Como psiquiatra, una de las preguntas que suelo hacer en la consulta, sobre todo a personas que tienen enfermedades crónicas o que han sufrido circunstancias externas adversas importantes, es: «¿Cuál es el sentido de tu vida?». La mayoría de la gente no sabe qué responder: me miran asombrados, como si fuera un tema irrelevante de cara a lo que les pasa.
Hay tres preguntas que podemos hacernos con un sencillo ejercicio que nos pueden ayudar a dar respuesta a esta pregunta, porque es clave para acercarse a lo que se conoce como felicidad eudamónica, una felicidad que no está fuera de nosotros, sino dentro.
sentido y propósito, claves para una felicidad eudamónica
Erick Fromm, uno de los más destacados psicólogos de la historia de la humanidad, afirma en su libro Tener o ser que las sociedades, a lo largo de la historia, han debido evolucionar a partir de una de estas dos orientaciones principales. Considera que ambos fenómenos presentan una relación inversa y que, en general, «cuanto más se tiene, menos se es».
En los últimos años, la psicología positiva ha profundizado en la felicidad y ha retomado una clasificación que ya propuso Aristóteles hace 2.500 años. Él afirmaba que existen dos tipos de felicidad: la hedamónica y la felicidad que mencionábamos, la eudaimónica.
La mayoría piensa que la felicidad está fuera de nosotros, que depende de conseguir ciertos objetos, como el dinero o lo que se puede comprar con él. Constituye una idea extendida sobre que la lotería, unos buenos estudios, un trabajo de calidad o una mezcla de todos esos factores nos llenarán. A este tipo de felicidad se la llama hedónica, porque se sustenta en el placer, o contingente, ya que se basa en las cosas externas.
Pero existe otra felicidad que depende de conectar con el sentido de la vida. A esta felicidad se le llama no contingente –es decir, no dependiente de objetos externos– o eudamónica.
No se rige por el placer, sino por la ética universal, la aceptación del mundo y de nosotros mismos y los sentimientos prosociales.
Estos dos tipos de felicidad no son incompatibles, pero debemos ser conscientes de que la búsqueda de la felicidad hedónica es insatisfactoria.
Buscar sentido, "La gran renuncia"
Un ejemplo reciente de la búsqueda de la felicidad eudaimónica en una sociedad tan consumista como la actual es el fenómeno que ocurrió como consecuencia de lo vivido durante el confinamiento.
Después de la pandemia de la COVID-19 que afectó al planeta en 2020, durante el año siguiente se dio en Estados Unidos un fenómeno consistente en que muchos trabajadores con empleo estable decidieron renunciar a su trabajo.
No es que lo cambiasen por empleos mejor remunerados o con otras características ventajosas, sino que engrosaban las listas del paro. Este hecho, descrito en Norteamérica pero que también afectó a otras economías occidentales, se denomina «la gran renuncia».
Cuando se analizaron sus causas, se consideró que la principal razón eran las llamadas epifanías o revelaciones. Son situaciones en las que a la gente le ocurre algo repentino y revalúa su vida: entre los elementos que considera, el trabajo es uno de los principales. A menudo, las epifanías son consecuencia de fallecimientos de seres queridos o desgracias económicas o de otro tipo.
La pandemia, que forzó a una parada laboral total y un encierro domiciliario con un gran aislamiento social, facilitó una reflexión profunda por parte de muchos millones de personas sobre el sentido de su existencia.
Y lo que la mayoría descubrió fue que quería pasar más tiempo con los suyos, dedicar una mayor energía a lo que le hacía feliz y que quizá el trabajo –y la gran cantidad de tiempo y esfuerzo que requería– competía con objetivos más valiosos.
Por eso, eligieron empleos que se adaptasen mejor a su nueva visión del mundo.
Seguir el camino del corazón y tus revelaciones internas
¿Has recibido alguna revelación o epifanía? A menudo se producen sobre temas laborales o profesionales y sobre nuestro estilo de vida en general. Pero, a veces, se desencadenan en relación con asuntos interpersonales o de pareja, alrededor de aspectos como el tipo de vivienda, la ciudad o el país de residencia o sobre a qué dedicar el tiempo de ocio. No es fácil escuchar las epifanías, porque si llegan, solemos estar enfrascados por los gritos continuos de nuestro diálogo interno. Por eso nos cuesta mucho tener perspectiva, sentarnos y sentirnos.
Si alguna vez lo has hecho y has conseguido oír esas revelaciones de tu interior más profundo, te recomiendo que te centres en ellas y, si las circunstancias son mínimamente propicias, las sigas. Como dice un aforismo sufí: «Cuando tengas que elegir entre varios caminos y no sepas por cuál decidirte, sigue siempre el camino del corazón: nunca te equivocarás».
Como ves, frente a la adicción a los objetos externos (felicidad hedónica), hay una alternativa de felicidad, más duradera y estable, de tipo eudaimónico, que está ligada a la sensación de ser útil, de tener un sentido, un propósito.
Muchas personas la encuentran de forma espontánea; pero otras, no solo no la encuentran, sino que ni siquiera la buscan, porque no pueden imaginar que existe.
Así que, volviendo a la pregunta que suelo hacer en la consulta en circunstancias adversas: «¿Cuál es el sentido de tu vida?».
En mi experiencia, cuando miro hacia atrás, compruebo que siempre han existido tres aspectos clave: mi familia, mi profesión de psiquiatra y mi práctica meditativa. Todas mis revelaciones han tenido que ver con ellos. En general, he seguido las epifanías de las que he sido consciente, y siento que en todos los casos tomé la decisión adecuada, aunque estuviese asociada a dificultades.
La sensación de máxima coherencia y felicidad la alcancé cuando pude fusionar mi profesión y la práctica meditativa: no entraban en conflicto, sino que se potenciaban mutuamente cuando volqué mi trabajo hacia el mindfulness y las ciencias contemplativas. Por eso, uno de los mejores consejos que se puede dar a alguien es que intente que su oficio no solo le guste, sino que conecte con su sentido de vida más profundo.
Ejercicio con 3 preguntas para conectar con tus revelaciones internas
Este ejercicio te puede ayudar a conectar con tus revelaciones internas.
- Busca un lugar tranquilo.
- Cierra los ojos y adopta una postura cómoda.
- Desde ese momento analiza tu vida en períodos de cinco años hasta la edad actual.
- Observa los cambios importantes que has hecho en tu vida en cada uno de esos 5 periodos: relaciones de pareja o interpersonales, cambios de trabajo, mudanzas de casa, cuidad o país... Observa también las fases de crisis, de malestar, de dudas sobre cómo seguir adelante.
- Ahora hazte estas tres preguntas. Primero: ¿Sientes que tuviste revelaciones en algunos de esos momentos o en otros? Segundo: ¿Te guiaste por ellas? Y tercero: ¿Qué impacto tuvo la decisión de hacerles caso (o no)?
En general, si esas epifanías son sinceras, nuestra coherencia personal y el sentido de vida aumentan si las seguimos.
Otro aspecto fundamental: ¿con qué gafas ves la vida?
¿Te has observado alguna vez interpretando de forma negativa el futuro sin tener suficientes evidencias? La mayoría lo hacemos con frecuencia. Es un rasgo que llamamos atávico, es decir, que se encuentra profundamente instalado en nuestro cerebro desde el inicio de los tiempos. Incluso las personas con un rasgo optimista comparten la visión natural hacia lo negativo.
A continuación, y de forma mucho más extensa en mi libro Parar para vivir mejor (Ed. HarperCollins), te propongo actitudes para el día a día que nos lleven a ver el lado positivo de la vida, y con ello, a vivir mejor.
Claves para ver el lado positivo de la vida
Recuerda que, aunque ocurran cosas negativas, tenemos recursos personales para afrontarlas.
- Crea emociones positivas: Evocar y crear emociones positivas produce bienestar de forma inmediata y modifica nuestro estado de ánimo. Prueba a evocar momentos bonitos con amigos, seres queridos, tu perro o en la naturaleza.
- ¿En qué eres bueno?: Hacerse consciente de nuestras fortalezas y consolidarlas es el objetivo de hacerse esta pregunta. Así, tomamos conciencia de los puntos fuertes para potenciarlos y, de paso, sentirnos bien por poseer esas cualidades.
- Tu mejor versión: Visualízate e imagina cómo será tu vida en lo personal y lo profesional dentro de uno, cinco o diez años. Debemos desarrollar una versión de nosotros mismos que nos resulte motivadora y que nos acerque a la vida que queremos y a la felicidad.
- Humor compasivo: Sonreír y afrontar la vida con humor resulta el mecanismo de defensa y afrontamiento más sano del ser humano. Se trata del humor compasivo hacia uno mismo y hacia los demás, no el humor crítico o destructivo.
- Practica el saboreo: Saborear desde la atención plena permite vivir y disfrutar a fondo cualquier experiencia. Esto se puede aprender y experimentar con la práctica del mindfulness. Saborea lo que comes, lo que vives, lo que ves.
- Agradece siempre: Identifica tres situaciones sencillas y habituales en tu vida cotidiana que te produzcan bienestar o alegría, como tomar un café con un amigo, una puesta de sol, jugar con tus hijos o mascota... Toma conciencia de los pequeños placeres.