¿Te has preguntado alguna vez si puedes considerarte una persona humilde? En el mundo moderno, la humildad es una cualidad en peligro de extinción, pero que necesitamos para equilibrarnos. Como un faro en medio de la tormenta. Vivimos en el auge del individualismo, la competencia y la autopromoción. Una realidad en la que ser influencer es un trabajo remunerado.

Pero si dejamos de pensar un poco en nosotros mismos y abrazamos la humildad, se abren ante nuestros ojos cientos de posibilidades. Para empezar, podemos mejorar la convivencia con los demás, aprender a perdonar y mejorar nuestra vida de forma significativa. Lo más importante de todo, sin embargo, es que la humildad es esencial para ser felices, como explica Arthur Brooks, gurú de la felicidad, en su columna en The Atlantic.

Una virtud esencial

La humildad es una virtud que implica reconocer y aceptar nuestras limitaciones, habilidades y logros sin sentirnos superiores a los demás. Es una forma de comportarse que se caracteriza por la ausencia de arrogancia, el entendimiento de que todos, independientemente de nuestras habilidades o conocimientos, tenemos que algo que aprender y aportar.

Una persona humilde no necesita alardear de sus logros ni busca validación constante. En su lugar, se centra en crecer y ayudar a los demás a hacerlo también. La humildad, a menudo, se relaciona con la apertura, la flexibilidad ante la vida. Es una cualidad que nos permite valorar en igual medida la experiencia propia y la ajena, manteniéndonos honestos y realistas sobre nuestras propias capacidades y el mundo que nos rodea.

No nos confundamos, no tiene nada que ver con subestimarse o infravalorarse. Se trata de reconocer el valor propio sin compararse o imponerse sobre otros. Es la mejor forma de mantenernos en un estado constante de aprendizaje, puesto que la humildad nos permite reconocer que siempre hay algo en lo que mejorar, algo que no sabemos.

La relación de la humildad y la felicidad

Sin duda, la humildad parece una virtud deseable. Todos tenemos, en mayor o menor medida, la inquietud de ser mejores personas. Pero más allá de este deseo tan admirable, la humildad ha demostrado ser clave para el bienestar emocional y la felicidad.

Así lo explica Brooks en su artículo, citando un estudio realizado por un equipo de psicólogos en 2014. La investigación no solo probaba el poder del “como si” (actuar como si fueras humilde para potenciar esta virtud), sino que probó los beneficios psicológicos de la humildad.

Aquellos que potenciaron su humildad durante el experimento, se volvieron más abiertos a las ideas de otros, adquirieron una perspectiva más amplia de su realidad, enfocándose menos en sí mismos, y demostraron mayor capacidad para encontrar valor en las cosas.

Todo esto nos lleva a descubrir que la humildad facilita la empatía, y la empatía es el núcleo de la bondad. Además, elimina la necesidad de competir, y facilita el apoyo mutuo, fortaleciendo los vínculos que nos unen a los demás. Tambiénnos ayuda a aceptarnos tal y como somos, reduciendo esa pequeña voz crítica que todos tenemos. En definitiva, como explica el propio Brooks, “la humildad ayuda a perdonar y reduce los sentimientos negativos, es la verdadera, es la clave del bienestar"

¿Cómo cultivar la humildad en el día a día?

Para aprender a cultivar la humidad, Brooks nos recomienda usar una semana completa para pensar en esta virtud. Durante esa semana, dice el experto, debes “concentrarte menos en ti mismo y en tu vida profesional o personal”. En su lugar, Brooks nos recomienda “emprender un proyecto que no te aporte ningún beneficio inmediato, pero que aporte mucho a los demás”.

También nos aconseja, a lo largo de la semana, no hablar de nosotros mismos. En su lugar, invita a sus lectores a concentrarse en “las cosas externas a ti por las que estás agradecido”.

Otras estrategias que el experto asegura eficaces para mejorar la humildad, que puedes introducir en tu día a día de forma sencilla, son practicar la meditación Vipassana, llevar un diario y orar. Todas ellas son actividades que “trasladan la experiencia de la emoción involuntaria al ámbito de la atención consciente”, capacidad esencial para cultivar cualquier virtud.