos en cada momento.
Manejo de las emociones
Hablar en voz alta juega también un papel crucial en la gestión de nuestras emociones. El diálogo externo con nosotros mismos nos permite expresar, validar y procesar las emociones en momentos de tensión o ansiedad.
Cuando ponemos en palabras lo que sentimos, logramos un mayor control sobre nuestras reacciones y evitamos que las emociones negativas se acumulen o nos dominen. En gran medida, esta es la razón por la que nos alivia hablar con otra persona cuando estamos más, incluso si esta no sabe aconsejarnos o no puede hacer más que escucharnos.
También podemos usar este discurso externo para reforzar nuestra motivación y autoconfianza, diciéndonos cosas como “puedo hacerlo” o “solo tengo que dar un paso a la vez”. Esto calma la ansiedad y nos devuelve al presente en momentos de estrés o inseguridad. Además, mejora la autocompasión y favorece un diálogo interno positivo, que son grandes aliados para momentos de dificultad.
Cuando hablar en voz alta se vuelve perjudicial
Aunque hablarnos en voz alta tiene muchos beneficios, también puede tener efectos contraproducentes si se convierte en un hábito excesivo. Cuando se desborda, deja de ser una herramienta de regulación emocional y pasa a convertirse en parte de la espiral de rumiación.
Llamamos rumiación mental a ese proceso en el que repetimos las mismas ideas o preocupaciones de forma obsesiva y, en muchos casos, inconscientes. Este tipo de diálogo interno repetitivo puede generar un aumento en el estrés y la ansiedad, ya que nos mantiene atrapados en pensamientos negativos sin encontrar ninguna solución.
La investigadora citada en este artículo, Hélène Loevenbruck advierte que, si bien el lenguaje interno es valioso, debemos ser muy cuidadosos con su uso. Cuando este diálogo se vuelve negativo y rumiante, acabamos agotados emocional y psicológicamente, lo cual dificulta nuestra capacidad para resolver problemas y llevar una vida plena.
Por eso es importante aprender a identificar cuando este diálogo en voz alta está contribuyendo a la calma y cuando, en cambio, está incrementando el malestar, para frenarlo de lleno. En este último caso, salir a dar un paseo, practicar algún ejercicio físico moderado o dedicar tiempo a alguna actividad que atraiga nuestra atención de forma plena puede ayudarnos a acabar con la rumiación mental.