Por definición, los mitos son un intento de explicar el mundo: su origen, los fenómenos que tienen lugar en él, las leyes que lo rigen, su destino… De hecho, el término griego mythos significa “fábula”, “narración” o “relato”. Para tal explicación, los antiguos recurrían a fábulas protagonizadas por dioses, semidioses y héroes

Como tal explicación, los mitos fueron válidos hasta la irrupción del logos, otro término griego que puede traducirse por “inteligencia”, “pensamiento” o “sentido”, y que hace referencia a aquella aproximación al mundo hecha a través de la observación y el pensamiento racional. En ese logos hallan su origen la filosofía y la ciencia.

Los mitos, sin embargo, no desaparecieron tras el triunfo de ese logos, al contrario. En Grecia y más tarde en Roma, siguieron vivos, sobre todo porque griegos y romanos encontraban en ellos la razón de ser de su religión, sus cultos y prácticas rituales, así como las señas de identidad de su cultura y tradiciones. Todo aquello, en definitiva, que los caracterizaba como griegos y los distinguía de otros pueblos. 

Los mitos, además, transmiten útiles enseñanzas éticas y morales, como el respeto a los mayores o el amor a la patria. Y no solo eso: eran también una inagotable fuente de inspiración para poetas, dramaturgos y artistas.

Origen de los mitos

El origen de los mitos griegos se pierde en la noche de los tiempos. Muchos de ellos hacen referencia a acontecimientos situados en la Edad del Bronce, esto es, más de mil años antes de la Grecia clásica del siglo V a.C. Es el caso del mito del Laberinto de Creta y el Minotauro, que remite a la Creta de la civilización minoica (2700-1200 a.C.), o el de aquellos otros referidos a la guerra de Troya, evocadores de la civilización micénica (1700-1050 a.C.). 

Las inscripciones en lineal B (un tipo de silabario micénico) presentan ya los nombres de buena parte de las divinidades del panteón griego, empezando por la más importante de todas, Zeus, seguido de Hera, Ares, Hermes, Poseidón o Atenea

No así Apolo o Afrodita, que parecen haber llegado a Grecia a través de Asia Menor. Es una prueba de que la mitología griega supo hacer suyas otras tradiciones míticas, especialmente las del Mediterráneo oriental.

Los mitos, en constante evolución

Esos mitos se transmitían oralmente de generación en generación. En ese proceso fueron evolucionando, variando y transformándose, a veces de manera radical, de ahí que no conformen un corpus coherente ni homogéneo. 

Al contrario: un mismo episodio podía ser explicado de modos muy diferentes, incluso opuestos, según la época o la tradición de cada lugar. El resultado puede llegar a ser confuso, pero da cuenta de la riqueza sin par de esta mitología.

La escritura contribuyó a fijar esos mitos, pero, incluso así, los poetas y dramaturgos no resistieron la tentación de seguir actuando sobre ellos. 

Los mitos son tantos y variados, que se hace difícil clasificarlos de algún modo, sobre todo porque las fronteras entre un género y otro tienden en muchos casos a confundirse. Aun así, es posible hablar de mitos cosmogónicos y divinos, ciclos heroicos y leyendas etiológicas, cuya función es explicar una particularidad local, como puede ser la fundación de una ciudad. 

El mundo de los dioses

Los mitos nacen para dar una explicación del mundo en el que nace, vive y muere el ser humano. Los griegos no son una excepción. Sus dioses más importantes son personificaciones de espacios y fuerzas de la naturaleza.

Así, Zeus es el señor de los cielos y del rayo y las tormentas, mientras que su hermano Poseidón lo es de los océanos y los terremotos. Antes que ellos hubo otras fuerzas primigenias, como Gea, la Tierra, y Urano, el Cielo. Gea, precisamente, es la gran protagonista de la cosmogonía griega, pues es ella la que dio forma al Caos original.

Dioses eran también el sol, la luna, las constelaciones, las estrellas, los ríos o las fuentes. La naturaleza, por tanto, rebosaba de esos seres divinos.

Otros dioses encarnaban cualidades o instituciones netamente humanas, como el amor (Afrodita), el matrimonio (Hera), la sabiduría (Atenea), el dominio del fuego y los metales (Hefesto) o la guerra (Ares)

Lo oculto, por supuesto, también tenía dioses, como Hades, el pálido señor del inframundo en el que moran los difuntos, o Hécate, señora de la hechicería y la magia.

Todos estos dioses son protagonistas de mitos que hablan de su nacimiento, sus amores y sus odios o su relación más o menos conflictiva con los humanos. En el fondo, lo único que los diferencia de estos es su carácter inmortal, pues, al igual que los humanos, pueden ser orgullosos, crueles, irascibles, vengativos, misericordiosos

El amor es precisamente un tema esencial en este tipo de mitos. Destaca aquí con luz propia Zeus, cuya naturaleza enamoradiza le lleva a metamorfosearse en toro para raptar a la fenicia Europa, en lluvia de oro para fecundar a Dánae, en cisne para seducir a Leda, en águila para atrapar a Ganímedes…

El mundo de los mortales

Los humanos no solo buscaban una explicación sobre el origen del mundo, sino también sobre ellos mismos. Uno de los mitos más importantes en este sentido es el de las edades de la humanidad. Según el poeta del siglo vii a.C. Hesíodo, los mortales habían pasado por cinco edades, cada una de ellas peor que la anterior: 

  • Edad de oro: En esta edad, los hombres y mujeres vivían en un estado de felicidad perpetua y sin conocer el mal. Ni siquiera morían, sino que, simplemente, se sumían en un dulce y profundo sueño.
  • Edad de plata: Menos bellos y afortunados que los anteriores, los seres humanos de esta edad pasaban su tiempo peleándose. En ese quehacer olvidaban incluso sus deberes hacia los dioses, lo que provocó que Zeus acabara exterminándolos.
  • Edad de bronce: Los seres humanos de esta edad eran tan extremadamente virulentos, que no hizo falta que Zeus los aniquilara. Ellos mismos le ahorraron el trabajo.
  • Edad de los héroes: Estos héroes conformaban una raza justa y virtuosa, que llegó a acometer grandes hazañas en guerras como la de Troya. No obstante, acabaron también pereciendo, no sin dejar un inolvidable recuerdo tras de sí. 
  • Edad de hierro: Es la edad que les tocó vivir a los antiguos griegos, toda ella marcada por el trabajo, la desdicha, el dolor y la muerte, aunque también hubiera espacio en ella para alguna que otra alegría.

Otros mitos hablan de la creación de los seres humanos. En uno de ellos, su artífice es el titán Prometeo, que los modeló con barro y que luego robó el fuego a los dioses para que sus frágiles criaturas pudieran calentarse y, en un plano más simbólico, se beneficiaran también de la luz del conocimiento.

En otro mito, el protagonismo recae en la pareja formada por Deucalión o Pirra, quienes crearon a los hombres arrojando unas piedras por encima del hombro. De cada una de ellas nació un hombre. 

Al margen de esos mitos hay otro que relata cómo Zeus encargó que fuera creada la primera mujer para llevar la perdición a los hombres. Esa mujer fue Pandora

Los ciclos heroicos

En la mitología abundan los ciclos que tienen como protagonistas a héroes, hombres cuyas cualidades como guerreros, soberanos o estadistas los hacen sobresalir por encima del resto. 

El ciclo troyano

De todos los ciclos protagonizados por héroes, los más importantes son el troyano y el tebano. El primero no solo trata de la guerra de Troya, sino que tiene múltiples ramificaciones, tantas como héroes participan en ese conflicto: Ulises, Aquiles, Agamenón, Menelao, los dos Áyax, Diomedes o Idomeneo, entre otros, por el lado griego; Héctor, Paris, Deífobo, Príamo, Memnón, Helena, Casandra o Andrómaca por el troyano. 

Todos ellos son protagonistas de historias que acontecen antes de partir hacia Troya y, en algunos casos, también después. De estas últimas, la más famosa es la que narra las tribulaciones de Ulises para regresar a su hogar, Ítaca

Más espeluznante resulta todo lo referido a Agamenón, asesinado por su esposa Clitemnestra nada más llegar a Micenas y más tarde vengado por sus hijos Orestes y Electra, los asesinos de su propia madre.

El ciclo tebano 

Este otro ciclo tiene como gran protagonista al rey Edipo, el vencedor de la temible Esfinge, pero también el asesino inconsciente de su padre Layo, el esposo de su madre Yocasta y, consecuentemente, el hermano de sus hijos. Un drama suficiente como para que el desdichado rey se arranque los ojos, su madre-esposa se ahorque y sus dos hijos varones, Eteocles y Polinices, se maten luchando entre ellos por hacerse con el trono vacante. 

El ciclo tiene otras variantes, como el mito de Penteo, el nieto del fundador de Tebas, Cadmo. Penteo se negó a que en su reino se rindiera culto al dios Dioniso, que era su primo (Ágave y Sémele, las madres de ambos, eran hermanas). La respuesta de Dioniso fue trastornar a las mujeres de Tebas, incluida su tía Ágave, hasta el punto de que, con sus propias manos y dientes, despedazaron a Penteo.

Los trabajos de Hércules

Otro ciclo importante es el de Heracles (el Hércules de los romanos), el hijo de Zeus y la mortal Alcmena al que la diosa Hera persigue con inusitada saña. Heracles es el prototipo del héroe destructor de monstruos como la Hidra de Lerna o el León de Nemea que perturban el orden del mundo. 

Como tal, es un benefactor de la humanidad, aunque su carácter no sea precisamente el propio de una persona equilibrada. Tras su muerte, es elevado a la condición de dios.

Teseo y el Minotauro

El ateniense Teseo es protagonista de un ciclo que lo ensalza como matador de alimañas como el Minotauro de Creta, pero también como rey que dio a Atenas un gobierno justo.

Los viajes de Jasón

No menos interesante resulta el ciclo de Jasón y los argonautas, y eso que su protagonista no es un héroe al uso, pues carece de la resolución y el valor de otros. Aun así, el suyo es un mito que simboliza el anhelo de los griegos de hacerse a la mar y vivir aventuras. En él destaca, incluso por encima de Jasón, la figura de la princesa Medea, la principal artífice de las hazañas del héroe.

Otros héroes

No acaban aquí los mitos protagonizados por héroes. Otros que merecen destacarse son:

  • Belerofonte, quien llegó a domar al caballo alado Pegaso y a matar a la Quimera, un monstruo con cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de dragón.
  • Cástor y Pólux, dos hermanos, uno mortal y otro inmortal, que dieron lugar a la constelación de Géminis.
  • Perseo, el matador de la monstruosa Medusa que petrificaba a quienes miraba. 

Leyendas locales

Los mitos servían también para explicar los orígenes de una ciudad, un templo, un monumento famoso

Tebas, por ejemplo, fue fundada por un príncipe fenicio, Cadmo, llegado hasta la región de Beocia en busca de su hermana Europa, que había sido secuestrada por Zeus. Un oráculo le dijo que se olvidara de esa búsqueda y que, si en su camino se topaba con una vaca, la siguiera y fundara una ciudad allí donde el animal se parara. Así lo hizo Cadmo. 

El resultado fue Cadmea, una fortaleza alrededor de la cual se construyó Tebas. Sus primeros pobladores fueron los Espartos, unos guerreros surgidos de los dientes de un dragón al que Cadmo había dado muerte y que luego, por consejo de Atenea, había sembrado.

Otras leyendas sirven para conocer el porqué de un nombre. El mar Egeo, por ejemplo, se llama así por Egeo, el padre de Teseo. Cuando este regresaba de Creta después de haber matado al Minotauro, se olvidó de cambiar el color negro de las velas de su barco por otras blancas que anunciaban que estaba vivo. Egeo vio las negras y, pensando que su hijo había muerto, se precipitó a las aguas que hoy llevan su nombre

De modo parecido, la isla de Icaria se llama así porque fue el lugar en el que cayó Ícaro después de que las alas construidas por su padre Dédalo se fundieran por el calor del sol. 

La península del Peloponeso, por su parte, se llama así por Pélope, el héroe que se adueñó de ella.

Las fuentes de la mitología 

Todos estos mitos nos han llegado de fuentes muy diversas. Las más importantes son las literarias, y ahí entran desde poemas como la Ilíada y la Odisea de Homero o la Teogonía y Los trabajos y los días de Hesíodo, hasta las tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides, sin olvidar las comedias de Aristófanes

Los antiguos griegos amaban tanto sus mitos, que incluso llegaron a escribir manuales de mitología como la Biblioteca mitológica atribuida a Apolodoro de Atenas o Catasterismos de Eratóstenes, una recopilación de mitos cuyos protagonistas se transforman en estrellas y constelaciones.

No menos interesantes son otras obras más parecidas a lo que hoy sería una guía de viajes, como la Descripción de Grecia de Pausanias, en la que no solo se explican los monumentos de cada región y ciudad, sino también los mitos relacionados con ellos.

En la Antigüedad hubo incluso intentos de explicar los viejos mitos a la luz de la razón. En esa labor destacó Evémero, quien, en el siglo iv a.C., consideró que los mitos no eran otra cosa que relatos simbólicos de hechos que habían acontecido en un tiempo remoto. Para él, los dioses eran reyes y los monstruos a los que hacían frente, epidemias o catástrofes naturales.

Los mitos griegos fascinaron a los romanos, quienes se adueñaron de ellos y los mezclaron con los propios de su cultura. Poemas como la Eneida de Virgilio o las Metamorfosis de Ovidio, así como manuales como las Fábulas mitológicas de Cayo Julio Higino, contribuyeron a revivificar ese legado.

La fascinación por los mitos griegos perdura hoy día, cuando siguen siendo objeto de adaptaciones teatrales, musicales y cinematográficas. La razón no es otra que su carácter universal.