Si te paras a pensarlo, es posible que te sorprenda. Aunque el viernes es un día laborable, somos más felices en este día de la semana que los domingos. Y eso que, por norma general, casi nadie trabaja los domingos. ¿A qué se debe esto? Hay otras muchas paradojas de este tipo que fomentan la teoría del coeficiente del optimismo, teoría de la psicología positiva que defiende Emilio Duró, consultor, profesor en escuelas de negocios y conferenciante.

“Está estudiando que las vacaciones se empiezan a disfrutar siete semanas antes de que empiecen por el mero hecho de pensar en ellas, de alimentar las expectativas”, asegura el experto, dando forma a otra de estas paradojas. ¿Por qué somos más felices cuando esperamos algo que cuando lo obtenemos? Esto es lo que intenta explicar el coeficiente del optimismo.

¿Qué es el coeficiente del optimismo?

El coeficiente del optimismo es un término que suele usarse en el ámbito de la psicología positiva que describe la capacidad de una persona de mantener una actitud optimista frente a las adversidades o desafíos de la vida. Se emplea para enfatizar la importancia de desarrollar habilidades y actitudes que fomenten el enfoque positivo y resiliente.

El experto Emilio Duró, al que hemos citado previamente, afirma que “el bienestar depende del coeficiente del optimismo”. Es decir, de hacer “una lectura positiva de la vida sin perder el entusiasmo.” Y añade, en una de sus entrevistas para a prensa, que “cuánto más alto es el coeficiente, Más feliz se siente la persona”.

Esto sucede, como explica el experto, porque la felicidad depende en buena medida de “tener algo por lo que luchar”, de nuestras expectativas y propósitos. Y esto es, precisamente, en lo que consiste el coeficiente del optimismo.

Si somos capaces de imaginar un futuro mejor, de marcarnos planes y objetivos que nos resulten gratificantes en el horizonte vital, podemos mejorar nuestro bienestar personal. La pregunta es, ¿cómo mejorar este coeficiente?

Cultiva tus expectativas sobre el futuro

Pese a que son muchos los gurús de la felicidad que nos recomiendan vivir en el presente, es fundamental poder mirar al futuro con esperanza (y al pasado con compasión) para alcanzar un estado de bienestar emocional. Lo vemos claramente en los ejemplos que hemos mencionado antes, como el placer del viernes frente al temor del domingo. Nuestra felicidad depende de las expectativas, por eso somos más felices cuando vemos por delante dos días de descanso (aunque tengamos que trabajar), que cuando se aproxima el inicio de la semana laboral (aunque podamos descansar ese día).

La felicidad anticipada es una manifestación psicológica de la esperanza. Saber que algo bueno está por venir, como el fin de semana o unas vacaciones, genera emociones positivas incluso antes de que ocurran. Es lo que la psicología llama “placer anticipatorio”.

¿Y cómo puedes usar esto a tu favor? Planificando pequeños planes y objetivos gratificantes que te ayuden a afrontar los retos cotidianos con optimismo. Por ejemplo, fija un día a la semana para tomar café con tus amigos, y poneros al día sin prisas. O haz planes en el fin de semana con tu pareja, para esperarlo con más ganas. De esta forma, el horizonte parecerá siempre más brillante.

Llena tu vida de contacto físico

En la era de las redes sociales, la soledad es un problema preocupante. En occidente, el 60% de la población vive sola, y el 98% de nuestras interacciones se producen sin contacto directo, a través de la tecnología.

Esta falta de contacto, explica Duró, que sucede cuando tenemos una pantalla de por medio, “provoca depresión y ansiedad”. Es por eso por lo que asegura que “el bienestar pasa, sí o sí, por retomar el contacto directo con las personas”.

De hecho, el contacto humano directo activa respuestas biológicas que promueven el bienestar, como la liberación de oxitocina, la conocida hormona del amor. Este neurotransmisor tiene una relación directa con la seguridad, la confianza y la felicidad, por lo que es esencial que consigamos que nuestro cerebro la libere.

Retomar la cercanía física con otras personas, asegurarte de mantener un contacto real y físico con los demás (abrazando a un amigo, interactuando cara a cara, charlando con tus compañeros de trabajo, pasando tiempo con tus seres queridos) mejora el estado emocional en general y favorece el desarrollo de la resiliencia.

Prioriza el bienestar, no el placer

Cuando nuestro cuerpo siente placer, libera dopamina. El problema es que esta hormona, aunque esencial para regular nuestras conductas, puede volverse adictiva, haciendo que nuestro cerebro necesite cada vez más placer para producir la misma cantidad de dopamina.

“Esto explica el enganche a los likes”, asegura Duró, puesto que las redes sociales son una fuente infinita de dopamina. La mejor forma de enfrentarnos a esta búsqueda insaciable de placer es priorizando la liberación de la hormona del bienestar, que es la serotonina.

Como explica el experto, a diferencia de la dopamina, la serotonina “no crea adicción. La serotonina no mata, la dopamina sí”. Y es por eso que debemos comprender que “el bienestar no tiene que ver con el placer (dopamina), sino con la ilusión y la actitud ante la vida (serotonina)".

Esta hormona se libera en nuestro organismo cuando hacemos actividades que alimentan una satisfacción más profunda, como hacer ejercicio, meditar, disfrutar de una conversación o ayudar a los demás. Y sí, también está relacionada con el optimismo.