La misoginia era un sentimiento bastante extendido entre los antiguos griegos. Nada extraño, si se tiene en cuenta que, para ellos, el cúmulo de desgracias que sufrían los seres humanos había sido provocado por una mujer, Pandora. En eso se diferenciaban poco de la tradición hebrea y, más tarde, cristiana, que hacía recaer la perdición de la humanidad en otra mujer, Eva.
Los parecidos entre ambos mitos son sorprendentes. Las dos fueron las primeras mujeres. En el caso de Pandora, fue modelada con barro, mientras que Eva fue creada a partir de una costilla del primer hombre, Adán. Eso, por un lado; por otro, ambas causaron la desgracia humana llevadas por un acto de desobediencia: la primera, al destapar una jarra o caja en la que habían sido encerrados todos los males; la segunda, por comer de la fruta del árbol prohibido.
Ahora bien, hay una diferencia importante entre Pandora y Eva, pues si esta fue creada para ser la compañera del hombre y ayudarlo, aquella lo fue precisamente para hacer lo que hizo: castigarlo.
Pandora: la primera mujer y desgracia del hombre
A Zeus, el señor del rayo y el trueno que gobierna sobre los dioses del Olimpo, no le gustaban especialmente los humanos. En cambio, el titán Prometeo sentía una debilidad especial hacia esas débiles y mortales criaturas. Por ellas llegó a robar el fuego divino, sabedor de que la chispa del conocimiento prendería en los humanos gracias a su luz y calor.
Al saberlo, Zeus montó en cólera y decidió castigar no solo al titán, al que encadenó en el Cáucaso, sino también a los seres a los que había ayudado. Para estos concibió un castigo especialmente retorcido: crear una criatura destinada a ser la eterna compañera del hombre y a la vez su desgracia. Esa criatura no era otra que la mujer.
Cómo fue creada Pandora
El encargo de modelar a la primera mujer recayó en Hefesto, dios de la metalurgia, cuyas manos tenían un don especial para crear obras de una calidad y belleza extraordinaria, ya fueran armas, joyas o autómatas. Bajo sus hábiles dedos, el barro adquirió una forma tan grácil y bella que provocó la admiración del resto de divinidades, pues Hefesto la había modelado a imagen y semejanza de las diosas.
A continuación, Atenea, la diosa de la sabiduría, la vistió con un blanco vestido y un admirable velo bordado. Le dio también el dominio del telar y las labores domésticas.
Por mandato de Zeus, el resto de dioses le concedió también una cualidad. La diosa del amor, Afrodita, le otorgó la belleza, la gracia y la sensualidad, mientras que Hermes, el taimado mensajero divino, configuró en su corazón la mentira y un carácter voluble.
Como nombre para ese “bello mal” y “calamidad para los mortales”, como los dioses se referían a ella, se escogió el de Pandora, que significa “dadora de todo”, “llena de dones” o “todos los presentes”.
La caja de Pandora o "jarra de los males"
Tras insuflarle el aliento de la vida, los dioses enviaron a Pandora a la Tierra y se la dieron a Epimeteo, quien, a pesar de ser hermano de Prometeo, no tenía ni su inteligencia ni su capacidad de previsión.
Epimeteo, pues, aceptó el regalo que los dioses le hacían y, seducido por la belleza de Pandora, la convirtió en su esposa. Como tal, podía disponer libremente de toda su hacienda, con una única excepción: una jarra que Epimeteo custodiaba y en la que estaban contenidos todos los males del mundo.
Los dioses sabían que Pandora, llevada por la curiosidad, no podría resistir la tentación de saber qué escondía la jarra. Y así fue: un día la abrió y todos los males conocidos (la enfermedad, el dolor, el hambre, el crimen, el robo, la injusticia…) salieron en tromba y se desparramaron por la Tierra.
Por qué la esperanza es lo último que se pierde
Cuando Pandora acertó a cerrar de nuevo la jarra, en el fondo solo había quedado
Elpis, la esperanza, de ahí la expresión “la esperanza es lo último que se pierde”. Los dioses eran conscientes de que, de no contar con ella, la humanidad, incapaz de sobrellevar tantos males, se quitaría la vida en masa.