El Sutra Anapanasati, uno de los textos budistas más estudiados sobre la estabilización de la mente, se centra en la idea de que la sensación puede calmar la mente. Así, nos invita a centrarnos en la sensación física de la respiración, en la forma en la que el aire entre y sale de nuestra nariz, más frío al entrar, más cálido al salir.

Pero ¿qué hay tras esta práctica tan extendida? Si está demostrado que lo que nos lleva a la depresión son los patrones de pensamiento negativos, ¿por qué centrar la atención en la sensación física y no en la mente? Norman Farb, profesor asociado de Psicología en la Universidad de Toronto Mississauga y su equipo, se hicieron esta misma pregunta, y llegaron a una conclusión muy interesante. Pararse a oler las flores puede ser mucho más efectivo para tratar nuestra salud mental de lo que cabría imaginar.

Un modelo basado en el pensamiento

Es indudable que el pensamiento es parte esencial de nuestra salud mental. Los estudios realizados al respecto confirman que un diálogo interno positivo, hábitos mentales más saludables y estructuras de pensamiento sanas ayudan a evitar situaciones como los trastornos de ansiedad y la depresión.

De ahí que muchas terapias occidentales se basen, precisamente, en esta idea. Hablamos de lo que pensamos, de lo que sentimos, analizamos nuestros modelos de pensamiento y nuestras creencias, y sobre ello trabajamos junto al terapeuta.

Sin embargo, un novedoso estudio ha llevado a la comunidad científica a preguntarse si realmente las terapias orientales, más centradas en la sensación, están realmente tan alejadas de la razón por la que seguimos viendo como los casos de depresión y ansiedad no hacen más que aumentar en el mundo occidental. La sensación parece tener mucha más importancia de la que pensábamos.

El poder de la sensación sobre el pensamiento

Todo esto es bastante complicado de explicar, pero puede resumirse de forma sencilla si ponemos sobre la mesa todo lo que Farb y su equipo han descubierto, o aquello en lo que se han basado. El hilo para comprenderlo sería el siguiente:

1.        El ser humano experimenta la realidad desde el yo. Está demostrado que aquellas personas que padecen depresión tienen mayor actividad DMN, que es la encargada de la autopercepción y la autocrítica.

2.        Esta mayor actividad en esta zona, según explican Farb y su equipo, se ha relacionado con una menor actividad en las zonas del cerebro que se ocupan de las sensaciones físicas y viscerales.

3.        La tristeza, en particular, inhibe con mucha potencia esta zona del cerebro encargada de las sensaciones, mientras que activa aquellas partes que se ocupan de pensar en soluciones o planes de acción.

4.        El bloqueo de las sensaciones, por tanto, cumple una función positiva a corto plazo. Permite bloquear la sensación de estrés o tristeza para encontrar una solución. A largo plazo, sin embargo, consolida esta emoción y dificulta su gestión, aumentando las posibilidades de sufrir depresión.

5.        ¿Arregla la terapia este problema? Lo cierto es que no. Farb y sus colegas descubrieron que, durante ocho semanas de terapia, la zona encargada de las sensaciones no dejó de desactivarse. Y, sin embargo, sí se redujo la actividad de la zona encargada de encontrar soluciones y planes de acción.

6.        Esto último es, precisamente, lo que da a Farb la seguridad de que están ante una posible solución a un antiguo problema. Y todo se lo debemos al modelo predictivo del cerebro.

El modelo predictivo del cerebro

El revolucionario descubrimiento de Farb no tendría demasiado peso en nuestra sociedad, de no ser por el modelo predictivo del cerebro, teoría neurocientífica que ha tomado mucho peso en los últimos años.

Esta teoría explica que nuestra capacidad de sobrevivir depende de la capacidad que tenga nuestro cerebro de entender el mundo en el que vivimos y de predecir lo que sucederá, tendiendo por lo general a lo negativo. Para ello, utiliza la experiencia previa y la percepción interna del mundo. Cuando algo no encaja con esa predicción, el cerebro busca la forma de acortar la brecha de error y hacer que todo vuelva a encajar con nuestra percepción inicial.

Lo veremos más claro con un ejemplo. Si entras en casa y sientes un olor extraño, tu cerebro detecta un error en su predicción. “Mi casa huele bien”, no se ha cumplido, por lo que hay algo que está mal. Quizá está abierto el gas. El cerebro activa, entonces, un mecanismo de acción para solucionarlo: pedir ayuda, investigar, llamar al encargado del edificio, etc.

En este proceso, la sensación (olor) ha sido el desencadenante del error, por lo que el cerebro la bloquea en cuanto activa el mecanismo de acción. Pero cuando no hay nada que puedas hacer para solucionar esa diferencia entre lo que crees que debería ser y lo que es la realidad, bloquear las sensaciones solo hace que la ansiedad aumente.

Veamos otro ejemplo. Llegas al supermercado, pones los productos en la cinta y, a la hora de pagar, te das cuenta de que te has dejado la cartera en casa. La expectativa “puedo pagar la cena con mi tarjeta” ha fallado, porque no la tienes encima. Y tu cerebro rápidamente bloquea la sensación de vergüenza o decepción, para buscar una solución al problema. Pero es muy probable que no la haya. Te has dejado la cartera. Tendrás que volver a casa y hacer la compra en otro momento. No hay alternativa.

Farb defiende que aceptar la realidad en este momento y abrazar la sensación, puede aliviar el estrés y la carga mental. Volverás a casa sin la comida, eso está claro. Pero con menos estrés y dolor si, simplemente, aceptas que la realidad es la que es. Te has dejado la cartera. Y eso no significa que seas inútil, no hay que buscarle una solución a la realidad, es la que es. No pasa nada por sentir vergüenza o decepción.

Entrenar la mente en la sensación

Con todo esto sobre la mesa, Farb propone que entrenar la atención plena y aprender a concentrarnos en la sensación puede ser la mejor forma de protegernos frente a la depresión, la ansiedad y otros problemas de salud mental. Porque la sensación, si bien no puede solucionar nada, puede ayudarnos a experimentar la realidad desde otros prismas, a reducir esa brecha entre la expectativa y la realidad.

Practicar esta técnica de meditación, centrada en las sensaciones, hará que tu cerebro acepte la nueva realidad en situaciones de estrés, tomando los sentidos como referencia, en lugar de obsesionarse con aquello que debería ser según el modelo predictivo.

Y, ¿qué puedes hacer para entrenar la mente de esta forma? Pues basta con pararte a oler las flores. Con dedicar minutos de tu día a apagar la mente y centrarte en las sensaciones. Puedes hacerlo mientras comes, dejando que el sabor inunde tu boca. Cuando te duches, sintiendo el calor del agua, los olores del jabón. O cuando paseas por la calle, dejando que tus ojos absorban la luz y los colores, escuchando las voces y los sonidos de la ciudad. Estos pequeños actos desafiarán el modelo predictivo de tu cerebro, y te ayudarán a tener una mente más equilibrada y preparada para enfrentar momentos de estrés.